
Unión Soviética, 1985
Vamos a entregarte la lista con los nombres a cambio de un par de casetes de Queen, un disco de este cantante romántico que tanto me gusta y un walkman para mi hijo. Y nada más. Este país necesita un cambio. La revolución que nos hizo salir de la edad media y que en menos de cincuenta años nos llevó a poner un hombre en el espacio necesita un remezón para que los rusos volvamos a ocupar el lugar de vanguardia que siempre hemos tenido. Los rusos ¿Qué sería del mundo sin los rusos? ¿Se imaginan? Literatura, pintura, música, política, ciencia y ajedrez. Todo lo que nos ha legado el bloque soviético. Un adornito me mira desde mi mesa de noche y me recuerda ¿El Kremlin? También una foto de Vallejo en Moscú y un bolero que llega desde algún rincón del pasado : La Plaza Roja desierta, la nieve dibujaba un tapiz, tenía un lindo rostro mi guía: Natalí.
Kusturica, Emir
Imposible perderlo de vista. Este cara de loco, esos ojos que nos sugieren que tomemos distancia. Kusturica es como uno de esos personajes salidos de una carpa de los gitanos –irrepetible– o de una pintura de Macondo ¿José Arcadio Buendía? Abraza a su hijo, le miente a su esposa y a su amante, convence al francés disminuído pero entusiasmado de que solo ellos dos son capaces de hacer lo que están por hacer: decirle a los Estados Unidos que sus mejores secretos nunca lo fueron.
Ronald Reagan, la caricatura
Reagan mira una película y hace comentarios tontos sobre el cine, sobre los franceses y los rusos. Caricaturizar a los Estados Unidos: pasatiempo favorito de los franceses. Así hubiera sido nuestra imagen de los norteamericanos, si Hollywood hubiera filmado en París y no en California. Así como para nosotros los rusos eran Iván Drago–aquella estatua de hielo que se daba de guantazos con Rocky en una pelea a doce asaltos–para los franceses Reagan era el vaquero que arengaba con frases hechas. Hasta Willem Defoe luce grosero como el agente de la CIA. Imagínense qué papel para este actor que crucificaron en La última tentación de Cristo. El único que no salta las alarmas del estereotipo es Kusturica.
Una vida, una bala
En la Siberia, nada menos. En esa planicie blanca por donde se tambaleaba Dersu Uzala. Allí llega Kusturica, traicionado por su traición, sin chance alguno. Hace un gesto inigualable con las manos para decirle al pelotón que proceda. Que Rusia siga, sin él.
Finlandia
Hay países que aparecen de la nada, tal como Finlandia aparece en Farewell. Es como esa Islandia repentina en un poema de Borges. Llega como sinónimo de libertad. Ese es el clímax: allí está la intensidad de la huída, el rostro de la esposa recordándonos todos los reproches y todos los riesgos.