Cierta mañana el camión apenas si puede pasar por el estrecho camino hacia el pueblo. Los pasajeros se inclinan sobre la madera y aprecian el precipicio. El olor a polvo seco y a calor está por todos lados, mientras rebota en el silenco el sonido de las ruedas del camión pasando esa estrechez, dejando atrás el acantilado, cada vez más cerca de Jaquí.