Puedo devorarlos con los ojos, dice ella. Y tal vez es cierto. Creo que lo mas rico que tiene. Habla pausada, pero no es la cucufata que yo creia. Son las mascaras, dice. Para que no confundan sus intenciones.
Pero lo que desea con mayor ansiedad es bailar pegadito, que la inviten a salir. Tiene unos ojos marrones claros, deliciosos. Y la vista sobre el lago congelado, con el fondo de los perfiles sobre el parque, con el viernes que se desvanece de todos los colores, los senderos oscuros se bifurcan interminables, recorremos todo lo que podemos antes que nos aplaste la noche. Me quedo con esa vista de Central Park y con el atardecer en el puerto. Cuando estuvimos en Brooklyn Heights estaba demasiado nublado.
Llego sobre las 7 a la casa de Rachel,que esta completamente de negro y mas delgada. Alejandra toma una ducha y salimos. La fiesta en Naciones Unidas primero parece una kermesse, las actuaciones no se han organizado, los encargados de los artistas, la comida, el sonido, parece que han improvisado. Felizmente, cuando se acaba el escenario y empieza a sonar el baile, entran en ese ritmo todos. Los paises representados son, al menos que yo sepa, India, Sri Lanka, Cuba, Argentina, Mexico, Bolivia, Peru, Japon, Italia, China, Estados Unidos. Alejandra sentada, mira la caminata acomplejada del cantante de JAS. Sigue de cerca a la bailarina de «booby dance». «Ese tipo necesita ayuda». Me gusta la naturalidad con la que baila y sonrie Alejandra. Pero sigue obsesionada con la vejez. Volvemos en taxi, en su departamento, neuro enciende un porro pero paso. Me fumo un American Spirit mientras Gianpaolo arma el estante que se ha comprado en Home Depot y revisamos las fotos del arbol gigantesco al lado de las residencias de Ford y de Edison en Fort Mayers, Florida. Las fotos del cocodrilo respirando sobre el agua en los Everglades, los retratos cuatro dias antes el 11 de setiembre. El regreso hasta Brooklyn con Ale, cayendo dormidos. Alejandra cabecea, yo he preferido bajarme en Bergen y caminar, demoro menos que esperando el A en Fulton Street.
El libro que saco esta tarde, y que he leido solo en el tren antes de encontrarme con ella, es The Turn of the Screw, de Henry James. Me ha atrapado. Todo lo que lei antes de James, fue esa separata donde defiende la novela por la novela. La misma trichera de Conrad, y de Borges. El idioma es fabuloso, igual que la historia. Pero voy apenas por los primeros folios.
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