Foto Jamienyc/Flickr

Una horda de jóvenes vestidos de verde. Antenitas de vinyl verdes. Tréboles de papel color verde, camisetas verdes y de pronto un gordo sonriente que camina con su madre ( o su hermana mayor) y ambos con un polo blanco y un lema estampado en el algodón: «Eat Drink Be Irish» (letras verdes).

Saint Patrick’s Day.  Alguien se equivocó de santo allá en Lima, este es el patrón que nos tocaba. Todos y cada uno de los miembros de la legión que se desparramaba esta mañana por el estacionamiento de la estación de trenes de Croton Harmon tenía una cara que decía: «Hoy voy a emborracharme hasta vomitar». ¿Nada nuevo no? Tengo muchos amigos que salían todos los fines de semana con esa misma cara, sin santo patrono por el cual brindar.

En el bar de nuestra ciudad las puertas se abren hoy a las 7 de la mañana para ofrecer «Kegs and Eggs» un apetitoso desayuno irlandés combinado con una de las más sabrosas cervezas: Guiness. Una espléndida ocasión para acordarnos de todo lo que le debemos a Irlanda. Bastó leerme la última novela de Vargas Llosa para saber que si no hubiera sido por la furiosa tarea de un irlandés en la Amazonía peruana, Roger Casement, miles de indígenas de tribus selváticas hubieran perecido quién sabe durante cuantos años más, ante la vista y paciencia de los pobladores de Iquitos quienes aún siguen añorando la dorada época del caucho cuando aquella era una ciudad llena de moda y privilegios basadas en la explotación de los nativos, esos seres humanos que despectivamente aún muchas personas en el Perú llaman «los chunchos».

Pero como fan de la buena literatura, le debo muchísimo a Irlanda. Empezando por ese magnífico libro satírico: Gulliver’s Travels de Jonathan Swift, hasta esa maravillosa novela llamada The Portrait of an Artist as a Young Man de James Joyce. Y seguro que mucha de la buena poesía que se ha escrito en el siglo XX ha sido un tipo de respuesta a W.B. Yeats–empezando por Joyce y terminando con Seamus Heaney (con quien tuve una suerte de complicada experiencia al escucharlo leer en Manhattan), quien aún me fascina cuando lo escucho en CD leyendo su versión del  Beowulf.

Además ¿Qué tipo de persona sería yo si no hubiera escuchado a U2? With Or Without You, Where the Streets Have No Name y Sunday Bloody Sunday son casi las únicas canciones cuya letra en inglés me memoricé cuando era un púber y aún las considero mis «canciones emblemas» para el amor, para la soledad y la libertad; y para la ira contra las injusticias (en ese orden). Los vi el año pasado en New Jersey y disfruté cada una de las canciones como un chancho. Y por último, Ulysses de Joyce, esa novela que estamos leyendo en el Graduate Center todos los lunes con el profesor Epstein y que me hace evocar cada semana a Dublín, con Epstein muy cocho–demasiado–recitándonos todos los chistes, explicándonos todos los dobles sentidos y cantándones las canciones satíricas populares que enriquecen y complican al mismo tiempo el texto de Joyce; o recordándonos su primer paseo por Dublín (allá por 1950), su ascenso a la torre Martello, sus paseos por Sandymount Strand, sus aventuras por las callejuelas de Dublín, que hoy no se deben parecer en nada a las que caminaba Mr. Leopold Bloom.

Así que le debemos mucho a Irlanda, aunque sea esa sana tradición de emborracharnos en olor de santidad. Feliz Saint Patrick’s Day. Come, diviértete y emborráchate. Sé irlandés or Póg mo thóin

(Actualización (12:49 p.m.):el cartero ha llegado a la casa con un sombrero verde tamaño extra large, con un trébol amarillo pegado al frente. Y después de entregar la correspondencia supongo que se irá a chupar. El cartero también tiene derecho.)