Acuérdense de comprar una botella de Chardonnay. Langedoc, de Francia. Prender unas velas, ciertamente, poner el incienso a quemar. Lavar las sábanas con el suavizante y el aroma de campo. Hubiera sido ideal si hiciesemos el amor, pero ahí estaba la prima diciendo que le asustaba un beso a la fuerza en la oscuridad. Hubiera sido perfecto.

Lo que sí fue perfecto fue la cena en Frank Lil, la del East Village. La pizza Margerita, el vino, la berenjena con el aceite de oliva. Umm. Un poco de lluvia para ponerle el tono italiano.

El dia habia sido bastante tedioso, salvo la visita a la lavandería, apoyado por esas lecturas del reciente GRANTA. Quién diría que era distinto la pedofilia de la pederastia. Al menos eso opinaba el editor de la revista. Muy interesante el artículo sobre el periodista del New Yorker recolectando restos de edificios en el Bajo Manhattan. Por lo demas salva la noche el vino y la almohada fraganciosa. El incienso, el cigarrillo con la ventana abierta y las gotas de lluvia. La musica de Mozart que escucho ahora que escribo…muy intensa. Otro descubirimiento fue Tchaikovsky, a quien voy a asociar en el futuro con mis lecturas del poema de Gilgamesh. Y toda la historia del arca sucedida al menos 2200 antes de Cristo. Como se juntan las tradiciones judias con las historias orales sumerias? Como Erch (o Urk) es el centro donde sale este rey buscando la inmortalidad. Como nace su amistad con el gigante salvaje. Como muere su amigo. Como los dioses confabularon en su muerte. Y como Gilgamesh, teniendo en sus manos la planta de la vida eterna, deja que la serpiente se la sustraiga, para hundirlo pars siempre por la eternidad, en la desdicha.

La conversa estuvo deliciosa. Quisiera saber quién la llama a las 4 a.m. Quién osa.