¿Quiénes están a cargo del mundo? dijo el mendigo. La portera del edificio, una hembra negra, gorda, con los labios destrozados por el frio y los dientes careados, respondió: Yo.
Esto lo exasperó. Él estaba seguro que su pregunta era trascendental, que nadie (y mucho menos ella) estaba en el derecho de burlarse.
-Lárgate de acá viejo de mierda, dijo la portera, mientras agitaba su manotas en forma de mangos podridos y espantaba al mendigo fuera del edificio.
-I am a fucking latino writer. I am a fucking latino writer. Gritó. Pero ella no lo escuchaba. Además de ignorarlo se puso los auriculares gigantes y la música se desparramaba más allá de sus alcachofadas orejas hasta los oídos necios del mendigo que seguía quejándose, diciendo que él era un fucking latino writer y que tenían que respetarlo.
La portera seguía escuchando su música. Sacó un sandwich del amplio bolsillo del abrigo, un sandwich de algo que apestaba. El mendigo no podía soportar aquello así que se dio la vuelta y salió.
Hacía frio en la calle. Todo el viento de Central Park le caía en la cara. El viento y una que otra meada con regalito de los pájaros que pasaban de gira todas las mañanas sobre los caballos del parque. La muñeca vino caminando directamente hacia él, con los rulos dorados y la sonrisa inmortal.
-You are a fucking homeless. le dijo. Y el mendigo no pudo entender o no quiso. Obvio, él quería ver la belleza y la inocencia de la niñita rubia, pero no contaba conque era hija de dos padres intelectuales. Allí venían detrás de ella, a cierta distancia, como para no asustar a la pequeña o para no asustar al homeless. Seguramente tendrían preparada para ella una brillante educación privada y ya le habían enseñado la palabra fucking, como algo normal. Estamos en Nueva York pues.
-¿Quiénes controlan el mundo? dijo el mendigo, como probando y tratando de tragarse la tristeza.
-Yo, dijo la niña, agarrándose un rulito, coquetona, como para probarle que además de ser muy lista, también había aprendido español la condenada. Homeless violenta retirada, por la veredita escondida del parque. ***