
Ustedes me han visto. Soy pequeño, hablo inglés con acento, vivo más o menos entregado a mi trabajo, mi oficio literario y mi familia. Vivo bastante distanciado de mi país, si bien intento estar presente, disponible y mal que bien informarme a grandes rasgos sobre una realidad que en teoría comparto, pero no a diario.
No deberían de obsesionarme demasiado los problemas del Perú y del mundo. Pero sí. A veces me detengo a mí mismo cuando empiezo a compartir entradas en Instagram que tienen que ver con decisiones políticas en Estados Unidos, en Perú, en Israel y el mundo árabe, en Europa, más que nada de temas sobre los que nunca he decidido darles demasiado tiempo pero que me conciernen.
Entiendo que entre mis amigos en las redes sociales hay personas que votaron por Trump o que votarían por Vox en España, por Porky en el Perú, o que respaldan con su silencio lo que está haciendo Netanyahu en Palestina, lo que está sucediendo en Estados Unidos con los inmigrantes, la violencia con la que se habla de ideas progresistas y de corte liberal. Creo que hacia ellos van estas ráfagas semi inconscientes de información (casi siempre corroborada con cifras o por expertos). Lo hago porque no me atrevo a decirles en su cara que sus opciones políticas van en contra de una de mis convicciones más fuertes: la prepotencia, el abuso de poder y las políticas autoritarias suelen terminar en catástrofes que habrá que limpiar, tal vez regresando al punto inicial después de varios años de haber avanzado en el sentido contrario. Hay ejemplos abundantes , Fujimori tal vez sea el más claro.
Por otro lado, esta actitud manifiesta un deseo de diálogo. Quiero escuchar argumentos que respalden también con cifras y con estudios serios las decisiones políticas contra las que hablo. Pero lo único que suele llegar desde el otro lado de ese esfuerzo por informar es el sonido de los grillos. Ayer escuchaba en un episodio de What Now, el podcast que conduce Trevor Noah, una conversación grabada en enero de 2025 con Robert Putnam, un académico que ha intentado encontrar la raíz de los instintos autoritarios en los Estados Unidos y ha encontrado que el problema principal es el aislamiento y la falta de comunidades en las que se puede conversar con el vecino o el desconocido, o descubrir cómo es la vida del otro (Bowling Alone se llama uno de sus libros)
Sospecho que aquello podría explicar la fascinación con Trump en los Estados Unidos (Putnam dice que Trump es un club en los que muchos «solitarios» han encontrado cómo identificarse como grupo: usan la misma gorra roja, siguen al mismo líder y repiten sus slogans). Sin embargo ¿cómo explicar la fascinación de los argentinos con Milei, o los brasileros con Bolsonaro?¿No será la teoría de Putnam parte del mismo problema de ceguera liberal que ha empujado a muchos votantes demócratas a abandonar ese partido y darle el beneficio de la duda al actual presidente?
Porque a veces pensamos que el problema son los rojos, los magas, los seguidores de DJT y nos olvidamos que el trabajo del otro partido tiene que ser siempre «atraer» al votante, simpatizar con sus problemas y ofrecerle soluciones que empaticen con sus dilemas existenciales y del día a día.
Pienso en el Perú. Por más que aborrezca la represión de Dina Boluarte y las políticas cavernarias de muchos operarios, no puedo ignorar que hubo gobiernos de izquierda que la precedieron (anotando que ella es la vicepresidente del izquierdista Pedro Castillo) y que en vez de solucionar muchos de los problemas del país los agravaron. A diferencia de los Estados Unidos, siempre que tengo un argumento contra las políticas de Dina, me mandan mensajes amigos peruanos que me recuerdan por qué es necesario un país estable y ordenado, por qué no se puede crear nada sin estabilidad (Lo cual a mí me parece más un llamado a que las fuerzas opositoras de izquierda se organicen alrededor de líderes responsables más que un espaldarazo al gobierno de esta líder política tan poco preparada para el cargo, que ejecuta un plan que no tiene nada que ver con el que los peruanos la votaron.)
Trump –dice Putnam– esun oportunista que ha encontrado a millones de estadounidenses desencantados. Es un vendedor de babas de serpiente cosechando la desilución de los ciudadanos que no ven propuestas que empaticen con ellos en el otro partido. Esta sociedad ha cedido a la tentación del dictador que promete solucionarlo todo, él solo, sin nosotros.
Me parece saber, basado en la historia, cómo terminan de mal esos experimentos.
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