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Le prendes una vela a Balzac porque con el gordito has aprendido a escribir por primera vez tu nombre. Tus lagrimas, semi escondidas en la pantalla, caen con la facilidad con la que uno se enamora de tus aventuras. Paris es bella y acurrucada en tu noble mirada: sus calles, sus torres, sus tiendas enmarcadas desde lo alto en un gracioso juego de peripecias, todo se puede haber evitado. Szidonia ha de quedarse, no puede volver, casi no hemos conversado y me ha gustado que se quede sonriendo con las flores entre los dedos y el tiempo volando como los buenos cronistas. En el restaurante de Rocco, pidiendo tallarines con salsa roja y langostinos a la Rocco. Luego el viaje necesario hacia la zona el 28 y puedes ir con calma esperando los clientes y que no te llamen para malograrte los tiempos. 100 por cada uno, 40 cada cuarto, no en Jamica, sino aquicito cerca, el taxista sabe, nos lleva, hasta que su lengua se mueve y la sacude y se enreda en mi cabeza y dice que si voy a poder. Me ha entrado sed, y las ganas de dormirme.