Sé que tal vez puede resultar pesado dar una conferencia de una hora y media sobre la poesía de William Wordsworth. Pero Seamus Heaney, por más premio Nobel de literatura y por más que sea considerado uno de los mejores poetas en lengua inglesa, no tiene derecho a decirle a sus seguidores (4 o 5, entre los que me cuento, que ibamos todo lornazas con nuestros libritos para que nos firme un autógrafo) que está muy cansado y que esta noche no firma autógrafos a nadie. Que tiene que regresar al día siguiente a Dublín, etc.
Se me cayó Heaney. ¿A quien le ha ganado este personaje? De las diez personas a las que les conté que iba a verlo y que tenía mi ticket para la Morgan Library con un mes de anticipación, solo una sabía quién era Heaney. ¿De qué sirve entonces ganar el premio Nobel? ¿La vida del poeta tiene sentido? Junto con Heaney se me cayó la imagen bien construìda de los irlandeses buena gente y juergueros. Este poeta contó tres o cuatro chistes monses, su conferencia estuvo para una B, tal vez B+ y ahí nomás.
Saliendo de la conferencia, furioso contra este pedante escritor de floro barato, en el tren PATH que me llevó hasta Jersey City, abrí de nuevo y me puse a leer su libro de poemas escogidos. Y bueno… Qué les digo. A pesar del mal rato, tengo que reconocer que Heaney «es un maestro». Heaney, en la misma línea de Wordsworth, tiene la facilidad de recuperar instantes de vida monótonos y al parecer carentes de sentido y transformarlos en versos bellos y trascendentes, que rescatan el valor de los pequeños detalles de la cotidianeidad. Digging es tal vez uno de sus poemas más conocidos. A mí me gusta mucho. En él, el poeta contempla a su padre cavando los surcos donde sembrará las semillas de la papa. El poeta sabe que nunca podrá hacer lo mismo que su padre, que su talento está en otro lado y que deberá cavar sus propios surcos en la vida, usando no la lampa sino la pluma.

 

DIGGING (excerpt)
Between my finger and my thumb
The squat pen rests: snug as a gun.

Under my window, a clean rasping sound
When the spade sinks into gravelly ground:
My father, digging. I look down
Till his straining rump among the flowerbeds
Bends low, comes up twenty years away
Stooping in rhythm through potato drills
Where he was digging.

The coarse boot nestled on the lug, the shaft against the inside knee was levered firmly.
He rooted out tall tops, buried the bright edge deep
To scatter new potatoes that we picked
Loving their cool hardness in our hands.

By God, the old man could handle a spade.
Just like his old man.

The cold smell of potato mould, the squelch and slap
Of soggy peat, the curt cuts of an edge
Through living roots awaken in my head.
But I’ve no spade to follow men like them.

Between my finger and my thumb
The squat pen rests.
I’ll dig with it.

Tras el enredo en el PATH y la llegada a Jersey, me recibieron los peruanos fotógrafos en su casa, con una parrillada «a la ventana», (parrillita de carbón sobre la ventana de emergencia de la cocina), 2 four-pack de la cerveza que tomaban los Hobbits, una carne de cordero que todos los presentes calificamos entre lo mejor de lo mejor; y postre de leche con gelatina de fresa, que estuvo para chuparse los dedos. Matilde quiso banquetearse con los huesos mientras contaban la historia de sus ladridos en el parque y de la persecusión al lado de la pista con el bozal y el corazón en la mano. Enrica se perdió en el dormitorio a dormir temprano y no regresó a la cocina y a Melina la taquicardia le iba y le venía. Sin embargo hacia el final de la reunión terminó llenando su vaso y tomándoselo varias veces al hilo. Es un viaje largo hasta el Bronx. Con el huevonazo de Heaney, que escribe mostro.