Enredada como un ovillo en la cama. Su piernas reflejando la intensa luz rosada del cuarto. Por la ventana un ruido donde se mezclan bocinas y voces que pasean sus cuerpos fríos en diciembre. Una cantina hubiera hecho el truco, pero ahora la he encontrado a ella. ¿Me vas a decir lo que sigue? Se acurruca a mi lado. Siento placer en estar calmado y en paz. «Sé que tú me has de traer el mal. De a poquitos, en bocanadas de respiración artificial» 😉

Miro el pasado. Percibo detalles que hasta entonces jamás me habían perturbado, nunca se me había cruzado por la cabeza pensar en arrepentirme ¿De qué? ¿Acaso pude hacer algo mejor? Lo tenía todo planeado. El mundo funcionaba como una máquina perfecta. Y al control de esa máquina, estaba yo.

Los periódicos amarillean al lado de la ventana. Hay un hedor a rata y humedad que no me deja dormir. Tengo que hacerlo, de otro modo sólo me voy a poner a pensar. Pensar y pensar, imaginar que puedo llamar a éste, a este otro. Que puedo tejer otra vez todo y enredar a ese y a ese tal vez. Reclamar favores que me deben ,exigir que se me respete. Volverme loco pensando en todo el poder que he perdido. Caer en picada. ¿Arrepentirme? De algo me va a servir el haber estado en peor posición que esta. Yo he pasado hambre también. Se han meado en mi antes. Puedo soportar el hedor de las ratas. Es que apenas si ha pasado una hora y..tengo que dejar de pensar. Dejar que transcurra el tiempo. Imaginar que soy un tipo normal, sin poder, sin nada.