
En 1980, mis padres y parientes vivían una primavera democrática: los militares dejaban el poder después de 11 años. En ese contexto, un arquitecto que regresaba del exilio pronunciaba la cataclísmica fórmula de su campaña: ¡Adelante Perú! Me causa extrañeza cuando escucho el nombre de Beláunde acompañado de una lista interminable de virtudes.
Muchos familiares eran acciopopulistas y recuerdo haberlos acompañado a pegar con engrudo, en las calles y en las puertas del pueblo de mi madre, los afiches a todo color del sonriente candidato de la lampa.
«No miremos atrás, marchemos hacia el destino brillante que nos espera a los peruanos», parecía decirnos.
Este año, en inglés, la misma palabrita entró en el vocabulario político de los Estados Unidos: Forward. «¡Adelante!», en la dirección de Barack Obama. La otra opción es –en muchos sentidos– una apuesta por las políticas aplicadas por G.W. Bush entre 2001 y 2008.
Un día antes de las elecciones, la discusión en los programas políticos ha girado en torno a los retos para ambos partidos de cara a una realidad donde, sólo en 40 años, las minorías hispanas, negras y asiáticas serán más numerosas que la población blanca.
El reto es mucho más grueso para los republicanos, cuyo discurso–a veces racista y excluyente–ha espantado a los votantes moderados. Forward, tendría también que convertirse en la máxima de un partido cuya retórica ha atraído a extremistas y fanáticos de toda calaña.
Look Forward, Republicans! Sólo de este modo se podrían desenredar algunos «nudos» ideológicos. Sólo así se podría pensar en resolver muchos de los problemas de este país.
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