Una persona te gusta. Los ojos de alguien te llaman. Su sonrisa te cautiva. Su forma de ladear el rostro, el timbre de su voz hablando de Zizek, de Wright y «Tell It To he Mountain» de Baldwin y «Giovanni’s Room»; de Ellison y su «Hombre Invisible» ,del hip hop, Rakim y sus Casualties of War, de Lacan y de Buenos Aires, de Washington y la «Gogo Music», el imperialismo y Bush, las izquierdas, los piquetes en la plaza de Mayo, «La Toma», el helado de tiramisú (Nunca pidas tiramisú en Buenos Aires…), los bichos en el cuarto de su hermana, Fabrizio y su pareja, la depre y la toma de decisiones, etc. Otra vez, como la primera, la luz del W como fondo, un jugo de cranberry, a cup of tea…
Me he despedido con varios besos y luego me he dejado despierto toda la noche. Y es complicado, ese brillo jaldo en su mirada, ese dulce clavel modificado, entre la creme brulee y el dulce pie.
He despertado otra vez tarde. Antes del almuerzo lo rescatable es haber terminado con el sabor dulce en la boca de la odisea de Lena Grove, el periplo con los fantasmas de Hightower y el agonizante final de Christmas. Faulkner, Faulkner. Si estuviera Ferrando ya escuchaba su voz roca trepidante: Faulkner para todo el muuuundo!!
El insomnio de las dos de la madrugada me hizo encender la laptop y entrar a esta tragi-comedia donde mi hermano se debate entre el amor de tres mujeres: la doctora, la rubia y Hugette. La diosa del ocaso, aconsejaba lo mejor que se puede aconsejar. Sana envidia mientras chupaba su mango. En el fondo creo que la doctora tiene que ser la mejor. 19 , a punto de terminar la carrera, piscina y casa en Asia… ¿Se puede pedir algo adicional?
Al final sobre las 5 me he dormido escuchando a Sinead O’Connor y su «You Made Me the Thief of your Heart».
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