I was there, on the subway, on the train, over the bridge. Just shivering as the other ones. They waited at the platform or looked through the window to the man dying. Over the tallest building a signal of hope: A yellow star pretending to be black. This guy of the blue gaze, just before the seizures, was admiring the weather while the train was running over the Manhattan bridge, pretending to be blind: “Yo hablo español, solo que no lo he desarrollado mucho.”

What kind of accusation against him? How to spread the idea without the help of his eyes? ¿Cómo interpretar la historia sin la permanente acusación de su historia? ¡No temeremos a las mariposas incrustadas en el pergamino de Agamenón! ¡No desperdiciaremos el tiempo mal ganado en las pesadillas de otros! “Is that not the truth Omar?”, he asked, just before his agony. We were too busy, too paralyzed and stupid to try to answer.“He was not blind”, said the detective.

It was irrelevant to tell him that his last words were: “Better to rule in Hell than to serve in Heaven” The detective got an extra large cigarette, smiled with the precision of a tree just before falling over the river. “¿Nos quedamos a esperar a los médicos?¿Qué opinas Homero?”

─Lo dejamos. El finado no molesta a nadie y a mí me jode mucho esta calor terrible.

Esa tarde en que nos sentamos a conversar en Ayacucho, conversamos sobre esa noche. Te dije que había visto al ciego contorsionándose en el vagón del tren, que lo había visto escupir unas cuantas veces antes de dejar de murmurar. Con menos precisión, pero más o menos de la misma manera. Entonces aún no eras madre y tus senos se veían respetables bajo el brassiere con color a hueso. “Mira, esto. Tómame foto” dijiste. Y te metiste el tamal completo en la boca. Salimos otra vez a la carretera escuchando el viejo cassette de Aretha Franklin. En el recodo del río, sobre la piedra gastada me diste un beso en la mejilla. Aquella tarde de abril no tenía ni idea de lo que significaba la muerte.

Al día siguiente, en la madrugada, mi amigo me sacó de la iglesia donde tomaba fotos de las andas y las velas. Me tomó del hombro, me hizo entrar en un carro y nos fuimos hasta donde conocí a la breve muchacha de Satipo. “Córrete, córrete me decía” y yo no quería venirme porque lo estaba disfrutando más que nunca. Al final ella me la sacó porque no le quedaba otra y me la chupó hasta que me vine con el patético golpecito en la puerta. “¡Veinticinco minutos solamente!” Tal vez la chica tenía sueño, tal vez la habían despertado con todas las campanas de la Semana Santa.

A mi amigo lo encontré enderezado, con un codo sobre la barra “No pensé que ibas a tirar”, me dijo. “¿Y tú a qué has venido?” “Solo a conversar con las putas”. Se volvió a enderezar, esta vez incómodo, y me siguió hasta el portón oxidado. Nos esperaba el mismo escarabajo amarillo que nos trajo. Regresó hasta la plaza y me dejó a un lado de las andas de la Virgen, enmedio de la procesión, cegado por las cientos de velas.

Y no volví a saber de ti hasta ayer en que he leído tu nombre, dentro de un breve mensaje sobre infiernos en la Tierra. Todo esto me trajo a la memoria el incidente, las palabras en inglés del ciego antes de morir y sus pergaminos, los cuales investigo a la pálida luz de una lamparita blanca hecha en China. “Escribe bien este conchasumadre”, pienso: Sitting beside the road, watching the wagon mount the hill toward her, Lena thinks, «I have come from Alabama: a fur piece».

Dejo el libro a un lado de la mesa de noche, me monto sobre el parapeto y miro la ciudad con alguna esperanza. Frente a mi ventana hay un tren corriendo apurado sobre los rieles recién pintados de verde. Acá a mi lado tengo el agua caliente, la vasija y la navaja afilada. Hay un detalle, tal vez mínimo, pero que me molesta mientras pienso otra vez en tu nombre: Desde esta ventana mi amor, es imposible que veamos el mar.