Estos últimos tres días he tenido una instructiva discusión a través del e-mail con una amiga, veterana de las protestas anti-Fujimori. Leer mis respuestas y las suyas me ha servido para aclarar ideas y establecer conclusiones:

Primero. Es necesario que se enjuicie a Fujimori, porque parece ser la única manera en que el ex presidente es capaz de sentarse y conversar sobre ciertos temas que no son de su agrado: violaciones de los derechos humanos durante su gobierno, manipulación de autoridades y medios de comunicación, entre otros.

Segundo: Es necesario que también se revisen los expedientes de Alan con el mismo celo con el que se han revisado los expedientes de Fujimori. Y que se discuta en los medios masivos por qué García sale librado de polvo y paja mientras Fujimori está sentado en el banquillo de los acusados.

Tercero: Es necesario darle crédito a Fujimori por haber intentado plantearse objetivos de gobierno y desarrollo más ambiciosos que los de sus antecesores Belaúnde y García. Mientras estos dos se contentaron con un país semi destrozado, parece que Fujimori se planteó la construcción de una nación moderna, estableciéndose metas que le permitirían conseguir objetivos más ambiciosos, como el del establecimiento de las bases para un país desarrollado.

Reconociéndo los logros, es posible hacer las críticas: Fujimori creyó que el poder era para siempre. Fujimori intentó perpetuarse en el poder. Fujimori estableció el culto a su persona. Fujimori nos llevó otra vez a la senda del caudillismo de la que los peruanos parecemos no poder librarnos nunca. Fujimori destruyó las instituciones democráticas puesto que éstas no estaban pensadas para funcionar si él no estaba dirigiéndolas.

Producto de ese autoritarismo es que suceden todos los abusos durante el gobierno de Fujimori. No es difícil imaginar funcionarios y autoridades que abusaban del poder (léase: asesinar, torturar, utilizar la SUNAT para establecer cargas tributarias sobre las empresas de sus enemigos y controlar la información que podía salir en los noticieros) creyendo que la presencia indefinida de Fujimori les aseguraba la impunidad.

Es cierto que muchos funcionarios honestos, que creían en la visión del Perú de Fujimori, contribuyeron a que se consiguieran muchos de los objetivos que Fujimori se adjudica. También es cierto que se necesitaba una cabeza lúcida, una persona trabajadora y provista de una visión a largo plazo en el cargo más importante del poder ejecutivo, el de presidente de la nación, para que el país consiga esos objetivos. Ambos fueron indispensables.

Fujimori representó en cierto momento de su presidencia esa opción. Sin embargo, por voluntad propia, decidió lo que decidió. No es extraño que hayan sucedido abusos durante su gobierno, pues este, a partir de cierto momento, se revisitió con todas las características de una dictadura.

Su figura crece cuando se le compara a la de Alan García y a la de Fernando Belaúnde porque estos dos fueron presidentes inefectivos, incapaces. De oratoria elocuente pero limitados en el manejo gerencial del país. Frente a ellos los problemas del país siempre parecieron enormes, irresolubles.

Fujimori creyó que era posible un país sin lucha armada, con un sistema de tributación moderno, con carreteras que unieran los pueblos más alejados, sin la dependencia económica del narcotráfico, con fronteras permanentes y conflictos fronterizos definitivamente solucionados. Y trabajó para conseguirlo, es ridículo afirmar que esos problemas se solucionarosn solos. Fujimori fue más efectivo que sus dos antecesores y en el futuro podremos comparar a los presidentes que vengan, sabiendo lo que es posible hacer cuando se habla poco y se trabaja más, cuando hay metas y voluntad política para solucionar los problemas.

Sin embargo, es indispensable el juicio a Fujimori para estar seguros de que se puede construír el Perú respetando el derechos de todos a opinar libremente. Y para que Fujimori confronte a las víctimas de los abusos y la persecusión de sus subordinados.

Además, porque necesitamos estar seguros de que él ha entendido el tamaño de la verguenza que atravezamos como país cuando él renunció por fax y se refugió en el Japón, dejándonos con el recuerdo de los vladivideos y con la lamentable certeza de haber sido engañados, de haber vivido en un país de fantasía donde la verdad y la mentira se dictaban desde una oficina del SIN.

Sin excesos, con respeto pero con decisión, queremos el juicio a Fujimori porque nos interesa que sepa la verdad de muchos peruanos. Y porque necesitamos que él nos diga la suya.