Esta noche MVLL presentó la edición en inglés de su novela The Dream of the Celt en The Americas Society de Manhattan.

En el ensayo que acompaña a la edición conmemorativa de los cincuenta años de La ciudad y los perros, Javier Cercas dice: «Vargas Llosa ha escrito, al menos, desde mi punto de vista, cinco novelas que son obras maestras: La ciudad y los perros, La casa verde, Conversación en La Catedral, La tía Julia y el escribidor y La fiesta del Chivo. Que yo sepa nadie ha escrito un conjunto de novelas comparables a ese. Nadie».

Y esta noche allí estaba. Sentado frente a nosotros en una conversación íntima con su traductora, Edith Grossman: el único escritor de novelas en español que ha producido, al menos, cinco obras maestras. Un setentón que conversa con calma y responde las preguntas del público con delicada cortesía. «No puede firmar libros. Se ha sometido a una cirugía la semana pasada y nos pidió que no podía firmar», dice uno de los organizadores.

La conversación íntima se ha prolongado por más de una hora. A las preguntas formuladas con cautela y con respeto, Vargas Llosa responde con el fanatismo del amante literario. Dice que nunca ha releído Los tres mosqueteros por miedo a no sentir lo que sintió cuando leyó a Dumas de joven. Renueva su pasión por Faulkner y por Dos Passos y refresca memorias del bendito día en que llegó a sus manos una traducción de Santuario. Dice que, después de todos estos años, ha descubierto que pasar varios meses de su vida tratando de entender Question de méthode de Sartre fue una pérdida de tiempo.  Defiende la presencia de la sexualidad en toda novela escrita con ambición. Dice que nunca escribirá una novela con un personaje estadounidense, pero que tampoco pensaba escribir una novela sobre un independentista irlandés «y ya ven lo que pasó».

Dice estar escribiendo otra novela basada en una historia del Perú. Se explaya en Joaquín Balaguer, en esa frase con la que el viejo mandatario lo enmudeció: «La corrupción llegó hasta la puerta de mi despacho pero nunca entró». Nos asegura que el riquísimo personaje del ex presidente dominicano se merece una novela. Dice que está contento con la elección de Barack Obama y que «si yo hubiera sido ciudadano americano, yo hubiera votado por Obama». Asiente cuando Edith Grossman recuerda haberle pedido acceso a «los originales» de una carta mencionada en La fiesta del Chivo » y  que Vargas Llosa le respondió, como denotando que aquella carta jamás existió: «Edith, yo soy escritor.»

¿Es fuego la literatura?

Mario Vargas Llosa y Edith Grossman conversan como dos viejos compadres. Ahí está el hombre que alguna vez quiso ser presidente de una república. Ahi está el Premio Nobel, respondiéndole al respetable. Ahí estamos nosotros pensando en el compromiso inquebrantable que tiene un escritor con el universo. Vargas Llosa responde una última pregunta: ¿Por qué no hay amor en La guerra del fin del mundo?

Y se mete por última vez en un personaje, en la mente ya derrotada del Marqués de Cañabrava, que somete a una sirvienta creyendo someter al Brasil entero. Se cierra la sesión. MVLL es apurado hasta el elevador. Patricia lo espera. Fin de la noche.