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Demos la vuelta al mundo en una sola puerta, en la foto bonita al lado de la entrada, la trastocada figura de las edades antiguas. En aquel cuarto espero impaciente una respuesta que no llega. Pero luego me invitan a tomar una clase con los griegos: Las Nubes.
Regreso por la tarde a la biblioteca, con el calor del ocaso por ninguna parte. Me arrodillo para encontrar mejor las ediciones numeradas. Al final consigo dos libros:Las conversaciones de Alifano con Borges, Las Nubes comentadas por Marinetti, y el compendio de mitos de los griegos. Al salir es de noche e intento aprovechar las horas para establecer el pegado de trapos de mi clase del martes. Empiezo la colecta de fotos, traspaso la servilleta a la computadora, salgo pasadas las 10 y media y me dirijo con paso tambaleante por los ojos tristes, las llamadas angustiosas del Dios del buen dormir. En el tren descubro que Alifano quiere hablar de los guapos y de Evaristo Carriego, del guapo que se jubilaba para vivir mejor, de los aires de los guapos baratos.
Las Nubes las descubro de noche con el desprecio por Socrates en el centro de la comedia y el hijo lleno de deudas vacilando entre seguir a la siguiente ventanilla y acertarle al caballo ganador; o pasarse al papel del hijo bueno, lleno de cosas por vivir.
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