>
He visitado el nuevo MOMA en olor a muchedumbre. Solo los viernes las puertas del renovado museo de arte moderno neoyorquino, se abren gratuaitamente para las masas. Fluyen las hormigas por las blancas paredes, las pulidas superficies de madera, rozan las perfectas y lisas gradas de los elevadores y palpan el aluminio inmaculado de los ascensores. Con apuro, porque nos quedan solo tres horas antes del cierre, elegimos el piso cinco para ver a los modernistas, los Picasso, los Monet, los Magritte, los De Chirico, los Dali, las Marilyn de Warhol y sus sopas Campbell, este cuadro de Van Gogh, Chagall, Gauguin, Miro…
Los ojos de la chilena que ordena las mesas en el cafe del museo, el aire abanicando la ciudad que sale del invierno, las calles de Williamsburg al amanecer, el dasayuno de jugo de frambuesas, la invitada a pasar por el estudio de Patricia..
En la noche terminamos en los cubanos de la 137, un cafecito y un cubanito con todo antes de ir a dormir..