Son las cuarenta bocas las que llaman mi atención

La boca que temblaba junto a la mía

La boca que juraba amor

Entre las rocas.

 

 

Son los pechos de ella los que tiemblan en el recuerdo

Atrapados en el tiempo y entre mis dedos antiguos

Y su cabello entrenado para caer lentamente,

Y sus ojos preparados para jurar.

 

 

Son las pisadas en la madrugada, pegados al recinto colorado,

Cuando mirábamos juntos el universo

Y despintábamos las cenizas de nuestra pobreza

(¡A quién le importaba entonces la pobreza!)

 

 

Son las toneladas de cariño batidas entre manos frágiles y

Besos, camino a su cuello

Son las súplicas a la noche, que no concedía más que

El silencio y el despertar a solas.

 

Son las miradas llenas de fracaso, los lagrimones impotentes

Con los que me castigaba

La furia del universo de los desentrenados,

De quienes no saben caer.

 

 

Esas mujeres siempre vuelven, en noches de frío

Todas ellas son las cuarenta bocas, que lejos de aquí, siguen su camino

Mis noches llevan sus marcas y algunos de mis días

Aún tienen el destino trastornado por aquellos labios

A los que nunca pude besar.