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Lo intuyes cuando joven. Luego te olvidas y comienzas a pensar no en lo que crees sino en lo que funciona, en lo que se acomoda a un estándar social. De joven la idea de enamorarte de dos o tres mujeres a la vez parece posible, real. Sobre todo cuando te decepcionas la primera vez, cuando el amor idealizado deja lugar a la practicidad del sexo: Me gusta ella y ella…y ella. Pero tengo que elegir. De eso te dicen que se trata la vida antes del matrimonio. Debes elegir alguien con quien te quieras quedar para siempre. Como en el programa del Tio Johny: Una y solo una de todas las cosas que estan allí.

Catherine ha conocido a muchos hombres y es capaz de amar a varios en distintos grados y de diferentes maneras. A Jim lo ama como hombre,  a Jules como amigo, a Ernest como amante ocasional. Cuando se aburre de Jules y de Jim puede recurrir a Ernest. Más aún cuando se cansa de sus juegos machistas y quiere demostrarles que ella no está esperando a que la amen.

Catherine es todo lo que ellos deben amar. Si no quieren amarla a ella, sin amar a nada más, ella no puede entregarse toda tampoco. Si Jules es capaz de proferir sandeces tales como las de la superioridad del hombre en el matrimonio y ante Dios ¿Acaso no puede ella saltar al Sena si se le antoja? Si Jim no es capaz de abandonar a Gilbert y empacar para Alemania de una buena vez: ¿Tiene ella que esperar con los brazos cruzados a que Jim decida?

Catherine─Moreau, bellísima, con esos labios de Rosa─sabe que lo que siente causará problemas y que en la Francia de 1962, una mujer en el cine no puede amar así, sin desenlace fatal. Catherine necesita ser una alma atormentada. Tiene que enloquecer, tomar el arma.

Esta historia pudieron tramarla los griegos. Al final de la película aparecen las dos caras de Jano: Janus Films. Los dioses no distribuyen filmes sino tragedias. Este es un filme exquisito.

Se quedará para siempre en tu memoria la voz del narrador, y la voz de Morau cantando Le Tourbelleine con la guitarra de Bassik. Catherine es como la abuela del personaje de Amelie.

Sin color ni efectos especiales, con diálogos profundos, es como si Truffaut en esta película se hubiera puesto a contarnos un cuento: Érase una vez en Paris, una mujer enamorada de dos amigos, Jules and Jim…