Qué paradoja. Los griegos, quienes, como acabo de decir, amaban la vida, la existencia de la carne, la forma perfecta, tenían como ideal de supervivencia la supervivencia del intelecto puro (mente, nous). Los cristianos, que son ascetas y aparentemente desprecian el cuerpo, insisten en la necesidad de la resurrección de la carne y no pueden concebir el bendito paraíso sin la unión del cuerpo y el alma.

Mircea Eliade. No Souvenirs: Journal, 1957-1969. Harper and Row, New York 1977.