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The New York Street

Un blog lleno de historias

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Jonathan Swift

La mujer de blanco

Richard Harris, el actor principal en "Viajes de Gulliver", filme de 1977.
Richard Harris, el actor principal en «Viajes de Gulliver», filme de 1977.

En las calles del pueblo, de noche. No teníamos que alejarnos demasiado. Era terrible pensar que de pronto, entre las matas de los olivos, en alguna acequia estrecha por donde era necesario pasar (o saltar) podía aparecer

La mujer de blanco

Siempre me gustaba recordar los consejos de mi padre: «Témele a los vivos, no a los muertos». Creo que he aplicado su consejo en muchas ocasiones, optando por el sentido común, derrotando a las suposiciones y a los misterios inexplicables ¿Pero cómo vencer, en la niñez, a esos ojos fijos de tus primos que te narran la terrorífica historia que le ha sucedido a alguno de tus parientes, a uno de aquellos chiquillos que tú conoces, caminando de noche por las carreteras que llevan al pueblo, tropezando de pronto con

La mujer de blanco

Es verdad que después aligerábamos la tensión replicando–a la luz del lamparín de queroseno o de aquellas Petromax con bombilla de tela, que iluminaban como el mejor florescente, los techos de troncos, las paredes de adobe recubiertas de cal– lo que le haríamos, si la viéramos, a la mujer de blanco. Y nos reíamos simulando las proezas (a veces violentas, otras veces eróticas) a que someteríamos a su cuerpo de tela, a esa representación cuyo propósito era ahuyentarnos, impedir que nos aventuremos en los cerros donde probablemente se agazapaban animales y peores destinos que la mesa con luz donde matábamos el tiempo contándonos historias o jugando a las cartas.

No había electricidad ni alumbrado. De eso se trataba la proeza de seguir diciéndonos aventuras de miedo. El sol desaparecía a las 7 y si bien algunos –tal vez mi abuelo desde su cuarto, o algún vecino, sentado en una banca de la plaza– se distraía de la oscuridad jugando con la radio a transistores, escuchando la onda corta que botaba emisiones en japonés, en ruso, en francés corrompido por la estática, el resto era oscuridad y silencio.

Por eso recuerdo tan bien la tarde en que llegó el cine, la polvorienta camioneta con un parlante oxidado amarrado al techo, dándole vueltas a la plaza y anunciando el programa: Los viajes de Gulliver. Ya de noche, caminamos desde la casa hasta el cinema –una sala de pintura descascarada al lado de la iglesia– cargando nuestras sillas y nos pusimos a ver los periplos del enano\gigante\huésped de los yahoos que inventó Jonathan Swift. Mis primos, que sabían demasiado de ese pueblo (yo era de Lima, un turista que sólo visitaba en los veranos) se reían y gritaban desde el techo, donde se echaban para ver la función entre las rendijas, entre los agujeros que ellos mismos le hacían a la quincha.

También recuerdo el circo, con sus payasos vulgares y estrafalarios que nos hacían reír, mientras el pueblo oscurecía y el cementerio –a dos cuadras de la casa– se ocultaba en la sombra de la noche. Ya muy lejos, desde el corral a donde íbamos cuando sentíamos urgencia de usar el baño, se veían las luces del «Casino», una casita con varias lámparas de queroseno, donde algunos hombres se pasaban la noche al ritmo de apuestas y cuentos subidos de tono.

Mi padre nunca fue al casino. Él era de Lima y pensaba que los del pueblo, los parientes de su mujer, lo iban a esquilmar. Ellos, quizá, pertenecían a ese grupo de vivos a los que había que temerles mucho más que a los muertos.

Fue otra noche, en una tienda, esa que quedaba en una esquina, en la parte de arriba del pueblo, cerca del camal, alguna vez en que mi madre aceptó ir conmigo y mis hermanos a comprarnos un alfajor o unas rosquitas de yema de huevo, cuando escuché de la boca de algún cliente, sentado sobre los costales (en el mismo rincón oscuro donde otras veces escuché rumores sobre ataques terroristas y la inminencia de una toma), de la boca de un peón que saludaba a todos los que ingresaban a la tienda con respeto, que apoyaba la espalda en uno de esos calendarios con dibujos de animales de granja que repartía Nicolini, que algo extraordinario pasaba muy arriba de la quebrada, entre cerros y fundos magnificos de los que yo sólo había oído hablar pero que aún no conocía:

«En San Luis, en la mina abandonada, han descubierto oro», dijo.

Aquellos fueron los últimos días de la mujer de blanco.

Abuelo.

A

Un hombre que parece ser mi abuelo. Tiene el pelo engominado y la apariencia de un tipo «suave», viste una camisa bien ajustada, de un color elegante; y unos pantalones que le sientan bastante bien. Debe de tener unos 90 años, se le ve «parado» y jovial. Su cabello es blanco pero por aquí y por allá aún tiene algunas hebras grises. Mi abuelo me aconseja sobre  la vida y las decisiones que un hombre tiene que tomar.

Lástima que no recuerde ninguno de sus consejos al despertar.

Me despierto con brusquedad y me doy cuenta que mi abuelo ha muerto, un día como hoy, hace 20 años ¿Coincidencias? Nunca tuvimos una conversación como la de anoche durante mi sueño; y nunca lo vi morir. Supongo que algo de aquella culpa todavía me perturba.

«Eat. Drink. Be Irish»17 de marzo

Foto Jamienyc/Flickr

Una horda de jóvenes vestidos de verde. Antenitas de vinyl verdes. Tréboles de papel color verde, camisetas verdes y de pronto un gordo sonriente que camina con su madre ( o su hermana mayor) y ambos con un polo blanco y un lema estampado en el algodón: «Eat Drink Be Irish» (letras verdes).

Saint Patrick’s Day.  Alguien se equivocó de santo allá en Lima, este es el patrón que nos tocaba. Todos y cada uno de los miembros de la legión que se desparramaba esta mañana por el estacionamiento de la estación de trenes de Croton Harmon tenía una cara que decía: «Hoy voy a emborracharme hasta vomitar». ¿Nada nuevo no? Tengo muchos amigos que salían todos los fines de semana con esa misma cara, sin santo patrono por el cual brindar.

En el bar de nuestra ciudad las puertas se abren hoy a las 7 de la mañana para ofrecer «Kegs and Eggs» un apetitoso desayuno irlandés combinado con una de las más sabrosas cervezas: Guiness. Una espléndida ocasión para acordarnos de todo lo que le debemos a Irlanda. Bastó leerme la última novela de Vargas Llosa para saber que si no hubiera sido por la furiosa tarea de un irlandés en la Amazonía peruana, Roger Casement, miles de indígenas de tribus selváticas hubieran perecido quién sabe durante cuantos años más, ante la vista y paciencia de los pobladores de Iquitos quienes aún siguen añorando la dorada época del caucho cuando aquella era una ciudad llena de moda y privilegios basadas en la explotación de los nativos, esos seres humanos que despectivamente aún muchas personas en el Perú llaman «los chunchos».

Pero como fan de la buena literatura, le debo muchísimo a Irlanda. Empezando por ese magnífico libro satírico: Gulliver’s Travels de Jonathan Swift, hasta esa maravillosa novela llamada The Portrait of an Artist as a Young Man de James Joyce. Y seguro que mucha de la buena poesía que se ha escrito en el siglo XX ha sido un tipo de respuesta a W.B. Yeats–empezando por Joyce y terminando con Seamus Heaney (con quien tuve una suerte de complicada experiencia al escucharlo leer en Manhattan), quien aún me fascina cuando lo escucho en CD leyendo su versión del  Beowulf.

Además ¿Qué tipo de persona sería yo si no hubiera escuchado a U2? With Or Without You, Where the Streets Have No Name y Sunday Bloody Sunday son casi las únicas canciones cuya letra en inglés me memoricé cuando era un púber y aún las considero mis «canciones emblemas» para el amor, para la soledad y la libertad; y para la ira contra las injusticias (en ese orden). Los vi el año pasado en New Jersey y disfruté cada una de las canciones como un chancho. Y por último, Ulysses de Joyce, esa novela que estamos leyendo en el Graduate Center todos los lunes con el profesor Epstein y que me hace evocar cada semana a Dublín, con Epstein muy cocho–demasiado–recitándonos todos los chistes, explicándonos todos los dobles sentidos y cantándones las canciones satíricas populares que enriquecen y complican al mismo tiempo el texto de Joyce; o recordándonos su primer paseo por Dublín (allá por 1950), su ascenso a la torre Martello, sus paseos por Sandymount Strand, sus aventuras por las callejuelas de Dublín, que hoy no se deben parecer en nada a las que caminaba Mr. Leopold Bloom.

Así que le debemos mucho a Irlanda, aunque sea esa sana tradición de emborracharnos en olor de santidad. Feliz Saint Patrick’s Day. Come, diviértete y emborráchate. Sé irlandés or Póg mo thóin

(Actualización (12:49 p.m.):el cartero ha llegado a la casa con un sombrero verde tamaño extra large, con un trébol amarillo pegado al frente. Y después de entregar la correspondencia supongo que se irá a chupar. El cartero también tiene derecho.)

Repaso previo al examen, 21 de marzo

Orfeo y Calíope, musa de la poesía épica

Milton estaba destinado para vestir sotana, pero al final del viajecito por Europa, fin de su cuidada carrera educativa, se decide por las letras. Libra una batalla a muerte por el divorcio, luego de una experiencia terrible de seis semanas, al fin de las cuales su primera esposa lo abandona. Pero no logra convencer a los conservadores, siempre cautos y temerosos que el divorcio institucionalizado pueda traer desastres a Inglaterra. En la etapa final de su vida, Milton escribe Paraíso Perdido, Paraíso Reconquistado y la tragedia de Samson. Muere ciego, sordo y al lado de su tercera esposa. John Dryden recoge la vena de Milton y la utiliza con destreza y bella manera cuando realiza Absalom y Architophel, criticando el advenedizo intento empujado por los romanos de reemplazar al rey anglicano e imponer la voluntad del Vaticano sobre los ingleses. Los personajes del momento, cortesanos y congresistas, diputaos, senadores, representantes todos, asumen personajes conseguidos de la Biblia (Samuel principalemente) y se monta una parodia heroica sobre el suceso que atormentaba a los ingleses. En Mac Flecknoe, Dryden utiliza el mismo tono de burla heroia, para retratar a su enemigo, el dramaturgo Thomas Shadwell, a quien humilla como no se ha humillado a nadie en la historia de la literatura universal. La furia de Dryden, parte de los ataques de Shadwell, quien lo acusa de no tomar muy en serio la obra de Ben Johnson, de quien Shadwell se vanagloria ser el heredero (siendo su obra de muy inferior calidad). Fue tanto lo que Dryden perjudica al dramaturgo, que al momento de morir, y hacer los discursos, se tuvo que aludir al mal nombre que se le imputaba a Shadwell y a la burla constante que de este hacian sus correlativos e ingleses cultos, pues fue tan trscendental e imperecedera la huella que dejara Dryden sobre la obra de su enemigo. Jonathan Swift es el maestrito del relato satírico, no hay nadie en lengua inglesa que haya llegado a la altura de Swift. Se burla de la naturaleza humana con la finura y elegancia, y acosa al hombre con las peores acusaciones a su naturaleza torcida. Swift muere desquiciado, gritando «Soy el que soy», y su Modesta propuesta, como los viajes imaginarios de Lemuel Gulliver son lo mejor que deja a la literatura. Alexander Pope, frecuenta a Swift, hereda lo mejor de sus antecesores, perfeccionando el estilo de Dryden, la fineza para satirizar de Swift y elevarse hasta el nivel de Milton, a quien utiliza libremente para su «Rape of the Lock», inmortalizando a Belinda, como la tonta mujercita que llora por el pedazo de cabello perdido en la guerra del amor. Pope no tuvo fortuna con la salud pues la tuberculosis lo dejo medio malhecho, pero es el primero de los escritores que vive de lo que pagan sus escritos.
Samuel Johnson, a quien los ingleses deben el nombre del siglo literario, es el cerebro tras el genesis del primer diccionario de la lengua. Harold Bloom califica el estilo de su escritura al mismo nivel de Milton y lamenta que el Dr. no se haya dedicado con la misma fuerza a la lirica que a la critica. Es famoso su prefacio a la obra de Shakespeare -a quien cita en el diccionario cuando debe describir el significado de Naturaleza-, y casi perfecto el estilo que utiliza para comparar a Dryden y Pope, entre otros, al escribir su «Vidas de los Poetas».
Hoy temprano, en clase de Marianetti, estudiamos el nacimiento de Afrodita y de Atenea, diosa de Atenas. La hitoria de Adonis, que simboliza las estaciones y la fertilidad, la historia de Atena y de Pallas y el mito de Erichtonis, nacido del semen de Efestos, que no logra penetrar a Atenea pero su semen toca la pierna de la diosa, cae a la tierra y nace el que es uno de los primeros reyes legendarios de la cudad-estado atenea.
Annerys ha conseguido un trabajo hasta las 3 de la tarde, Jeanny quiere otra vez que la ayude con su Sociedad Latina, Elisa llama y se rie en el fonavi como si estuviera viendo la escena de los pedos en The Clouds, Francisco hace un plan donde pueden estar incluidos Lin, Hiroko, Naoko y Yusuff, no tengo idea de lo que hace Yusuff. Steve dice para ir el viernes a ver Downfall, los dias finales de Hitler, Annerys dice que puede ser el jueves, pero Szidonia probablemente sea su mejor dia para salir a tomarnos algo. Estaba escuchando esos discos para el alma cuando la llamo desde Lehman. En la cafeta de profesores almorzaba John Corigliano, ganador del Oscar por componer la banda sonora de The Red Violin. Me encuentro en el messenger con la china y me cuenta la historia de su vida, con cucharita.

Una modesta propuesta, 17 de febrero


A Modest Proposal
Originally uploaded by Ulises Gonzales.

Hagamos el bien. Utilicemos nuestro razonamiento, para plantear una tesis que ha de acabar con la pobreza. Los beneficios son numerosos: un mejor trato para las mujeres, el relanzamiento del matrimonio, y el ingreso de los pobres al mercado laboral.

El razonamiento–que nace de un enunciado calificativo lanzado por un americano–propone que las madres de esas manadas de criaturas indigentes que pueblan las calles de Irlanda sean transformadas, por obra de esta modesta propuesta, en valioso ganado; el cual se ha de alimentar para luego venderlo a los ricos dispuestos a pagar por las criaturas encebadas y disponer de ellas como un delicioso manjar.

La propuesta elimina–con este sencillo procedimiento– a miles de menores empobrecidos y a familias indigentes que de otro modo se condenan a una vida miserable, de privaciones, donde el robo es disciplina esencial para su subsistencia.
El precio de mercado–pagado por criaturas mejor alimentadas que otras–crea un sistema de oferta y demanda, que ha de redundar cuantitativamente en la calidad de vida de los menores. Y, al convertirse el tiempo del parto en un indispensable paso hacia la solvencia de la pareja, y el sostenimiento de ambos en el mercado; la propuesta ha de beneficiar enormemente las relaciones entre marido y mujer, reforzando los sagrados lazos matrimoniales y las alianzas familiares.

La modesta propuesta especifica que se han de salvar las criaturas mayores de seis, pues su carne–lo ha dicho también el americano–es dura y no tan sabrosa como la tierna carne de los menores de seis. Tampoco se han de sacrificar doncellas, pues ellas son indispensables para la subsistencia de este sistema de riqueza. Y se han de dejar vivos tan solo a los machos indispensables para asegurar las cantidades del producto.

El sistema otorga dinero a los pobres, incorpora a esta clase social en el mapa de la riqueza de Irlanda, y elimina el problema del pillaje–mejorando la seguridad de las calles–; a la vez que provee de divertimento a los ricos, que mal que bien, devoradores de los campesinos y de las clases trabajadores irlandesas, no han de poner reparo alguno en devorar a los hijos de éstas.

Otras ideas para solucionar el problema (como exigir mayores impuestos a los ricos para pagar las necesidades de los pobres, redistribuir mejor las riquezas, o exigir un trato justo por parte de la madre Inglaterra) han sido probadas inviables, porque los irlandeses no están dispuestos a pagar la cuota de sacrificio indispensable para poner aquella normas en rigor. Esta modesta propuesta, por lo tanto, la consideramos harto aplicable. Sus beneficios han sido demostrados con cifras y con un plan de razonamiento que puede contrarrestar cualquier intento aventurado de crítica.

 

Además–para que no quepan dudas de que solo nos motiva el beneficio de la sociedad y de la patria–, aclaramos que ninguno de nosotros piensa beneficiarse de este sistema, pues nuestros hijos son mayores y nuestras esposas han pasado ya largamente el tiempo de procrear.

 

Jonathan Swift (practicante de la sátira y de la poligamia, pariente de Dryden y amigo de Alexander Pope) muere en 1745. Estaba loco y rabioso contra la humanidad. Se le entierra con el epitafio latino que escribe mucho antes, siempre deseando que se lo lleve la muerte.

En los reinos de Gulliver, 15 de febrero

 


Gulliver’s Travels
Originally uploaded by Ulises Gonzales.

Es temprano y retumban hasta ahora en mi memoria, frescas, las palabras con las que Swift describe a los humanos, los Yahoos que no ha reconocido en su salvajismo. Prosigue el discurso y el relato satirico torna en una realidad cruda. Pero no todo es maldad y el truco consiste en dejarse llevar por Swift, en dejar que Lemuel Gulliver nos envuelva en su trama. La paradoja es que los Viajes de Gulliver se venden como cuentos para ir a dormir. Haríamos bien en publicar el viaje al pais de los Yoyhumns para que sea lectura obligatoria junto con la Biblia. Que se describa al hombre como lo que es, que se apalee a la guerra, a la mentira. Por la tarde me he enredado en la clase pero ese es otro problema. Hice un cuadro gigante con los principales autores desde 1896 hasta el presente, ese creo que ha quedado bastante bien. Me he desenredado al menos, si bien con cierta dificultad. Pero ya veremos la semana siguiente si hay modo de salir del hoyo.

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