La gran pareja del criollismo durante la segunda mitad del siglo XX: Oscar Avilés y Arturo «Zambo»Cavero.

No resulta fácil liberarse de los nacionalismos.

Pedro Suárez Vértiz una vez cometió el error de lanzar ciertas arengas desde el escenario contra los ciudadanos del Ecuador. Algunas veces, confundimos amor patrio con competencia.

Ser un gran país no significa «ser mejor que tal país». Compararnos con otras naciones trae–por lo general–más perjuicios que beneficios.

La adjetivización positiva de un país debería venir de terceros. Es «el otro» el que puede decirnos si nuestro país es esto o aquello. El orgullo nacional debería, en todos los casos, evitar las comparaciones. Dejemos éstas para competencias y concursos.

Las comparaciones son nocivas tanto en lo positivo como en lo negativo. En más de una ciudad he escuchado «Estas cosas sólo pasan en este país», una sentencia que sólo demuestra la falta de experiencia de quien la dice.

Quien ha visto algo de mundo sabe que mejor se aplica este otro dicho: «en todos lados se cuecen habas».

Mi reflexión sobre el nacionalismo nace del homenaje que le hicieron esta mañana en la televisión al Zambo Cavero. En una entrevista del año 2006, Cavero decía querer ser recordado como quien «amó profundamente a su patria». La entrevista iba intercalada con imágenes de un concierto de Cavero y Avilés durante una reunión de la OEA en 1987, donde ellos se desgañitan cantando Contigo Perú.

Zambo Cavero amó a su país. Explotó su talento para darle al Perú una voz única; para cantar con esas espléndidas cuerdas vocales un texto que al ser leído podría verse banal y hasta simplón: Unida la costa, unida la sierra, unida la selva contigo Perú. Gracias a su fervor, quienes lo escuchamos somos capaces de abarcar aquella difícil abstracción: el amor a la patria.

Un hombre que ama a su patria hace lo mejor que puede. Si es trabajador, trabaja; y si es artista, crea.

Algunos peruanos han tenido el talento de encontrar en nuestra riqueza –cultural, geográfica, gastronómica–la materia prima para su vocación: Juan Acevedo: historietista cuya materia prima es la sociedad peruana con sus tantos matices; Gastón Acurio, cocinero y difusor de la cocina peruana;  Zambo Cavero, Oscar Avilés, Augusto Polo Campos. Lo que hace importantes a estos nombres no es la nacionalidad, sino la pasión por lo que hacen.

Así que a crear, así que a trabajar.