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Las hordas verdes caminan por las calles del downtown, leo mientras tanto un poema de Li Po. Es un libro rojo. El tren pasa con su aullido perfecto. El frio hace temblar mis manos. Mi mente vuela hacia el siglo VIII, dinastia Tang, el borracho de Li Po, preferido del emperador. Se ha quedado solo con el pico de Ching-Ting. Quiere brindar con la luna pero la luna no sabe tomar. Quiere que lo siga su sombra y ser tres, pero se tambalea en el camino. Desde el alto templo quiere tocar las estrellas, las puede alcanzar, pero no grita por miedo a despertar a los que duermen arriba. Al comer el suchi leemos lo que dice Steiner sobre el holocausto y cuan poco se parece a los sacrificios entregados a los dioses del Olimpo. Por primera vez en la historia europea son los Atilas educados, los civilizados barbaros los que han provocado el exterminio. Y la propia comunidad hebrea tiene que replantearse sus creencias, pues no saben como es que Dios pudo permitirlo..
En la tienda de libros de Saint Mark, encuentro un libro para interpretar los cantos de Pound, estaba entre eso y un libro indispensable de Steiner. Me hubiera gustado leer La Torre de Yeats.