Tengo 36. Morir a los 72. Usar la mitad de mi vida en aplicar lo que he aprendido en la primera mitad. Rendir cuentas, buscar trascender. Evitar la reencarnación anticipada. Sí pues, he vivido antes. Mis órganos han sido despojados de energía (los originales, digo) y estos nuevos han sido recargados. Flota la energía, carga otra vez. La ciencia.No creo en la ciencia. Ha sido tantas veces rebautizada y convertida en mascota de los deseos ocultos de sus protectores. Creo en la vida total, en la alegría de la energía, en el amor.
Claro, podrá resultar un poco ridículo. Pero a esta edad, la ridiculez me importa un pito.
No sé cuantas veces he regresado a las mismas imágenes. Es una azotea y un océano cuyas olas inundan el pueblo y el sol dándole su color naranja.He visto girar la cerradura sin que nadie la gire. He soñado sin soñar. He visto sueños de otros. Tantas cosas ocurren sin que se puedan anticipar, pero ya estoy volviendo a lo mismo. Trataré de no robarle más ideas a nadie. Menos a mí mismo.
La cobardía ha guiado mis actos. Sospecho que mi vida hubiese sido más valiosa si no me hubiese faltado precisamente eso: valor.
Ahora es fácil mirar hacia la espalda, pero no quiero mirar después de este cruce de caminos. Es mi propósito empezar de nuevo y en realidad empezar todo otra vez. Repetir sin repetir. Porque…¿qué cosa es sino la vida eterna? ¿Un juego?¿Una broma?
Temo que si me arrepiento ahora no ha de volver el sueño, no ha de regresar lo que pretendo decir.
Quiero decir: estoy sujeto a cierto destino ¿cierto?
Y ese destino implica que asuma mi posición y siga viviendo. Siga viviendo de acuerdo a ciertos determinados parámetros. En este caso el libre albedrío es una ilusión. Y vivimos de la ilusión. Qué nos queda.
Tengo 36 y 36 años por delante. Muchas cosas que decirme y escribir, muchos caminos.