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The New York Street

Un blog lleno de historias

mes

septiembre 2009

Reglas

Oye la lenta agonía del destripador
préstale atención al dulce solaz de las muchachas
que soban sus recuerdos contra los libros.
No dejes de volar en cuerdas principales
en aguacates con condimento en limosinas hechas de dinero
ajeno.

No revises el pasado que duele a lunes
ni entretengas fábulas de animales vikingos
No hagas trampa en los negocios con los esquimales
y duerme bien, sin tregua.

Escapa una vez al día,
y levanta las plantas de los pies, huele la tierra
de los comercios amargos. No desenvaines la espada
si no sabes lo que vas a cortar.

Deja correr el agua con que lavas el arúgula
y a principios del mes saca a pasear al inocente
al hijo de todos los hijos
Piérdete en el pasillo del delito ajeno
Busca un hobbie
habla francés.

Los deseos

De niño tarareaba, como todos, esa canción que habla de los pasajeros en trance. Los aeropuertos me fascinaban por su posibilidad de convertirse en entradas al más allá. Sin embargo era un ignorante en aeropuertos. La escasez de dinero me había convertido en visitante asiduo de sus parientes pobres: las estaciones de buses. Había estado esperando en ellos, desesperando en ellos, durmiendo en ellos.

Irme lejos. Esa era la más grande posibilidad de quien viaja. Huir de las responsabilidades y de los parientes. Demostrar que era un rebelde, que la vida estaba escrita en las canciones de protesta. Así me metí a un bus por primera vez. Y allí juré que viajando, me quería morir.

¿Por qué viajas tanto? Me preguntó una vez una mujer en bikini. Casi me estaba ofreciendo un concubinato feliz en el verano. Y yo tenía otros planes. ¿Por qué viajas tanto? ¿A dónde esta vez? ¿Con qué dinero? No me creyó que los viajes felices cuestan poco, que la falta de dinero te acerca a los pueblos, te hace ver lo mejor de las personas, despierta la solidaridad del vecino y de los camioneros. Ella no podía salir ni a la playa sin la billetera llena. Felizmente tenía un trabajo pagado en la televisión, y sus ojitos prometían una carrera larga de actriz de telenovelas. Los míos estaban llenos de miseria de estar aquí. Ganas de experimentar.

Difícil de explicar. Lo mío era deseo de conocer el mundo. De gritar he conocido tal y cual cosa, he visto a un hombre vestido de mujer en esta playa, he visto a un mendigo calentándose la sopa en esta calle; he conversado con una diosa morena a oscuras, y ella no conocía mi idioma. Para estar libre de ver es que viajaba solo. Esto me permitía vivir sin testigos, y menos pendiente de los pecados.

En una silla vieja

En una silla vieja un libro busca dueño. Si lo ves flotar colócalo otra vez encima del ropero y préstale atención las siguientes treinta y tres horas.

En una tienda de ropa un manicomio ha cerrado la puerta trasera, se han escapado los contadores con el dinero.

En un país los rubios se han cortado el pelo y no han dejado nada de propina. Los negros han vendido su ganado y han comprado quinelas.

En una luz viajan dos mosquitos con corazón dorado.

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