The Denial of Saint Peter by Caravaggio (Met Museum, NY)

–Hasta la mitad del pasillo, doble a la izquierda y suba las escaleras.

Plap-plap-plap brum. Tanta gente que habla Did you come in January too. Moooom. Shuuut up. Las voces de los miles de visitantes hacen eco en los pasillos de las escaleras mientras subimos al segundo piso. Puertas de vidrio, dos guardianes, un hombre y una mujer bien enternados. ¿Guachimanes?¿Cuánto le pagarán a estos vigilantes del Met? Tal vez es requisito que te guste el arte. Algunos se ven un poco aburridos. Pisos bien encerados. Parecen no darse cuenta pero si te acercas mucho a los cuadros allí aparecen, te señalan la maleta: On the side or in the front, not in the back. Te imaginas a un distraído cualquiera volteando de improviso para buscar un pasillo por donde se ha perdido alguien y de repente. PumCrssshhh. ¿Era eso un Rodin?

Sudor. Hace unos minutos Marcelo se ajustaba la chalina en la 86 caminando hacia Central Park, sosteniéndose el sobretodo con una mano porque se le han caído todos los botones, con el gorrito de alpaca que se le sale la peluza y deja ver la frentaza. Voces del pasado: su madre exprimiendo limones para que el cabello se quede pegado hacia atrás. Que se vea bien la frente. Sino se calza la frente. Pero huele a limón. Un niño sentado en la carpeta con el cabello oliéndole a limón. La señorita Zoila poniéndolo en una fila de a dos, hora de educación física. Esa chiquita morenita con dos trenzas a un lado pidiéndole que la cubra para ponerse el short azul. Su primera amiga. Mami, tengo un amiguito con olor a limón. Y ahora todo el calor de golpe. Buscando la puerta, la gente, allá está. Un grupo grande con pinta de turistas.

La señora que parece ser la guía. Fíjate en el membrete colgándole del cuello y la cinta azul: Met_opoli_an Mus__n. Debe ser.  Alguna experiencia tendré después de haber venido tantas veces. El color de las paredes, limpio, dejando que los cuadros sean los personajes…the half face here. You would say she is the main character. I would say he is, because we know his name..rich family from Florence. Everything belonged to him, the landscape in the back, even she belonged to him... Vestida de rojo, porque rojo era un color caro por la receta secreta de los bichitos españoles, el segundo más caro en Florencia después del lapizlázuli. Y el vestido diseñado para que los ojos de todos se fijen si la chica estaba en Bolivia. Allí estaba el heredero. The king is dead. Long live the king ¿A quién se le ocurrirá esa jerga? Jeringa. Y cuando caminaba por la calle debe haber sido como en Lima, cuando lo dejaban en el auto parado frente al Banco Hipotecario de la esquina de Larco con Benavides, frente a un edificio donde había una galería en el segundo piso.  Y durante una hora, mirando a la gente pasar por allí, a los vendedores ambulantes, a las mujeres, a los hombres con anteojos. ¿Por qué se acordará de un hombre con anteojos de luna un poco gruesa y marco de carey, vestido con una chompa color café claro? Avenida Larco y los pasos de los limeños, las limeñas. Sintiéndose un voyeur, entendiendo que se puede pasar el tiempo mirando a la gente, alguien que voltea a mirarle el poto una señorita bonita. En esa época no se usaban aún los jeans al cuete. ¿Quién les habrá puesto «al cuete»? ¿El mismo que inventó lo de «en Bolivia»? Mucha gente que no lee en el país y sin embargo todos esos juegos de palabras. Cuando estaba de moda el modelo Trinitron, a este muchacho con una cabeza prominente le llamaban trimitrón. Y ese otro chiste: los muchachos pegados a la reja de la casa gritádole a su amigo «Cabezónnnnnn, cabezóooooon». La mamá sale furiosa y les da una reprimenda a los muchachos acerca de sus modales. Y por fin ellos cabizbajos le preguntan si su hijito está en casa, ella dice un momentito y grita hacia la casa

–¡Cabezóoon, te buscan tus amigos!

Las palabras son para jugar. En algún lugar leyó Marcelo que no se puede tomar en serio la literatura. Como ese muchacho que pide que le pongan la foto tal, una foto muy posada y tal y que la foto vaya con leyenda y nombre del fotógrafo y que todo sea escrito en inglés. «¿Es tu amigo? ¡Qué hincha las pelotas que es el tipo ese!»

La guía sigue hablando sobre la pintura en Florencia. Muchos detalles, describe como se pintaba en esos años con la yema del huevo y el pigmento que venía en unos bloques que el pintor debía transformar en polvo. Pero los colores se mantienen a lo largo de los siglos. El óleo en cambio se oscurece. Recuerda su entrada por las escaleras mecánicas hacia la Capilla Sixtina, mientras por los altavoces se les daba instrucciones en todos los idiomas. Los frescos habían sido recién pintados. Los colores eran brillantes, tal y cual habían sido cuando Michelangelo pintaba allí de espaldas sobre los andamios, tal vez pensando en sus deudas, sin imaginarse que esos dos deditos que se tocaban alguna vez iban a estar fotocopiados en una historia en tono burlesco en un periodiquito del colegio Recoleta. Ja. Mariátegui dice al final de La casa de cartón, que si hubieran sido otros tiempos a Mr. Benavides lo hubieran matriculado en la Recoleta. Pero como esos tiempos ya eran otros tiempos, fue matriculado en el colegio alemán y pum, leyó buena literatura en vez de tanto bodrio de la edad de oro española, se volvió agnóstico y le salió una novela brillante. Y eso que era un vago. Igual terminó sus días en Larco Herrera. Es un arte para locos. Los ensayos de Luis Loayza Sobre el 900 están llenos de esa gente, exalumnos recoletanos. García Calderón, Riva Aguüero; en los salones de Francia llenos de pompa. Pompa fúnebre. Esos son los white dead man de la literatura peruana. Ya nadie los lee ¿Con razón? Su francés les daba para meterse en los salones y lucir sus trajes comprados con el dinero que producían sus haciendas. Mi francés apenas si me alcanzó. Pero te alcanzó Marcelo. De qué te quejas. La mamá de ella preguntó si hablaba francés y Marcelo repitió su veintiúnica frase con correcto acento Madame Madicló-Madame Fransuás. Y la mamá cachetona complacida empezó a delirar en francés explicándole toda la lista de quesos de la región dispuesta en fila sobre la mesa. Para qué te quejas, Marcelo, para qué te quejas. El papá era medio autista, pero muy simpático fueron a comprar langosta en el Renault y descubrió que los pescadores franceses tenían bolsas impresas con el nombre de su negocio y eran empresarios respetables, con cuotas y leyes que protegían al gremio.

If there are no more questions, please follow me. Nunca tengo preguntas. Todo es nuevo. Escucho lo que me dicen y lo asimilo, luego lo olvido. Por eso tiene sentido escribirlo un día después o tal vez no tenga sentido. Como dijo Maltés “si al menos lo escribieras en inglés” pero claro que en inglés no se siente la misma soltura. Pero por eso mismo. Para que practiques. Dah. Comodidad. Esa es la palabra. El mínimo esfuerzo. Un esfuercito. Umm. Yatá.

Si fuera un texto 100% joyceano, acá deberíamos mencionar que los dos llegaron tarde–corriendo escaleras arriba en busca de la guía–porque se demoraron en el baño, porque se agacharon con disimulo detrás de cada estatua para ver si el escultor había hecho el trabajo completo. También tendríamos que mencionar a su Catita. Catita por el lado peruano, muy Adán; y su Molly por el lado inglés, muy Dedalus. Ja. Más en edad de Bloom. Su Catita y su Molly. Su Molly mataría a sus pretendientes agarrada de su almohadón pensando en sus cupones del domingo. Su Catita Adán vagaría por el malecón, volviéndolo loco. Basta. Ahí hay un libro. Qué libro va a haber.  Sigue a la dama. Se olvida de las cosas, agarra viada y luego se para en seco. ¿Primeros síntomas del Alzheimer?

Llegan hasta un tríptico. Patinir. Un holandés. Se abre en tres cuadros bellísimos con fondo de paisaje bucólico, río, árboles, campo, largo y profundo campo en perspectiva, mientras al frrente se flagela San Jerónimo por haber traducido mal la biblia del griego al latín y haberle puesto cuernos a Moisés: el cornuuudo. Acá todo encaja: Moisés el cornudo y Bloom el cornudo, paseando por el Met. Si hubiera estado bailando al costado de la fogata allá en su dulce Silaca de junco y barquillos los muchachos se le hubieran prendido y lo hubieran rodeado mientras bailaba gritándole: y que no me digan en la esquina, el venao, el venao. Behind there is a painting. Sin embargo nunca se asomaron a verle el behind. Con las tres plaquitas de esta versión holandesa del retablo ayacuchano pero 2-D (lo que prueba de que estaban adelantadas en algo aquellas civilizaciones del período quechua tardío ¿o era horizonte tardío?) se acaba la explicación y el grupo se mueve hacia otros maestros holandeses que ya ha visto. Yala, yala. Nada nuevo. Y acá llega. Tatáaan: Caravaggio. El bravucón, rebelde, peleador, muchachada del karamanduka; todo junto, un artista con p de patria, embravecido, no se metan conmigo, ¡En mi caravaggio no! Una puñalada de más y se nos fue exiliado hasta Malta y después a Nápoles. Allí pinta esta obra maestra: La negación de San Pedro. Ojitos por donde andarán. Cariño bonito.  Y sus ojitos me quieren mirar pero si Caravaggio no los deja, ni siquiera parpadear. Sin compasión, el guardián entre sus senos, a Holden Caulfield también le gustaba el Met. Señalándolo todos al culpable, ignorante San Pedro porque esto fue antes de su epifanía. Ajá. Todo conecta ¿no? El viejo mundo, el nuevo mundo y eso que decía el bendito ciego sobre que todos tenemos de hebreos y de griegos. Mil años después alguien dirá todos tenemos de peruanos. Qué va. Deliras de nacionalismo Mr. Leopoldo Bloom. Y tú también Dedalus, sin embargo mira lo que hiciste con Dublín. Tengo que ir, pasearme. Sé que hay temporadas en que los pasajes bajan de precio. No te cuestan un ojo de la Caravashio. Como argentino. Borges. Un pasaje sobre la pampa en el libro de Pynchon. Criaturitas de Dios decía Inodoro Pereyra. No te vayas por la tangente. Caravaggio: bien pintado.

Habían pasado por la sala de artistas contemporáneos y ella le dijo que el arte es importante solo si significa algo para ti. No importa nada más. Si te dice algo. Las demás cosas alrededor del arte tienen que ver con una serie de factores que siempre escapan de las manos del artista adolescente. Casi lo mismo sucede con la literatura, dijo Marcelo. Una obra de arte hecha de palabras. No hay que buscar una historia sino sensaciones. Sensaciones negras sobre pantalla blanca. Mirando esas abstracciones, círculos, goma sobre óleo, ojos sin vida como los de Modigliani, ahorro de material como los de Giacometti. Marcelo recuerda el día que una obra de arte le dijo algo espectacular. Una pintura de Boticelli en la Galleria de los oficios. Esa sensación es tuya. Nadie va poder sentir lo que tú has sentido. Los críticos de arte están arruinados para experimentarlo porque han perdido esa inocencia con la que una persona se detiene frente a un cuadro y se deslumbra. Así pasó otra vez ese sábado en esa sala.  Eran tres figuras en una tela: un Caravaggio. Seguro que ella era una prostituta, él era un ladrón tal vez. Hombre de poca fe, acércate y niégame antes de que cante el gallo. Por favor.