Estas eran las vacacioncitas indispensables antes de empezar otra vez la universidad. Kinde representa una de las caras de los Estados Unidos que no se ve en Nueva York. Es un pueblo pequeño, dependiente de la agricultura y de algunos pequeños negocios (sobre todo ahora que a la industria automovilística de Detroit, la capital del estado, no le va tan bien)

Esta región en particular es muy activa en materia turística. Alrededor del Lago Huron, que limita a un lado con los Estados Unidos y al otro con el Canadá, hay un par de decenas de pueblitos que dan al lago, con playas y hoteles que viven mayormente de los ingresos generados durante el verano. Una de las playas más grandes está en Port Austin que fue donde pasamos un par de mañanas disfrutando del agua dulce y apacible del lago, de la arena y el sol, que no quema tanto en estos días de fines de verano.

A fines de septiembre del 2002 ya había visitado Michigan con Lucho, el hermano de Miki, pero habíamos estado más con la familia de Jo, que fue la madre adoptiva de Coqui, mi cuñado, cuando Coqui estuvo como estudiante de intercambio en 1985. Jo vive en Caseville (área de Sands Point) otro balneario importante del Condado del Lago Huron. Esta vez también la visitamos a Jo y a su segundo esposo, Tom.

Mike condujo hasta Sands Point y Jo nos hizo pasar una tarde agradable con ellos, mostrándonos las fotos de sus nietos, nietas, hijos, hijas y también la nueva adquisición: a los 70 años se acaba de comprar una moto Kawasaki 400, y recién ha terminado el curso de dos semanas para conducir motocicleta. Tom está feliz porque Jo siempre se quejaba que no le gustaba ir en el asiento de atrás de su moto. Jo habla de viajar a Perú pero a Tom no le gusta la idea. Si bien es motociclista y navegante (tiene un pequeño yate anclado en el muelle de su casa en Sands Point) acaba hace unos días de sacar por primera vez su pasaporte. Tiene más de 70 años y aún no le gusta la idea de viajar fuera de los Estados Unidos.

El último día de nuestra estadía hemos regresado al hospitalario Bar-Hotel de Port Hope, un silencioso pueblo de pescadores, donde se arma una agradable tertulia en la barra, entre nosotros, la bar tender, un jugador de golf, un veterano de la guerra de Corea, un camionero, un pescador y otros visitantes a los que todos conocen. Tal vez lo más evidente en estos pueblos pequeños de Michigan es que la edad de los habitantes ronda entre la base 6 y la 9. El bar/bowling de Kinde al que fuimos la noche anterior, apenas tenía un par de otros parroquianos y ellos también rondaban la base 7. Es extraño porque aún es época de vacaciones. Lo que más se ve en las calles es viejos o niños. Al parecer los jovenes o no frecuentan los bares, no salen a la calle, o abandonan pronto el pueblo para irse a las ciudades.

Se respira tranquilidad y silencio. Se puede estar muchas horas en el porche de la casa de Mike sin ver pasar a nadie. Ni peatones ni vehículos. Las iglesias más importantes parecen ser la presbiteriana (a la que pertenece Mike) y la luterana. Mike, comisionado del condado, dice que ambas iglesias suelen trabajar juntas, en muchos casos.

Cuando Andrew, jefe mío y de Miguel en el club de golf nos despidió en nueva York nos deseó «good luck and get some pussy». La buena suerte se puede conseguir en estos pueblos pero la segunda parte de sus buenos deseos, en el mejor de los casos, podría limitarse a algo entre los 50 y los 70. Gill, la hija de Mike, casada y con una hija de menos de un año, nos ofrece conseguirnos una lancha para ir a pescar, pero cae la lluvia esa noche y la mañana siguiente y el tiempo no es propicio para la pesca. También ofrece presentarnos gente, pero no es fácil con la niña que le quita todo el tiempo. Le dice a Mike que si le hubiéramos avisado, ella iba con nosotros al bowling…

El veterano de la guerra de Corea mira nuestras botellas y nos pregunta por qué le echamos un limón a la Corona. Se ríe. Me pregunta cuando nací y le digo 1972. ¿Qué estaba haciendo usted en 1972? le pregunto. Probably screwing my wife responde, y todos en el bar se cagan de risa. What part of Mexico are you from? pregunta Don el camionero. Miki le repite (por tercera vez) que somos peruanos. Don se caga de risa y nos pide disculpas. Sabe algunas palabras en español: Cabrón, cerveza..

El golfista nos ha pagado una ronda y la mujer de la barra nos ofrece dos Coronas de cortesía. Luego el amigo del veterano (que bebe Pepsi Light porque tiene que manejar) nos regala otro par de Coronas. Es más de las 7 cuando regresamos a Kinde. Se supone que ibamos a estar en la casa de Mike Gage para la cena de despedida pero yo llamo para decir que vamos a estar tarde: Nos han retenido en el Hotel de Port Hope. Mike pregunta si podemos manejar de regreso.

Hay sudaderas de varios colores y tallas y la chica de la barra nos vende una por 25 dólares. Nos tomamos una foto con esta polera con un diseño de una cerveza y la cabeza de un marcianito al lado del logo: Port Hope Hotel. ¿Por qué un marciano? le pregunto a la chica y no sabe responder.

La gente alrededor de la barra también quiere saber, pero ella no tiene una respuesta. Pero sí tiene la sudadera en otros colores por si alguien quiere una. En un rincón hay un padre y su niña jugando hockey de mesa, en la tele están pasando un partido del mundial de las ligas menores y en otra tele pequeña siempre se juegan los números de las loterías estatales de Michigan. Está metiéndose el sol entre los sembríos de maíz y de frijol de soya. Se ven flores amarillas por todos lados, eso significa que el frijol está listo para la cosecha. El maíz está vendido en su mayor parte a la compañía Pioneer que produce etanol para el combustible

Mike tiene en mismo sentido del humor de su hija Gill. Al despedirnos nos dice: Port Hope will never be the same. El sol se mete entre los sembríos de maíz. El Honda Accord verde avanza entre los cruces interminables del dedo gordo de Michigan, por las rutas llenas de casas abandonadas, tractores John Deere y semáforos de luz roja intermitente. En la playa he avanzado unas cincuenta páginas de La Guerra y la Paz. Los rusos acaban de perder en Austerlitz y Nicolás ha descubierto que no necesita amar a Sonia para ser feliz. Entre los aristocráticos galpones de Moscú, rodeado por la joven nobleza, condecorado y admirado, cabalga su brioso caballo, pensando en su amor y lealtad por el Zar.

La ruta 53 nos lleva desde Kinde hasta Imlay City a tomar desayuno. The waitress there are cuter and cuter..» dice Mike de las meseras en ese restaurante. Demás está decir que las meseras tienen más de 50 años.

Natasha está enamorada de un bailarín. «No me voy a casar con alguien que no sea un bailarín» dice mientras abraza a su hermano Nicolenka. El oficial Denisov se ha perfumado y acicalado especiaalmente para esa noche. En un pueblito abandonado, entre la retaguardia de las fuerzas conujuntas ruso-austríacas el Zar Alejandro llora desconsolado mientras Nicolás no sabe qué hacer. El príncipe Andrés trata de descifrar lo que siente por Napoléon, su héroe, al que ve entre sombras bajo un intenso e inmenso cielo. Como está muy herido, los franceses deciden dejarlo al cuidado de los habitantes de aquella provincia. Antes de despedirnos Mike nota que la bandera de los Estados Unidos frente a su casa está un poco doblada. La arregla y ella vuelve a flamear, muy poco por culpa de la llovizna. Mike Nos desea God allows you a safe trip home Las callecitas de Kinde siguen solitas. El cartelito de Kinde Village Limit nos hace adiós. Por estas rutas sólo se puede ir a 60 millas por hora.