«Se murió Wata» me dijeron hace dos noches, y me agarré bien a mi botella de Corona medio llena. «Noo». Qué noticia. La persona que me lo dijo creyó que yo ya me había enterado. José Watanabe, uno de los mejores poetas vivos del Perú.
«Cáncer» me dijo mi amiga, entre uno y otro hot-dog a medias, en la esquina de calle West 4 con la Sexta Avenida. Y que todavía no podía creerlo. Sólo 61 años.
Recuerdo haber abierto a fines del 2006 El Guardián de Hielo, un libro más en mi pequeño estante de poemarios. Tenía la intención de releer algunos versos. No pude cerrar el libro hasta leer el último poema. Qué fascinante el poder de las imágenes convocadas por las líneas de Watanabe.
Hace una semana estaba buscando una foto suya para mi blog. Para ese artículo de Pedro Coronado en Mar con Soroche. Y recuerdo haber encontrado una foto suya, jovencito. Carajo, cómo pasa el tiempo.
Se murió el Wata. Iba a escribir sobre otras cosas, sobre Los Versos Satánicos y Rushdie, sobre el artículo de Diego Guerra para 68 Revoluciones. Será mañana.
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