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The New York Street

Un blog lleno de historias

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The New Yorker

Beto y Enrique son gays

bert and ernie
Carátula de la revista The New Yorker. Beto y Enrique miran juntos el momento en que la Corte Suprema de los Estados Unidos declara la inconstitucionalidad del Acta de Defensa del Matrimonio (DOMA).

La carátula de la próxima semana (8 y 15 de julio) de The New Yorker es una maravilla. Y como todo lo que es bueno genera conversación, ya se escuchan las diferentes opiniones acerca de si era apropiado poner en la carátula a Beto y Enrique (Bert & Ernie) los dos amigos de Plaza Sésamo, en una edición que conmemora la reciente decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos que declara la inconstitucionalidad del Acta de Defensa del Matrimonio (DOMA), una ley que permitía que las parejas del mismo sexo, a pesar de estar legalmente casadas, no tuvieran derecho a ningún beneficio del gobierno.

El columnista June Thomas en la revista Slate, después de aclarar que los creadores de las marionetas nunca pretendieron darle una orientación sexual a estos personajes, celebra que se trate de una carátula ingeniosa y tierna pero critica que sea inapropiada. Reclama:

«Público norteamericano heterosexual: hay una importante diferencia entre amigos del mismo sexo y amantes gays. ¿Hay en Estados Unidos hogares en los cuales dos amantes pasan disfrazados como dos buenos amigos? Sí, ciertamente. Y seguro que conforme los prejuicios contra las parejas de homosexuales y de lesbianas se desvanezcan, muchas de estas parejas van a comenzar a salir a la luz. Pero aquello no significa que toda pareja de amigos que viven juntos está haciendo el amor noche a noche, con locura. Es claro que Beto y Enrique se quieren el uno al otro ¿Pero acaso Enrique se la chupa a Beto? Me parece que no…»

La carátula me parece una magnífica manifestación del sentimiento de una comunidad homosexual que asiste con regocijo a una decisión histórica de la Corte, que los revindica como seres humanos con los mismos derechos que sus compatriotas heterosexuales. Sin embargo, me parece más relevante el artículo publicado en esa misma revista por Jeffrey Toobin–experto en la trayectoria histórica de la Corte. Toobin deja claro que esta decisión a favor de los homosexuales no hubiera sido posible, jamás, sin la victoria de Barack Obama en 2008 y sin una victoria de los senadores demócratas en 1987, cuando bloquearon la nominación de un juez ultraconservador, Robert Bork, y obligaron a Ronald Reagan a nominar a un juez moderado: Anthony Kennedy.

Es el juez Kennedy quien escribió la opinión de la mayoría –de 5 contra 4– que declaró DOMA inconstitucional. Esta dice: «el Acta de Defensa del Matrimonio (DOMA) instruye a las autoridades del gobierno, y en efecto a todas los individuos que tienen que interactuar con parejas del mismo sexo, incluyendo a sus propios hijos, que su matrimonio vale menos que el matrimonio de otros. El princial objetivo de DOMA y el efecto necesario de esta ley es rebajar a aquellas personas que están legalmente casadas, en un matrimonio del mismo sexo».

Toobin destaca lo importante que ha sido para la causa de los homosexuales que Anthony Kennedy haya sido un conservador moderado y que los jueces nominados por Barack Obama (Kagan y Sotomayor) sean de tendencia liberal.

También predice que, así como ya resulta inevitable que California legalice los matrimonios homosexuales, esta decisión siembra la semilla para una inevitable votación, en un futuro próximo, que permitiría que la Corte Suprema declarara la inconstitucionalidad, en todos los estados, de cualquier trato discriminatorio hacia las parejas homosexuales que desearan casarse.

James Salter, All That Is y la vida a los 80

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A los 87 años, Salter ha escrito una de las mejores novelas publicadas en los Estados Unidos.

¿Cuántos escritores publican su mejor novela a los 87 años?¿Cuántos pueden decir que dejaron de frecuentar a Saúl Bellow porque éste era demasiado condescendiente con ellos? James Salter nació en 1925 y 87 años después ha publicado una novela brillante: All That Is. La historia (de amor, para decir que es de algo y que no lo abarca todo, como las grandes novelas) comienza con varias escenas de guerra y de mar, entre ellas la de un oficial de la marina de los Estados Unidos saltando al agua, por error, entre el bombardeo de los kamikazes japoneses en el Pacífico.

Para mí, la experiencia de mi lectura de All That Is comenzó con la foto de Salter en la tapa. Allí estaba el octogenario, sin parecerlo: el expiloto de caza bombarderos, el ex amigo de Bellow y compañero de carpeta de William Buckley y de Jack Kerouac, el ex guionista de Robert Redford.

En The New Yorker acaban de publicar un perfil sobre Salter. «Es un escritor de escritores» dicen los que lo admiran y no se sorprenden de que no muchos hayan escuchado su nombre. «Un escritor de escritores acerca de escritores» dice Joyce Carol Oates que lo considera su amigo. En la contraportada, entre los elogios están los nombres de John Banville y de Julian Barnes. No me extraña: dos escritores a quienes todavía les importa mucho no sólo lo que se dice sino el cómo se dice. Banville te puede conquistar diciéndote como los dioses observan a un adolescente (The Infinities), Barnes te puede atrapar para siempre al describirte una escena en un colegio rural, cuando parecía que Europa nunca llegaría a la mayoría de edad (The Sense of an Ending). Salter te puede atrapar de varias formas: en el aire (The Hunters), en la cama (A Sport and a Pastime) y ahora en el agua (All That Is). A mí me atrapó cuando lo leí por primera vez, esta semana, en una historia sobre una supuesta muerta y dos amantes descubiertos ( Last Night).

Al escribir una nota de un libro, uno se da cuenta que tan inútil es tratar de reducir una historia bien contada a unas cuantas palabras. De lo que se trata –como decía Muñoz Molina, hace muy poco, en una nota sobre Salter publicada el 13 de abril de 2013 en El País– es de recomendarlo, de ponerlo en la vitrina, de decirle a otros escritores que están buscando la luz: léete a Salter.

Otras cosas que dice The New Yorker sobre Salter: la mayor desgracia de su vida fue la muerte de su hija adolescente, quien murió electrocutada en la ducha en una cabaña, al lado de Salter, en Colorado. También dice: a quienes lo conocen más, les ha costado acostumbrarse a que Salter siempre toma notas: mientras conversa, en reuniones, en una cena formal. Salter siempre está tomando notas debajo de la mesa.

La nota también dice que escribía con seudónimo cuando apareció su primer libro sobre un grupo de aviadores en la guerra de Corea: por miedo a que sus amigos lo consideraran un intelectual inútil.

En The New York Times, hace dos días, publicaron un artículo sobre las apuestas que se hacían entre los libreros de Park Slope en Brooklyn, a propósito de los candidatos al premio de ficción. El año anterior, el desastre fue que lo declararan nulo, obviando la pequeña obra maestra de Denis Johnson, la novelita Train Dreams. El 2013 no creo que haya un mejor candidato que Salter. Todas las apuestas a All That Is.

El vicio y la conquista del mundo

Las portadas de Vice nunca se han caracterizado por su buen gusto. Tienden a ser chocantes y ofensivas.
Las portadas de Vice nunca se han caracterizado por su buen gusto. Tienden a ser chocantes y ofensivas.

Williamsburg siempre me ha parecido un lugar frío. Al menos, mucho más helado que el Downtown de Brooklyn o el Woodlawn del Bronx. Sospecho que así es porque mis recuerdos son de invierno, de mañanas o tardes en que me sentaba en sus hospitalarios cafés  a renegar del tiempo, o de noches en las que caminaba abrigándome, sobre la nieve, hacia algún club oscuro entre las paredes adornadas de grafitti.

Allí en Williamsburg, encontré Vice por primera vez. Era una revista con carátula de colores chillones, mucha publicidad y unos cuantos artículos casi ininteligibles. Un experimento editorial, gratuito, que yo recogía y consumía con mayor velocidad que el Village Voice.

Esta semana, en un largo artículo en The New Yorker, descubro que aquella publicación ya no es una revistilla sino un conglomerado multimedia con 35 oficinas en el mundo, convenios de distribución y producción con gigantes como YouTube, HBO y Viacom, con reportajes espectaculares, no siempre de muy buen gusto, que van desde la santería y la criminalidad en Caracas o la imposible forma de vida en Corea del Norte , hasta la venta de armas en Florida o las fotos de crímenes violentos publicados por un diario amarillista de la Ciudad de México.

«Una buena noticia es la que puedes contarle a tu mejor amigo, sentado en el bar, mientras se toman un trago», dice Shan Smith, gerente general de Vice y protagonista de muchos de los reportajes. Smith es un ambicioso hijo de puta, en el buen sentido de la palabra.

El artículo nos cuenta sus inicios en Canadá. Vice empezó en 1994 como una publicación gratuita, aprobada como parte de un programa del gobierno para jóvenes desempleados, destinado a ser una revista que informara sobre la vida cultural de Montreal. Smith y sus socios, pronto convirtieron a Vice en la herramienta para cubrir los tres temas que más amaban: las drogas, el rap y el punk. Al parecer Smith tiene un talento muy especial para olfatear notas de interés y para cerrar negocios de publicidad. Por los años en que mudaron la operación a Williamsburg, ya Smith solía llamar de madrugada desde los teléfonos públicos a gritarle a sus amigos «¡Vamos a ser ricos!». En 2013, Vice tiene más de un millón de suscriptores a sus páginas web y canales de YouTube y la ambición de convertirse en una cadena de noticias de 24 horas para jóvenes, al mejor estilo de CNN.

En febrero de 2013, Vice hizo noticia. Smith y su equipo fueron recibidos por el líder supremo de Corea del Norte: Kim Jong Un. Al saber que Jong Un era un fanático de los Chicago Bulls y de la NBA (desde sus años de estudios en un internado suizo), Vice organizó un partido de exhibición de los Globetrotters en la capital norcoreana, con un fantástico invitado: Dennis Rodman, ex estrella de los Bulls. Rodman se convirtió en el primer ciudadano de los Estados Unidos en estrecharle la mano a Jong Un y se sentó a su lado durante el juego. Aquella visita fue parte de los preparativos para el lanzamiento de la próxima serie Vice por HBO, según Smith, una de las tantas jugadas maestras en su objetivo de transformar la televisión y convertirse en líder informativo para el segmento joven.

Hace unas horas terminé de ver un documental de Vice sobre SOFEX,  una gran feria de armamento en Jordania, información que no solemos ver en los canales de los Estados Unidos.  El reportaje es muy bueno. Pienso contárselo a mis amigos la próxima vez que nos tomemos unas cervezas.

La importancia de balbucear

Hilary Mantel, la pluma de Inglaterra
Hilary Mantel, la pluma de Inglaterra

A veces, cuando estoy nervioso y quiero decir algo, balbuceo.

En aquellos momentos, me siento víctima del terror: el cerebro –leal amigo–me podría fallar en algún momento de mi vida; entonces tendría que lidiar con el universo a ciegas, sin él.

Hilary Mantel conversaba con The New Yorker, hace ya algunas ediciones. Decía que un escritor sólo es tan bueno como el próximo párrafo que sea capaz de escribir. Así se liberaba de cualquier orgullo,  de esa obra que ella consideraba apenas un regalo; porque al sentarse a escribir  un libro nunca sabía con seguridad lo que iba a ser capaz de poner en un papel.

La escritura es un don. Nos sentamos con la idea de decir algo. Es obvio que balbuceamos y luego empieza a aparecer el universo, la conjunción feliz de palabras, imágenes, sonidos, puntos y comas que se enlazan como si fuera por arte de magia: se nos dibuja una sonrisa, el mundo se llena de color. Escribimos porque nos gusta y nos hace felices.

Hilary Mantel alguna vez fue una muchachita muy pobre, viviendo con su madre y el amante de su madre; sospechando de las escuela y de sus maestros.

Terminados sus estudios, Mantel consiguió un trabajo que no le agradaba. Entonces, abrigó la idea revolucionaria de dejarlo todo para escribir un libro sobre los revolucionarios franceses.

Lo hizo y el libro no se vendió. Nadie entendía que su novela, para el mercado de ficción histórica, llegaría más allá de los consabidos lugares comunes a los que suele estar acostumbrado el lector de este tipo de libros (intrigas de dormitorio, traiciones, romances que pasaron desapercibidos pero que fueron trascendentales para la historia, etc.) Fue un largo balbuceo para el cual Mantel se había preparado; leyendo durante meses todo lo que pudo sobre Robespierre, Danton y los héroes de la revolución.

Mantel se puso gorda, sin querer; y siguió escribiendo porque todos los días se sentaba y las palabras e imágenes que aparecían escritas sobre el papel la maravillaban. No creía merecerlas. No había hecho nada: salvo sentarse y comenzar a balbucear sobre un papel.

Este año, después de ganar el Man Booker Price–la novela Wolf Hall, una ficción histórica sobre la figura de Oliver Cromwell, oscuro político inglés, odiado por muchos y respetado por algunos; la sacó del montón y la puso en la línea de los escritores trascendentes–Mantel se dio el lujo de mudarse a un pueblito a tres horas de Londres. A la casa donde siempre quiso vivir hasta retirarse, lejos del ruido y de las obligaciones de los «escritores que no escriben» como dice ella; de aquellas distracciones editoriales que hasta ese momento consideraba que iban pegadas a su trabajo de escritora.

Ahora sigue balbuceando frente a una página en blanco, lejos del mundo, en su propio espacio; y dice satisfecha: «me lo he ganado».

La asesina coreana

Victor Zapana, hijo de un peruano y una coreana, cuenta la tragedia de su vida

En la última edición de The New Yorker, Víctor Zapana revela la tragedia de su vida: su madre, una niñera coreana, fue condenada a prisión por golpear con saña a una criatura a su cuidado. Los medios de comunicación condenaron a la mujer sin que nadie le probara nada. La víctima se presentó en el juicio: los golpes han convertido a esta criatura en un inútil que no puede hacer nada sin ayuda. Por muchos años, incluso Zapana ha creído que su madre es culpable.

El padre de Zapana es peruano. Es un empleado del subterráneo de Nueva York que ha servido en Irak y tiene traumas de guerra. Conoció a su esposa cuando se metió al ejército, atraído por la posibilidad de conseguir sus documentos. Se mudó a Nueva York con ella.  Zapana, en el artículo, recuerda con cariño los almuerzos familiares, cuando su madre engreía a su padre preparándole papa rellena y lomito saltado.

Tras ser aceptado como estudiante en Yale, Zapana lleva un curso de periodismo. Lo utiliza como herramienta para ocultar la culpa de su familia. Escribe y publica en las revistas universitarias, artículo tras artículo, con la esperanza de que sus reportajes sumerjan su poco común apellido hasta el fondo de la cola en el Google; para que ningún compañero fuera capaz de leer la noticia del crimen de su madre, publicada con escándalo en los tabloides neoyorquinos.

Sus padres querían que estudiara medicina. Poco a poco Zapana se fue alejando de aquel plan original. Terminó la carrera de periodismo. Su madre lloró en prisión cuando él le dijo que no sería doctor. Hoy Zapana trabaja como reportero del Washington Post y ésta–la gran historia de su vida, la que lo hizo cambiar de carrera para ocultarla– es la primera que publica en el New Yorker.

Moraleja: los caminos del periodismo son inescrutables.

Sobre tumbas, comerciales y política

El comercial salió en junio y los votantes en noviembre decían que era casi el único que recordaban.

En el imaginario popular, tal vez no hay imagen más terrible que la del asesino que te obliga a cavar tu propia tumba. Es una escena que hemos vista repetida en la literatura y en la cinematografía ya sea con mafiosos, con nazis o con sicarios del narcotráfico.

Las últimas elecciones usaron esta misma figura para posicionar a uno de los candidatos en la mente de los votantes, con excelentes resultados.

La periodista Jane Mayer, en la edición más reciente de la revista The New Yorker, escribe sobre la efectividad de un anuncio publicitario que salió en junio de este año en los canales de televisión de Ohio y que sirvió para posicionar a Mitt Romney como enemigo de la clase trabajadora.

Del universo de votantes entrevistados después del proceso electoral en noviembre, más del cincuenta por ciento mencionaba recordar «muy vívidamente» la historia de Mike Earnest, contada en un comercial de 30 segundos.

Earnest trabajaba en una planta papelera en Indiana. Un día, sus empleadores le pidieron a él y a otro grupo de empleados, que levantaran un gran estrado de casi 10 metros de ancho. Una vez levantado, los empleadores pidieron que los trabajadores de la planta, los tres turnos, se formaran frente al estrado. Allí apareció un grupo de representantes de Bain Capital–la compañia de capitales que dirigía Mitt Romney, famosa por comprar empresas, reorganizarlas y luego revenderlas con un gran margen de ganancia–para anunciarles que la fábrica se clausuraba y que todos los trabajadores estaban despedidos.

«Mitt Romney ganó más de 100 millones de dólares al cerrar  la planta papelera; al mismo tiempo que destruía nuestras vidas. Así que cuando levanté ese estrado, fue como si hubiera fabricado mi propio ataúd. Pensar en eso me enferma.»

Se me ocurre sólo un ejemplo de aviso de campaña política publicitario tan efectivo. Es aquel famoso anuncio aprista, utilizando imágenes de Pink Floyd, para criticar las políticas del Shock del FREDEMO. Aquel anuncio atacaba el temor de los peruanos al cataclismo de la subida de precios y el despido masivo con la misma efectividad que este anuncio describía a Romney como un «enterrador», un mercenario del capitalismo.

Earnest cuenta que consiguió trabajo reparando maquinaria para Chrysler y que ahora está jubilado.»El señor Obama nos dio a mí y a Chrysler una segunda oportunidad. Me siento muy satisfecho con ese comercial. Yo sólo dije la verdad. Tal cual».

País de nada

Salvatore Romano de Madmen. Su primer encuentro homosexual

Esta semana, la carátula del New Yorker apareció con un dibujo de dos novias en la carátula. Dos novias tomadas de la mano: marida y esposa. Hace poco tiempo, unos días después de la toma de posición pública de Obama frente al matrimonio homosexual (podría ser amparado por las leyes federales), la carátula del New Yorker puso en la carátula un dibujo del frente de la Casa Blanca con las columnas pintadas en un jubiloso color arcoiris.

La idea del matrimonio gay aún mueve las billeteras de los hipócritas que lo usan como excusa para apoyar otras ambiciones «conservadoras» de la agenda republicana (más poder para las corporaciones, menos poder para los sindicatos de trabajadores y el gobierno que los apoya). Si bien, poco a poco, la idea de que en este país un matrimonio gay puede ser amparado por el gobierno federal empieza a alejarse del ámbito de la ciencia ficción.

Hace unas semanas, en un capítulo de la tercera temporada de MadMen (2009), veía que Salvatore Romano–director del departamento de arte de la agencia Sterling Cooper–vivía su primer encuentro homosexual (protegido por el «anonimato» de una habitación de hotel y un botones libidinoso y discreto). Una temporada atrás, Salvatore rechazaba una mano varonil en un bar y, confundido, pretendía negar lo innegable: la carga eléctrica que le generaba el perfil de ciertos caballeros.

Pero en Madmen también hay personajes como el guapo, lacónico, europeo y recién contratado ejecutivo creativo quien ante las insinuaciones de sus compañeros por su «interés» en la fogosa Peggy Olsen, de buenas a primeras aclara que él es homosexual. «A mí me gustan los hombres, no las mujeres». La ciudad de Nueva York de Madmen (1960), contenía a los dos tipos de gays. Sin embargo, aquellas «escapadas del closet» eran asumidas entre el público–los neoyorquinos que elegían a JFK en vez de a Nixon–con una enorme dosis de repugnancia.

En ese sentido, Estados Unidos algo ha avanzado. Porque cuando JCPenny escogió a Ellen DeGeneres como su imagen de marca; y los grupos conservadores quisieron censurar a JCP por escoger a una lesbiana exitosa, transparente y sexualmente feliz; Estados Unidos–la mayoría, que la ama por su personalidad y por su carisma–les dio la espalda.

¿Cambiaremos? ¿Siglos y siglos de formación retrógada podrían terminarse–al menos en la vida pública–y se esfumaría el espejismo colectivo de que el homosexualismo es una enfermedad que condena a sus víctimas a la infelicidad (y al infierno)?

¿Esos papas que alguna vez prestaron su silencio para apoyar agendas como el holocausto nazi; la esclavitud y la pederastia, cerrarán la boca cuando se les pida opinión; y se dedicarán a temas más provechosos como: la justicia social, el abuso del poder y del capital; la protección del medio ambiente y los derechos humanos?

Conversemos sobre esos problemas, amigos conservadores. Dejemos a los homosexuales en paz.

La gravedad (todo es tan relativo), 13 de marzo

Portada de la novela de Thomas Pynchon

Entre aquellos inofensivos–tan norteamericanos–letreritos verdes de la carretera también se puede morir. Horrible muerte por degollamiento-mutilación-instantánea. Quién lo diría. Allí están los carteles parados al lado de la autopista 95 esperando a sus víctimas. Esta vez fueron 14 noctámbulos regresando de un casino en Connecticut.

Manejando  hacia la salida 11 de la 287, rumbo a Port Chester. Voces en el teléfono desde Cajamarca: el carnaval. Las horas que pasan mientras leo y me piden un café, dos cafés. Las hojas que se pasan, los cuadraditos capítulo tras capítulo. Es Gravity’s Rainbow: matemáticas, fórmulas, personajes entrecruzados, trozos de vidas, símbolos de la guerra, voces, canciones, búsquedas entre los escombros, recuerdos, pedazos que arman el todo pero que se pueden leer como pedazos y como todo. ¿Qué son las memorias? ¿Qué son los recuerdos? ¿Qué es una risa? En la pista, frente a casa, en mi barrio, juego baloncesto y fútbol con un niño. Disparo con una pistola de plástico que arroja aritos de colores.

En Japón se esperan más desastres. Paz, tranquilidad, rebotes aquí y allá, malas noticias, buenas noticias. Cielo despejado, se va el frío, cambian la hora (ni bien se termina de deshacer el hielo ya hay que adelantar el reloj. Salvajada) ¿Qué es el pánico? ¿Qué es un terremoto? La foto de un anciano con los ojos entrecerrados al lado de los escombros; y la foto de unas ancianas en un botecito remolcado por un grupo de soldados, como si ellas fuesen las guardianas del templo, las portadoras de flores, las madres de la patria. Una voz me habla de Belgrado y de mirar atrás, de volver a hacer lo mismo, de olvidar, de mantener la distancia. Un e-mail en el teléfono–extraña sensación de leer el correo en la pequeña pantalla– me da muy buenas noticias desde una frontera en España.

Ya es de noche, pero de hoy recuerdo bien el silencio del pasto durante la mañana y la tarde, pasto que está allí, a la espera al verano. Recuerdo el cielo sin tormenta, calmado. Un lugar en el espacio, mi lugar. El lugar de tantos otros que miran y no ven lo que yo veo; o que no miran porque no necesitan mirar. Preguntas. A dónde nos llevan las interrogantes, las dudas, las ganas de triunfar, de llegar a donde nadie ha llegado.

Un mapa hecho solo de esperanzas. En esa foto de la ruma de los automóviles–uno sobre otro llenos de lodo– se puede ver miles de horas de trabajo, se pueden ver miles de horas de personas creando, imaginando soluciones a problemas, inventando problemas. «Dios está harto» dice alguien durante el almuerzo mientras observa el lodo que avanza sobre las casas y los puentes en el televisor. El viejo tema de la venganza. Como si ahora importara la venganza, como si pudiera el hombre sentarse a planificar una respuesta diferente a la perversa sensación de que, no importa lo que hagamos, todo está de muchas maneras enlazado con la carta marcada de la suerte.

En The New Yorker leo un artículo sobre uno de los alumnos de William James, Hall, descendiente directo de peregrinos del Mayflower, anfitrión de Freud y de Jung en su primer viaje a los Estados Unidos–fascinado por el psicoanálisis–y un mentiroso empedernido. Se debe a Hall la leyenda de William James encontrándose con Freud y saludándolo como  «un tipo muy sucio». Tal era la percepción de Freud entre los científicos erupeos de la época: el «cochino» de Freud y sus asquerosas teorías de interpretación de los sueños.

Notas sobre el libro de Pynchon: Imágenes, algunas fascinantes; información que se desplaza por la página amarrada con la ficción, con la descripción de estados de ánimo, de personajes que vagan enmedio de la guerra, de paisajes oscuros y mañanas iluminadas pero sin futuro. Como los inviernos fríos pero con sol. Esos soles magníficos que no nos calientan.

Un nuevo invierno, 8 de marzo


Al comenzar enero me quejaba porque estaba haciendo clima de verano. Poco después de salir a conocer la estación de tren en Riverdale, disgustado por lo grueso de los blue jeans, Miguel llamó para decir si no quería trabajar el domingo en el club de golf. El mundo estaba loco ¿Caminando en polo y extrañando un short? ¿Golf en los primeros días de enero?

Pero haciéndole caso a los que presagiaban malos tiempos, el invierno llegó. Ya cayeron varias nevadas y las temperaturas en estos dias siguen alrededor de los 18 F (-15 C ). Ya perdí un par de guantes y un gorro de lana en el metro (lo usual son dos pares por invierno), ya tuve que palear nieve y hielo para sacar mi auto y patinarlo de una a otra vereda. Anoche hacía demasiado frío dentro del departamento y las pístas amanecieron otra vez cubiertas de nieve. Así que podemos decir que el invierno y yo ya estamos parches. Ya estamos marzo. ¿Dónde está la primavera?

Pasando a otra cosa, no mencioné nada de mis lecturas de In Memorian de Tennyson. En la misma clase de Victorian Poetry and Poetics donde estuvimos leyendo a Matthew Arnold. Tennyson se demora diecisiete años para escribir lo que a Arnold le tomó unas cuantas líneas en Dover Beach. La decadencia de la fe, el advenimiento de una era que prometía calamidades y cambios impredecibles. In Memorian es un auto bombo a Tennyson y a su arte poética (¡Autobombo!, geniales los peruanismos). Bellísimo para los cánones de su tiempo, intragable para los de hoy. Hay líneas bellísmas. Es cierto. La reina Victoria llegó a decir que In Memorian era el segundo libro más importante escrito en la historia de la humanidad. Bueno ¡Qué diablos sabía de libros la reina! Y la Biblia es muchísima más interesante. Sólo el capítulo de Noé y sus relaciones con las hijas tiene cosas más interesantes que contar que Tennyson. No hablemos de los nuevos testamentos. Lo que deben haber sufrido los primeros escribanos tergiversando los testamentos para que todo coincida. Para borrar a María Magdalena. Ahora, leo en el New Yorker, James Cameron viene a decir que se encontró la tumba de Jesús. Con sus padres, su hermano, la Mariamne y su hijo Judah.

¿Y si no hubiera resucitado? Pues se cae todo el edificio católico. ¿Se cae? Estuve leyendo un libro que cuestiona la existencia de Dios y pone en duda a todos los que dicen que el mundo estaría peor si no fuera por la religión. No sabía que en algunas parroquias de EEUU se cantaba el Imagine de John Lennon censurando la parte Imagine NO RELIGION.

Lo que hay que escuchar.

Tuve un sueño en el que nadaba en alta mar en una corriente escandalosa, con mi hermano Nicolás. Al querer regresar encontraba un muro de alambre altísimo. Lo trepé y me lancé al otro lado, a seguir nadando. ¿Dónde se quedó Nicolás? Si hay algún psicoanalista por allí que me de la interpretación del sueño. La escena era fabulosa. He tenido un montón de sueños rarísimos por estos días. Algunos muy interesantes. El problema es que sólo recuerdo fragmentos.

Alejandra llama para quejarse que nadie la quiere sacar al cine. Prometo llevarla uno de estos días con Frances. Es muy raro que Alejandra llame siquiera a decir hola. Ayer escuché el podcast de Poetry magazine y había un poema interesante (pero no creo que tan bueno como lo pintaban, sobre el Report to the Academy de Kafka. Tengo que leer a John Ashbery, he escuchado su nombre bastante en las últimas semanas. Tengo que empezar a leer el libro de una nigeriana para la clase de Literatura anglófona en el mundo, tengo que terminar el ensayo sobre Neuromancer, tengo que hacer un comic para una antología del comic peruano, tengo que mandarle un ensayo para Hueso a Don Abelardo. Tengo que mandar una lista de los mejores prosistas peruanos. Tengo que hacer algo con mis libros. ¿Ponerlos en un storage, por mientras?

Toby nos mira en la mañana desde la alfombra, contrito, silencioso y con las orejas congeladas. Como decía al principio, el invierno y yo ya estamos parches. ¿Dónde carajos está la primavera?

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