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The New York Street

Un blog lleno de historias

fecha

27 marzo, 2013

Sobre los Underwood y House of Cards

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Netflix era sólo un sobre rojo. Lo encontré por primera vez en un kiosko promocional, en un centro comercial de San Francisco. «¿DVDs en sobres?«,  la idea me parecía descabellada.

Unos meses después, era un adicto. Perdía muchas horas en acomodar mis películas en la lista de espera, sabía de memoria la rutina del cartero, metía al sobre el disco recién visto y corría hacia el buzón más cercano.

Ahora Netflix es un control remoto con un botón rojo que lanza menús, reprograma películas favoritas y depende de una señal de Internet. En mi casa, por lo general, la conexión es rápida.

Netflix fue mi adicción de invierno en Brooklyn. Se complementaba con mi primer reproductor de DVD comprado barato en Circuit City, y con una tele Samsug liviana, con pantalla más ancha que alta, color aluminio, colocada sobre un ropero blanco de IKEA que al mudarme al Bronx se terminó de romper en pedazos. Allí lo vi a Bergman, Kurosawa, Renoir, Kubrick, Allen, Wilder, Ford, Huston, Ozu, Coppola, Welles, Truffaut, Godard, Wilder, Antonioni, Peckinpah, Almodóvar, Fellini, De Sica, Miyazaki, Scorsese, Leone, Yimou, Fassbinder, Lang, Hitchcock, Griffith, Chaplin, Kusturica, Von Trier, Wenders, Ivory, Coen, Yimou, Olivier, Tarantino, etc. Esos son los directores cuya obra conocí, muchas veces por primera vez, gracias al sobre rojo. Aquellas experiencias están registradas en este diario de mi vida en Nueva York.

Recuerdo, por ejemplo, la larga cola de espera por  La batalla de Algiers, la llegada de ambos sobres de Kill Bill; la frustración porque se posponía eternamente una reedición de The Dead; la aparición bajo la puerta de Withnail and I.

Con el disco de Tokyo Story aprendí sobre los «tatami shots» de Ozu; con el comentario de Ugetsu, sobre la putanesca vida de Mizoguchi; con The Hidden Fortress, sobre la influencia de Kurosawa en la Guerra de las galaxias de George Lucas. Vi como un director puede crear violencia sin mover la cámara, en la larga temporada televisiva de Escenas de la vida conyugal.

Estas últimas dos semanas, omnipresente encima de la chimenea, convertido en competencia de los canales de cable, Netflix me ha presentado a Kevin Spacey en House of Cards.

Los esposos Francis y Claire Underwood, desde las calles de Washington D.C., representan al animal hambriento de poder en el Bestiario de los Estados Unidos: controlan las cuarenta versiones de su futuro político, toman sus decisiones con las armas modernas del contagio electoral: Twitter, el iPhone y los radares políticos subterráneos del periodismo investigativo en Internet.

Es una historia vieja y está contada en los 13 episodios que completan la primera temporada. A pesar de la circularidad y del final –algo previsible– nos contagia con la pregunta «¿Así será el poder?»

La ficción nos obliga a creer que sólo en este Capitolio falso  y en esta Casa Blanca de mentiras, la política puede crear tantas aventuras. Los Underwood y sus colaboradores organizan su vida para conseguir una sola recompensa. Los espectadores ya sabemos que lo conseguirán, con el saco de mentiras mal escondido en la oscuridad de Washington, bajo la amenaza permanente de unos periodistas hambrientos por más pistas ¿Pero cómo? Ahí está el detalle.

Harvest of Empire ( o las consecuencias de la intervención de EEUU)

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Los padres de Rigoberta Menchú pidieron asilo en la embajada de España en la Ciudad de Guatemala. Ellos y otros cientos de campesinos, amenazados por la ira de un gobierno financiado por los norteamericanos. La policía, al no poder aprehenderlos, les prendió fuego.

Nosotros, testigos en la oscuridad del cine, presenciamos las imágenes originales de la televisión guatemalteca mientras se consumen en llamas las oficinas de la embajada.»¡Hagan algo, se están quemando!» Dice un ciudadano que se atreve a gritarle a la cara del soldado impasible, que previene que nadie se acerque a ayudar.
El documental Harvest of Empire, basado en el celebrado libro del periodista neuyorriqueño Juan González, es la narración de acontecimientos históricos de ciertos países latinoamericanos cuyo presente no puede entenderse si se olvida la intervención de los EEUU –política, económica y armada.

La película es una muy bien informada descripción de cómo la intervención de los EEUU ha contribuído a la inestabilidad social de aquellas democracias, y cómo la inmigración de millones de latinoamericanos es una consecuencia directa del tramado de intrigas urdido por la política exterior de los EEUU.

País por país, con testimonios tan fuertes como el de Junot Díaz –quien asegura que su padre no hubiera emigrado a los EEUU si los Estados Unidos no hubieran desembarcado en 1965 en su país para derrocar al gobierno democrático de Juan Bosch e instalar al pelele del asesinado Trujillo–, y la misonera Teresa Alexander, quien describe con detalle el día que tuvo que reconocer los cuerpos de cuatro misioneras, amigas suyas, violadas y asesinadas por las fuerzas represivas en El Salvador, un grupo de militares entrenados por los Estados Unidos.

Para quienes crecimos en Sudamérica en los 80s, con nuestras propias historias de violencia, represión y desaparecidos; los acontecimientos en México y en Centroamérica eran una constante música de fondo de balas, golpes de estado e invasiones militares. El dinero de los Estados Unidos y su ambiciosa tarea de mantenernos libres de la influencia del comunismo también ha dejado sus cicatrices en nuestras democracias. Vladimiro Montesinos fue un militar entrenado por los EEUU. La CIA sigue vigilando la política antinarcóticos en la selva del Perú y el dinero de su colaboración económica es un botín que se disputan los políticos, y no se olvidan de recordarle al pueblo cada vez que les conviene para su beneficio electoral. Chile, que no pudo mandar a prisión a Augusto Pinochet, ya encontró los papeles secretos que confirman lo que la derecha negó mientras Pinochet mandaba matar a sus adversarios: Estados Unidos, coludido con empresarios de derecha, invirtió en la propaganda y las manipulaciones del mercado destinadas a desestabilizar el gobierno de Salvador Allende. Una vez creado el caos, financió el golpe y la dictadura.

Hoy  que ya no amenaza la Unión Soviética, los norteamericanos aún permanecen vigilantes, ante los capos de la droga, para agrado de la opinión pública y de las transnacionales, que siguen produciendo dinero. Si queremos capitalismo, Estados Unidos es nuestro mejor aliado: él es El capital. Esta es la guerra por el poder y por el dinero y en ella siempre habrá un mercenario dispuesto a matar, siempre habrá funcionarios a la espera de una bolsa de billetes.

Harvest of Empire (el libro hace diez años y ahora este documental) pone las pruebas sobre la mesa. El objetivo es que los conservadores xenófobos e intransigentes, comprendan que esos indocumentados que cruzan la frontera no huyen de un país que no han sabido construir, sino de una economía y sociedad inestable, que la política exterior de los Estados Unidos ha hecho posible.

«They never teach us in school that the huge Latino presence here is a direct result of our own government actions in Mexico, the Caribbean and Central America over many decades» -From Harvest of Empire.

Cambiar de lugares

La primera novela de la "Campus Trilogy" del escritor británico David Lodge.
La primera novela de la «Campus Trilogy» del escritor británico David Lodge.

En un lugar de Pound Ridge,

Fetuccines y gnoccis, una mesa semioscura

Cuatro profes reían, sobre

Una novela.

En ella cruzan dos aviones: uno rumbo a EEUU

Otro, camino a Inglaterra.

No se habla de letras, sino de las contradicciones

De quienes viven por ellas y para ellas.

Dos ciudades, dos rumbos:

El intelectual consagrado

El que dicta dando tumbos.

El que planea los ascensos con cuidado

El que enseña sin rumbo

¡Oh se divierten!¡Oh se ríen!

Changing Places de David Lodge

Es el pretexto,

Atrás de la ventana, la nieve cubre nuestro mundo

I want to tell you, once…procede a la anécdota

A esa religión llamada vida literaria

A esas corridas noveladas entre el Cielo, la Tierra y el Infierno

¿Acaso no es la vida, gran inspiradora de la comedia?

Vivir entre notas, entre frases y palabras subrayadas

Transcurre el tiempo como en un drama

Con personajes que se suman en el camino

Y uno –tal vez dos– personajes principales

At that time...dice la oradora, la intelectual que se ha limpiado

La salsa de tomate, delicadamente, con el borde de una servilleta

The game of humiliation, Oh my God!….

El siguiente orador completa una historia

La del pudor del estudiante y el Doctor (PhD)

Es acerca de Shakespeare.

Llega la medianoche, prenden la luz, aparece la cuenta

Salimos al frío, imaginamos una crónica, tal vez un cuento

¡No!

Fue una noche especial, nos perdimos en el bosque,

El recuerdo es más intenso que el momento, había estrellas:

Es un poema.

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