>
No se puede saber si se desea poco o mucho si no se ha intentado con ambos antes. Poco puede ser frustrante, mucho puede dejarte un sabor amargo al final. Se puede mirar a alguien a los ojos y adivinar lo que piensa y lo que siente, pero si se le mira mucho, uno termina enredado en dudas e incertidumbre.
Las callecitas pequeñas de la ciudad tienen vida propia. Caminan al lado de uno sin que podamos evitarlo. Nos agarran de la mano y nos ponen en sentido contrario. Iluminan nuestros días, algunos, otras veces terminamos perdidos de tanto haberlas andado.
La papada pontifical ya sabemos que no significa nada, con patilla o sin patilla las palabras siempre serán palabras y se las puede cargar el viento. Dos años, tres años, qué mas da. Quisiera tener más fe, pero del abuso se ha terminado casi toda. Me queda escepticismo y en él hay resquicios para cierta esperanza. Algunas llamadas telefónicas brindan esperanza, otras te hunden en la miseria.A veces crees que te han salvado pero cuelgas extenuado y perdido otra vez en el laberinto.
No hay que verle las orejas al burro, sino subirse en él y seguir andando hacia la mina. Al final a todos nos espera una veta lista para ser descajada de la roca, una limosina blanca con las luces apagadas y poquísima gasolina.
Los besos iluminan sin sal o con sal, las piedras saben a besos, las mareas traen regalos inesperados, la luna sale para todos. Algunas veces vale la pena correr las cortinas del cuarto, encender el ventilador a toda velocidad. Las luces no se apagan solas si una mano no les brinda apoyo. Hay suspiros que no significan ni mierda. Hay verdades que parecen mentiras. Hay mentiras que no valen ni siquiera pensarlas demasiado.
Foto: haikiba. (Flickr.com)