Cervantes, le quitas algunas letras y se convierte en Crane. Fácil. Trivias, todo está lleno de trivias.
Hago foco y veo perfectamente la llegada al valle de Acaville.
Observas a los pasajeros silenciosos del tren subterráneo. Las capuchas comienzan a pertenecer al paisaje, cada vez más. El cabello mojado y el frío. Las manos las percibes más rugosas y dañadas. El clima destroza los labios.
Tantas maneras de percibir las imágenes, distintos tamaños de pantalla. Las letras como una partida de Scrabble: S-Y-N-E-C-D-O-C-H-E. Cada quien lo pronuncia como le da la gana.
Otra vez volvemos a la angustia creativa. Esa que te agarra ni bien abres los ojos. ¿Para qué? ¿Qué necesidad tenemos de ser honestos? ¿Con nosotros mismos? ¿Trascender? La misma pregunta de Dominic Matei. Y Borges como una sombra. ¿Estamos aquí?¿Para qué? Carpe Diem.
Un juego, entendamos la vida como un juego. Entonces todo empieza a cobrar cierto sentido. Incluso si perdemos. Alguien tiene que ganar y alguien tiene que ser derrotado. Tal vez no nos hemos preocupado por leer el manual de juego. Hay algunos que se lo saben de memoria. Lo han releído no sé cuantas veces. Otros juegan por instinto. Dejan todo al azar, me cuento entre ellos. Hay quienes no quisieran jugar. También allí he figurado yo, tantas veces.
Sin embargo el no querer jugar no significa que dejes de ser otra pieza del gran juego y que en algún momento tengas que decidir moverte, hacerte a un lado o tumbar al rey.