Regresando de estacionar el auto en la callecita al lado de la estación de tren, me ha dado por pensar si mi vida no es demasiado apacible. ¿Le falta drama? Tal vez. Supongo que ésa es una de las ventajas de la buena vida marital.
Porque no todos los matrimonios deben estar excentos de drama, como lo puede comprobar cualquiera que haya leido la reciente biografía autorizada de V.S. Naipaul. Misógino, abusivo y racista. La periodista que le hace la reseña hoy en el New York Times dice que en las partes donde Naipaul abusa de su primera esposa se le hacía un nudo, de la rabia.
Ayer, regresando de la universidad, me detuve a hacer algunas compras y me cayeron dos copos de nieve al bajar del carro. Me quedé mirando si seguían cayendo pero allí se detuvo todo. Dos copos de nieve. El inicio oficial del infierno.
Es cierto que he estado leyendo desordenadamente. También he estado trabajando desordenadamente. Y relacionándome con cierto desorden. Pero entre las teclas y la pantalla llegó la voz de Rachele desde Italia y se cambió su estado de ánimo a «contentissimo». Es una genia en literatura inglesa, quién lo diría. El español ni lo mastica y nuestro intento de entablar una charla en italiano se fue al diablo cuando después de un minuto de conversación me percaté que su italiano sonaba precioso pero no le entendía nada. Otra maravilla fue ver la barriga de Rossella en la computadora, en su casita de brujas en Bruselas y enseñándome la cama del camarote donde algún día nos vamos a quedar. Si es que animamos a Frances a seguirnos a Europa. El viaje ya está todo planeado, las casas han sido marcadas con tinta china en el mapa: Londres, Dublin, Belgrado, Praga, Berlin, para comenzar.
Sandra dice que estoy enfermo por estar hasta tan tarde en la oficina. Pero algunas cosas quedaron hechas. Sobre todo dos páginas del periódico que me dieron trabajo. Hubo que trabajar las fotos, en fin.
De Training Day quiero recordar el modo como el director hace que el detalle de la billetera de la niña no se sepa hasta el final. No es un truco excepcional, muy usado, pero sigue funcionando.
De The Devil Wears Prada, los ojos de la protagonista, que a pesar de sus transformaciones seguían diciendo que ella era la misma. Creo que es difícil encontrar por la calle ese tipo de ojos. Ya no se ven.
Algún tiempo atrás leí que la autora estaba sufriendo para escribir sus libros. Al parecer ya publicó otro que nadie lee. Debe ser difícil hacerse rica con el primer libro.
Libros, libros.
¿La mejor callecita de la semana? Esa cubierta de hojas amarillas, bajo el puente entre los árboles hacia la casa de Héctor y Jaimee.
¿El mejor café? El del lunes. Por la mañana, a las 11, a esa hora en que el cerebro respira aire fresco y no piensa en otra cosa que en la disponibilidad de la vida.
Disponible para todo. Presente.
¿El mejor discurso? Sigue siendo ese que he escuchado en vivo, sobre mi cama con vista al puente sobre el río Harlem, desde Chicago.
¿Las mejores líneas? Aquellas en que la sangre empieza a chorrear desde la cabeza de El Tigre. El lunes.
Y la mejor película ha sido la de Peckinpah: Major Dundee. Porque ya no se hace cine como se hacía antes. Cuando no había que decir un solo fuck (Fornication Under the Consenting of the King) para mandar a la tropa a reirse o a cruzar el rio y a bailar rancheras bajo el sol de la frontera.
Deja una respuesta