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Es una casa en Yonkers. Es una tarde de piano. Los platos abundantes se suceden interminables. Nos bendice el gallo. Se conversa de literatura, de Chaucer desnudo, de Gulliver y los Yahoos, de los libros ilustrados por Amelia, la hija de inmigrantes chinos, en la Antigua, ciudad vieja de Guatemala. Se llama Lau la bodega donde crece Amalia, aprende a querer el fragor de la vida en la tienda, las visitas de los aldeanos, las fiestas religiosas y las procesiones sobre alfombras pintadas de morado. A un lado de la Virgen posa la imagen coqueta de la diosa china. Una y otra vez recordando que es posible la convivencia de credos, que no es necesario matar para alcanzar la inmortalidad del alma. La inquieta criatura de rojo, la sonrisa de Amanda y la apacible inteligencia de Mai Li. Quiere que le ayude a saber un poco de comics, quiere leer esta noche Persepolis, luego de su obra de teatro. Tsing Tao para comenzar, los enrollados chinos, la sopa tranquilizante, el pescado jugoso, los pimientos sabrosos, los palitos chinos extasiados, mientras arde el fuego en la chimenea y me transporto mentalmente a otras jornadas similares, a otra mesa cruzando la calle de mi casa, conversando de libros, de discos, de Argentina, de Brasil, de Europa, de pintura, de dibujos, de gente interesante, de historias, de proyectos, de poetas, de anhelos, de tiempos pasados. Entonces caian las hojas sobre las figuras de barro. Ahora Carmen nos muestra el detalle de las azaleas que en invierno son grises, pero intenta que nos imaginemos el color en la primavera y la batalla de las luces que han de rodear este jardin magnifico…
Y la pareja de Manhattan, amantes del lente, ella, su esposa, parece mucho menor. El hombre va a publicar un libro sobre los cowboys. Ella nos dice que ha hecho interminables viajes a Wyoming. Ellos dicen que Avedon esta sobre valorado, que no les gusta tanto el trabajo de Diane Arbus, que les encanta lo que hizo Bresson y Robert Frank, colgado en las paredes del Moma. El que hizo el cinematografo de Saura y de Bertolucci, de Apocalipsis Ahora; los retratos de un checoslovaco con sensibilidad checa, porque hay otros de sensibilidad americana. Nos dejan sobre la Quinta para ver a la muchacha de la biblioteca pero ella se ha ido a las 6. Camilo recoge sus discos y sus Escorpiones del Desierto, y aprovecha para cantar lo que cantaba Marco Antonio cuando a Bruto se le ocurre cederle la palabra luego de haber asesinado a Julio Cesar. Y me sumerjo luego a buscar la historia de amor de Cleopatra y Marco Antonio y encuentro ese juego de necesidades, esa estrategia de reinas y Dionisios entrelazando la suerte de sus dos imperios, y es obvio pensar en lo que pudo ser occidente de haberse dejado subyugar por las virtudes de la reina de Egipto. Pero Octavio, el joven al que Antonio despreciara en su momento, reclama para si la misma inteligencia de Cesar, y las historias de la decandencia y las acusaciones de ramera vencen entre los legionarios con mayor fuerza que las espadas de Octavio, pero este triunfa sin poder obtener el permiso de Cleopatra para pasearla en su entrada victoriosa a Roma. Ella se mata y ni siquiera la raza especial de los chupa sangres puede devolverle la vida. A partir de entocnes, con la caida de los ojos de la reina y la posterior caceria de los hijos de Antonio en oriente, se apga la vida del imperio egipcio, arrastrando al romano.
Egipto se apaga como se apagaba el fuego y las cenizas de la casa en Yonkers recibiendo al gallo de la inteligencia, del amanecer, que bendice a los que lo celebran.
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