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The New York Street

Un blog lleno de historias

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José Watanabe

Imitación de José Watanabe (que imitaba tan bien a Basho)

Veo tus pies apoyados contra una carpeta fría y en desorden/ Veo mucho más pero nada que merezca mencionarse cuando piense en ti.

En algún lado vencieron al silencio tus palabras y de tus labios/ brotó una llamarada.

De tus piernas lisas flojeó una zapatilla/ y caminé con tu sonrisa

Me apuraba en contestar y tú te demoraste/ como si nos quedara tiempo

El viento llegaba desde las esquinas y en la noche/ tus dedos danzaron

Mi memoria siempre pierde batallas como ésta. Se afana con recuerdos amplios y sólo graba lo esencial/ Yo soy esa sensación de verte, no soy las sombras que nunca recordaré.

De aquellos sus versos


«Se murió Wata» me dijeron hace dos noches, y me agarré bien a mi botella de Corona medio llena. «Noo». Qué noticia. La persona que me lo dijo creyó que yo ya me había enterado. José Watanabe, uno de los mejores poetas vivos del Perú.

«Cáncer» me dijo mi amiga, entre uno y otro hot-dog a medias, en la esquina de calle West 4 con la Sexta Avenida. Y que todavía no podía creerlo. Sólo 61 años.

Recuerdo haber abierto a fines del 2006 El Guardián de Hielo, un libro más en mi pequeño estante de poemarios. Tenía la intención de releer algunos versos. No pude cerrar el libro hasta leer el último poema. Qué fascinante el poder de las imágenes convocadas por las líneas de Watanabe.

Hace una semana estaba buscando una foto suya para mi blog. Para ese artículo de Pedro Coronado en Mar con Soroche. Y recuerdo haber encontrado una foto suya, jovencito. Carajo, cómo pasa el tiempo.

Se murió el Wata. Iba a escribir sobre otras cosas, sobre Los Versos Satánicos y Rushdie, sobre el artículo de Diego Guerra para 68 Revoluciones. Será mañana.

El derby de los penúltimos

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El mejor cuento peruano que se ha escrito en el siglo XX se llama El derby de los penúltimos. El autor se llama Fernando Iwasaki y tuve el gusto de conocerlo cuando vino a pasar unos días a Nueva York. Entre wiskacho y wiskacho, junto a nuestro amigo, el erudito Camilo Torres, tuvimos una fascinante tertulia literaria que se prolongó hasta pasadas las tres de la mañana, en que cerraron el café Dante donde la mesera, una deliciosa representante de la belleza croata, nos tomó la foto que ilustra este mensaje.
El derby de los penúltimos enlaza el universo de la bohemia limeña de las primeras décadas del siglo XX, con una descripción casi cinematográfica de fumaderos y burdeles de antaño y la precisa caracterización de algunos jóvenes intelectuales como el tullido Mariátegui o el dandy Valdelomar. Entre escena y escena, Iwasaki encaja comentarios que ilustran las rivalidades literarias y la vida nocturna de aquél círculo de compinches a los que unía tanto la pasión por la literatura y la política como el gusto por la jarana, las putas, el opio y la juerga.
Las peripecias del narrador , Froilán, y del poeta peruano, pierolista y feroz partidario republicano Félix del Valle nos llevan hasta los días posteriores a la toma de Madrid por las fuerzas de Franco donde Froilán, como funcionario de la embajada, ayuda a Del Valle a exiliarse a Buenos Aires. Unos años después, ya en la capital argentina, Del Valle , el narrador, Bioy Casares, las hermanas Ocampo y el joven Coco Lucho Borges–nunca se mencionan sus nombres, pero la descripción es infalible– , asisten a un truculento duelo gitano en el cual Del Valle resulta vencedor y, tras el cual el sensible joven Borges, impresionado, decide escribir un cuento que inmortalice la hazaña del peruano. El cuento se ha de llamar: El sur. (Lo sospechábamos: su cuento tiene más aire a duelo de chairas y chavetazos limeño, que a desafío gauchesco, pero necesitábamos la pluma inspirada de Iwasaki para que nos lo confirme.)

No he leído a otro cuentista peruano con tal soltura y dominio de las herramientas del lenguaje y de las figuras literarias. Allí está Loayza, sí. Pero Loayza en sus mejores cuentos se parece mucho a Borges, mientras que Iwasaki en sus mejores cuentos se parece a Iwasaki (con los pros y con los contras de esta cualidad, y que otros ya habrán señalado). Desde entonces –o antes tal vez, no lo sé, porque no he leídos sus cuentos anteriores–, le viene a Iwasaki la manía por retratarnos a personajes de la literatura en situaciones al margen de sus biografías oficiales. Como explicándonos la historia que hay que conocer para entender el nacimiento de sus obras. La técnica la ha seguido puliendo con los años, y la utiliza con éxito en su última novela, Neguijón, en la que acomete contra la digna figura del homosexual Cervantes.
El derby se puede leer dentro de la colección Un milagro informal de editorial Alfaguara.

José Watanabe: El guardian del hielo

El poeta José Watanabe, autor de El Guardián de hielo

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He viajado hasta el continente de Mamaroneck, apedreado por el granizo diminuto, por la temperatura rozando el          cero. Mi primo abre media docena de cervezas y el sabor de la cebada ataranta el clima de mierda. Los libros de Lima han llegado mojados pero el alma de los versos del Guardián del hielo de Watanabe ha permanecido intacta. En el camino de regreso, abro las primeras paginas de Loayza, de su breve antologia y disfruto con su prosa sencilla y directa. El primero es sobre las andanzas del Inca Garcilaso, heredero de incas y de nobles peninsulares, cuatro decadas alejado de su patria, para educarse en las bibliotecas de Europa y regresar y antologar los recuerdos recontados por su madre y sus criados, para criticar el olvido antojado de los invasores, para antojarse heredero principal del quechua y elegido para multiplicar la historia y las costumbres del imperio avasallado. Loayza escribe concisamente, sus notas son exactas, no hay excesos, no hay datos que no sean bienvenidos en su discurso. Lo mismo pasa con el texto sobre El Lunarejo, el primer indio en traducir Virgilio al quechua (texto que se ha perdido) y en cobrarle la revanca a un literato europeo, respondiendo en su Apologético a Luis de Gongora, venciendo mediante su irrepochable pluma.
Del Lunarejo dicen que los nobles se levantaban con el pan para coger los mejores asientos de la iglesia, que sus sermones son lo mas precioso de aquel siglo de choques y de destierros, que sus diatribas contra la gula iban sazonadas de imagenes tan precisas, tan nitidas, tan hermosas, que invitaban a cometer los mismos pecados que su voz condenaba.
Camilo dice que a ordenes suyas se incendiaron a su muerte todos sus poemas eroticos. Y aquella tal vez sea la perdida mayor de la literatura peruana de los siglos posteriores al descubrimiento.
Loayza es lector avido de James y de los ingleses. En su estudio de abogados pronto empezaron a faltar los folios y a sobrar los libros de literatura olvidados en los cajones de los negocios. Borges es el unico escritor americano con el que se le puede comparar. Y sus meciones al Perú son estudiadas, placenteras y esplendidas.
En el graduate Center he impreso el Peruvianorum Fragmenta de Santiago del Prado, publicado en el numero 44 de Hueso Húmero. Me he cagado de la risa tomando un panini con mozarella en el Esperanto, en el East Village, calle McDougal. Estaba muy rico y la lectura muy sabrosa. Pasaba deliciosa con el smoothie de fresas.

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