
Una de las cosas sorprendentes del libro que colecciona artículos y columnas publicadas por Roberto Bolaño en los últimos años de su vida (1998-2003): Entre paréntesis, Anagrama (2004)*, es el amor que le profesa a la prosa de Jaime Bayly. Tomando como referencia el lanzamiento de Yo amo a mi mami y considerando los libros publicados anteriormente, Bolaño no duda en calificar la prosa de Bayly como «luminosa«, poniendo al escritor peruano dentro de un grupo de 10 escritores latinoamericanos cuya narrativa podría considerarse «viva».
«Heredero de Vargas Llosa», «el oído más maravilloso en la ficción en español», «extraordinaria fuerza en la escritura de diálogos» son algunos de los elogios que sobresalen del artículo de Bolaño y que, para mí, que he leido con muy poco cariño algunas de sus últimas novelas, me fuerzan a intentar su relectura. Sólo guardo buenos recuerdos de No se lo digas a nadie, pero sobre todo de Los últimos días de la prensa. Intenté querer La noche es virgen, en una edición pirata, pero además de la pésima calidad de la impresión, me molestó, creo recordar, el poco trabajo de edición, la decisión de contar y contar sin podar nada. Lo mismo puedo decir de El cojo y el loco.Tendré que volver al texto para ver si la culpa ha sido de un mal lector o, creo sospechar, Bolaño exagera.
Como muchos otros limeños creciendo a principios de la década de los 90, pasé grandes momentos de entretenimiento con las desfachatadas entrevistas de Bayly. Recuerdo ahora, en particular, una entrevista al humorista Carlos Alcántara, que debe estar en el decálogo de las conversaciones más entretenidas de la historia de la televisión peruana.En este segmento televisivo, la risa deviene tanto de las respuestas del humorista como de las certeras preguntas y repreguntas de su entrevistador.
Otro momento solemne en mi vida con Bayly, fue la entrevista al símbolo sexual mexicano Bibi Gaitán. Bibi, que era una doña nadie para la mayoría de peruanos, gracias a la destreza con que Bayly nos enrostró en la cara la sensualidad de la cantante (mala cantante, hay que decirlo), con preguntas subidas de tono, con dobles sentidos fascinantes para nuestra adolescencia acostumbrada a la pacatería televisiva, se convertió en un fenómeno masivo y nos llevó hasta la locura:quienes vimos el video de Bibi, regresamos alguna madrugada limeña de la borrachera en los kioskos improvisados de Chorrillos a principios de los 90, hasta las gradas del hotel Crillón, para gritarle declaraciones de amor a las ventanas donde suponíamos que ella dormía. No nos hubiéramos atrevido a tanto sin la osadía televisiva de Bayly.
Así que le guardo cariño. Así que me gusta cuando Bolaño lo piropea de escritor a escritor y hasta demuestra su simpatía y curiosidad con aquella frase de un personaje de Yo amo a mi mami, que se va a desfogar el estómago al baño con la frase: «Me voy a alimentar a los chilenos» (típico ejemplo del ingenio con que se manifiesta esa tara nacional que es el chauvinismo y el antichilenismo).
Bolaño también demuestra perplejidad e ignorancia ante el repetido uso de la palabra «pata», que equipara con el «cuate» mexicano, sin estar completamente seguro («¿De dónde viene la palabra pata«? se pregunta, cuando no existía aún la indispensable página oficial de peruanismos de Martha Hildebrandt en Internet.)
Otros autores peruanos a quienes Bolaño les dedica páginas de análisis y les sirve elogios como lector, son Vargas Llosa, Alfredo Bryce (a quien llama «un devorador de páginas blancas», equiparando esta cualidad con la de Bayly) y César Vallejo, personaje principal de su novela Monsieur Pain.
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*Para esta nota, me he servido de una edición, accesible en bibliotecas de los Estados Unidos, de Entre paréntesis, en inglés: Between Parentheses, New Directions, 2011. Las citas, en esta nota, son mis traducciones del texto en inglés.
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