¿Y si muriera? ¿Podré pasearme por el cielo y volver a acariciar tus cabellos? Si renunciara a la vida ¿Puedo seguir viviendo dignamente luego? ¿Acaso the dream is not over after death? Fuera lo que fuera, encauzado en el nivel de un poema o como una denuncia del derecho a vivir con dignidad, el drama de Ramón Sampedro ejemplifica el drama de todo el que clama su derecho a la eutanasia. Cuán difícil puede ser para mí decirlo en este momento, pero nadie sabe cuan cerca o cuan lejos puede estar el momento en que se ha de necesitar ejercer este derecho. El cine, hoy, fue obra de Annerys, ella sugiere y encuentro que después de su clase en ALCC , las 6:45 es la mejor hora. En el Sunshine. La veo reír y llorar. Lo que han hecho Amenabar y Bardem es notable, pues han construido a un personaje inolvidable. Con esas frases breves, con ese tono de ironía y humor negro, el personaje cautiva desde el principio. Y su encuentro con el cura, si bien directo, es lo mejor que se ha puesto en el cine masivo contra la iglesia, creo, desde que Buñuel hizo cine. Si bien éste prefería poner una escopeta en sus manos o burlarse indirectamente de su pomposidad e hipocresía, Bardem, mucho menos sutil, concibe esta escena para establecer mejor que nadie antes que él, su postura frente a la de la Iglesia. El debate en la pantalla, con el estado y el arzobispado. ¡En un filme! La escena final me parece, hasta cierto punto, robada de Dead Man Walking, si bien Bardem no es Penn, –y Ramón no es un asesino–. El desenlace es el punto final que se necesitaba. Ver a la abogada mirando el mar desde un cerebro vacío, es lo que nos faltaba para tener todas las claves necesarias para el debate: ¿Vale la pena que viva? Ella ejemplifica el drama de Ramón, eligiendo vivir sin dignidad, respirando pero sin sentir, sin saber, sin reconocer, vivir porque otros decidieron que vivas o solamente porque no tuviste el suficiente valor de quitarte la vida. Annerys estaba llorando y no la culpo. Antes de dormir he seguido con el Western Canon de Bloom y algunas frases deliciosas sobre Shakespeare que redondea como creo que siempre lo quiso hacer: El Canon es Shakespeare. Coincido con la carta de la Roja en que «si hubiera un canon de criticismo para Bloom, él se pondria en el centro». El canon es Bloom diria él. Por otro lado, debo anotar que la Roja lo conoce en persona, de Yale, y lo representa como un gordo lascivo, libidinoso, que acosa a sus estudiantes hembras.
La Rojita me ha sorprendido pues le gusta también el libro de Gutierrez: Trilogia sucia de la Habana.
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