
Cuando vino por primera vez a Nueva York, en invierno, a mi padre le extrañó mucho el sol. El sol que no calienta. «Explícame ¿cómo es posible que haga ese solazo y tremendo frío?»
Nuestros inviernos cuentan con muchos días oscuros y depresivos; y de pronto, una mañana se aparece un sol que no calienta nada pero colorea el ánimo.
Hoy fue un día de aquellos. Un sábado reposado de lectura. Le comenté a Tommy McGirr sobre lo que decía mi padre y me dijo:
«En invierno el sol está más cerca ¿sabías o no?»
Claro que no. En la Recoleta teníamos un profesor de ciencias naturales que era una bestia. Además, nunca le presté suficiente atención a la ciencia. «En verano está más lejos pero el sol cae directo y eso crea el calor. En invierno la posición del sol hace que los rayos caigan con un ángulo, por eso no calienta». Terminó su clase y se fue despacito por la calle, apretando su carrito solar. Qué bella tarde.
Hoy tuve una conversación con República Checa. Horas y horas de interminables comentarios estúpidos. Supongo que la intención era entretenernos los unos a los otros. De eso se trata la vida ¿no? Entretenernos mientras nos queda tiempo.
«Seize tomorrow» leo en un anuncio sobre un nuevo libro: El arte de perder el tiempo (The Art of Procrastination). Al parecer un filósofo se dio cuenta de que era un gran vago pero, por alguna extraña razón, tenía fama de ser muy productivo. Tres años después de la idea: BUM. Ahí está el libro. «¿Qué espera para correr a comprarlo?»
Y sigo leyendo: Souls and Bodies de David Lodge. Otro autor recomendado desde Dresde.
Fíjense en esta reflexión que hace–citado dentro del libro– un personaje de Graham Green, el gran literato del dolor católico en el siglo XX: «When I was a boy I had faith in the Christian God. Life under his shadow was a very serious affair…Now that I approached the end of life it was only my sense of humour that enable me sometimes to believe in Him».
Tengo fe ¿Pero en qué? Tendrán que entender que el sol optimista de Nueva York ya se ha ido a estas horas (8 de la noche) así que la reflexión seguirá allí girando, dando vueltas y esperando. ¿Esperando qué? ¿Sólo Dios dirá?
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