-Llegada a Cuzco
-Recuerdos de primera vez que se conocieron (pintura, fotografía)
-Recuerdos de la noche anterior
-Viaje al centro de Lima, traiciones..
-Dinero, trabajo, pasaje conseguido con nuevo crédito
-Llegada y reencuentro
-La pintura
-El enemigo, la pintura, el ocio, el goce de la vida
-Las ventas en la calle
-Discusiones sobre el amor
-Bus a un mercado cercano
-Trastabillar hacia las chicherias más cercanas
-Declararle su amor-Fumar un puro-concursar-ganar dinero-ganar premios
-Encontrar una pedazo de teja y escribir un poema
-Cantar con ella en una esquina, una cancion de la que no han oido los poetas, temas que no se consiguen en los lugares oficiales, lo caleta y lo publico, lo pacharaco, lo oficial, lo escondido y poco conocido, lo auténtico
-El enemigo la tiene aprisionada, es suya. No hay amor imposible, salida de una relación, las sábanas de un sábado, ella es suya, es su mujer. Tragedia de una relación que no funciona y no puede sino funcionar de ese modo
-Bailar en una chicheria, el enemigo la apreta a ella mientras los borrachos te abrazan y te sientes el perdedor más grande del mundo. Otros pintores se emborrachan, guardan su distancia, pero también son tu competencia con sus corazones deseosos de su aventura de sus brazos que saben envolver.
-Regresar al refugio de los corazones rotos
-Detrás de una cortina ella propone que se unan al grupo que parte a una sesión de ayahuasca en las montañas
-Y la trata de besar con un disco de Spinetta.
-Su amigo la lleva a ver a la Blonda, detrás de las cortinas pide un six pack de Cusqueña y explica que todo se ha cancelado, que no podrán tener una sesión con alguien que desea vender su peyote. Ella lo quiere grita el borracho, usted tiene que entender que lo quiere.
-Se acerca por detrás y le tapa los ojos y entonces todo empieza
-Caminando por las calles cuesta arriba, un paquete con dos fotografías envueltas en papel-lavandería
-Dinero que no llega y sus llamadas que rebotan como rebota la lluvia en las callejuelas mojadas
-Posiciones políticas-apolíticas-el mundo después de la politica, los sobrevivientes
-Sobrevivientes:todo lo que significa, llegar al mundo abierto en dos, y en las dos partes estar como haiendo equilibrio, a punto de caer…
-Por un pedazo de postre, cruzar el terreno baldío, la gran catástrofe que fue esa ciudad de millones de culebras, guardando las formas, evitando comerse los unos a los otros.
-La geografía, renacer, hace una vida nueva EVITEN COMERSE LOS UNOS A LOS OTROS
-El sexo, la inexperiencia, regresando de la noche de la chicha, en una callecita, encontraron, el enemigo llevandolo de la mano hacia un taxi y en ese taxi una redondela fuera de la ciudad hacia una puerta metálica, y un bar de luces semiapagadas, un baile en forma de cicatriz, los golpes en la puerta que valen monedas doradas, y no valen, y su cara sencillamente preguntando si ya podía irse, si la podía dejar dormir.
-Regresar por las calles empedradas hacia la cima, de la mano del enemigo, pensando en que tiene que verla, que tiene que verla y conversar, y le agarra de la mano y siente el amor y la pérdida y bajo el portal una teja rota que la lluvia borra, la tiza, el arte, ese cuadro escondido en el fondo del armario, ese que nunca voy a terminar, que no voy a volver a ver, que voy a pintar.
En un estrado que se eleva sobre el campo de un estadio de fútbol con entradas agotadas, el guitarrista de una banda de rock and roll hace gemir a las cuerdas de su guitarra, con la sangre acogotada en las puntas de sus dedos que acarician con violencia.
El hombre se retuerce y suda. Suda sus mechones de pelo que no disimulan la calvicie; y la flacidez de su carne blanca y sin sol. Miramos todo, porque la magia de las pantallas gigantes nos permite ser testigos de cada detalle de su desgarradora carrera por el pasillo que comunica al estrado principal con ese pedestal mecánico que se eleva y lo pone sobre las cabezas de miles de asistentes que seguramente que lo aman.¿Cómo no amarte Angus Young?
A un lado del estrado, junto a un bajista con serios problemas de caída del cabello; el vocalista de esta banda–implacable perfil de estómago curvoso, fofa triple papada–contorsiona un cuerpo que pareciera pertenecerle a uno de esos felices sexagenarios limeños que te recuerdan con pasos enfáticos pero cansados como bailaban ellos cuando escucharon por primera vez un disco de Billy Holiday y sus Cometas.Cuesta creer que esa voz puede salir del cuerpo cansado de Brian Johnson.
Estos dos individuos han sido capturados antes en video y en audio. Se llaman AC/DC. Yo he gritado con ellos, en casete y en disco compacto–últimamente en iPod–e incluso los he escuchado en vinilo a escondidas y a oscuras, temeroso porque las malas lenguas decían que eran satánicos.
Esa noche de estadio-completamente lleno, hace 8 años que no hacen gira en los Estados Unidos–dos horas de tráfico y de túnel desde Manhattan; sus miserias rockanroleras me obligan a pensar que el ritmo más vital del siglo XX se nos puso viejo.
Una opinión personal: no vayan a verlos. Escuchen todos sus discos, griten sus letras que incriminan a un mundo que no se sabe divertir lo suficiente.
Pero verlos en vivo–sólo sombras de aquella imagen de una banda con cuya música tantos humanos habremos saltado sobre las cubrecamas adoloridas de nuestra adolescencia–es un mal viaje.
Estamos celebrando una fiesta más en la casa, llena de familia italiana. Mientras coloco la alfombra azul, especial, un poco sucia con pedacitos de hojas y suciedad del campo, encuentro varias monedotas de oro, muy gruesas, el doble que fichas de sapo; y lingotes de chocolate envueltos en papel dorado, que recojo y junto, entrego a la mesa grande, donde están los abuelos invitados especiales-pienso que las pueden usar como propina al final del show- y me quedo con algunas, dos montoncitos que acomodo en la mesa donde me ha tocado sentarme a ver el show, y que espero repartir al final del dia. Me pongo a ver el show, un famoso grupo de septuagenarios que entran al patio e interpretan una sola cancion, grandes artistas que debe ser costoso contratar.
Está todo el patio muy lleno de gente, ademas de la familia italiana se aparecen los Basson que deja a su familia sentada y se va a dormir al segundo piso. Entra gente de la calle, familias de ricachones que casi nunca se han acercado a nuestra casa en la escuela, ni nos conocen más que de oídas. Estas mamis e hijos malcriados, levantan con la comida como desesperados, se sirven como cerdos, barren con todo como si no hubiera suficiente para todos.
Es una reunión a todo dar, al parecer los padres de familia se han pasado la voz porque llegan de todos lados, entran y se ponen a servirse comida, gente que ni saluda. Cuando termina la música me dejo de apoyar en la mesa y me doy cuenta que mis monedas- lingotes y chocolates dorados se los han robado las criaturas bien vestiditas de terno y me entra una rabia porque igual pensaba regalarlas, y me las agarro contra un niño sentado a mi mesa, lo agarro del cuello de su camisa y le pregunto si no le han enseñado modales, que podía por lo menos preguntar, no robar. Estoy furioso, subo al segundo piso a calmarme, y veo a Basson de reojo en una cama del segundo piso, mientras paso por el frente de un cuarto, la puerta esta abierta y Basson está acurrucado durmiendo en una cama muy pequeña para su talla(habran pasado dos horas y toda su familia esta en el patio divirtiendose) En el baño me relajo y vuelvo a bajar, alguien en otra mesa hace un comentario acerca de que en shorts se me ve mejor que a su esposa cuando tenia ella la misma edad. Los cantantes italianos solo han interpretado una canción, y se han ido, al parecer la dueña de la casa los ha visto y ha creido que eran una buena manera de reconciliarse con algunos de sus invitados, traerlos para que canten una buena canción italiana. Sólo una canción aparentemente ya es carísimo. Hemos llegado a la reunión puntualisimos y todo ha empezado puntual.
2.
Estamos en Silaca y he pensado en cavar otro pozo, para hacer más fácil el proceso de bañarse. Dos bañistas se lanzan desde la entrada al patio de cabeza para probar si el pozo está bien construido o no, se lanzan y parece que donde caen no hay suficiente profundidad. Repiten dos veces esa acción de lanzarse de cabeza. Se paran y corren de regreso sobre las piedritas del fondo del mar mientras el mar se retira (yo los veo como si estuviera en la perspectiva de un hombre metido al otro lado de la piscina, sólo veo sus pies que se lanzan. y luego los veo caminando de regreso para volver a intentar lanzarse. Alguien comenta que tal vez el nuevo pozo haya cambiado el modo como entra el mar a la bahia de Silaca, que el pozo ha destruido otros pozos. Pero otra persona afirma que no, que si los viejitos quieren ir a Pozo de las Viejas pueden hacerlo caminando pegaditos a la izquierda, sin cruzar por el medio (donde ahora entra el agua al pozo )
Vagamente, en el sueño, recuerdo caminar por la cocina de la casa, perdido entre pasillos intentando llegar al patio donde estaban todos.
3.
Estaba conversando con María la muchacha, y conversábamos que todo el mundo se había ido del Perú, su hermana también, había ido a Nigeria, pero la habían tratado muy mal, se había escapado y ahora trabajaba en la Tuscanía. Casi se pone a llorar, decía que no le iba tan bien, en cuanto a dinero, y era la típica conversación, que trabajaba un montón y la plata apenas si alcanzaba…
A Teresa le gusta hacer el amor en la habitación de las visitas. Hay algo que hace vibrar su piel en ese cuarto semi oscuro donde nadie duerme desde hace tantos años. ¿Qué es lo que mueve a Teresa a regresar una y otra vez a la penumbra de la habitación encerrada con sus amantes? Allí ha estado la cama desde siempre, abandonada. Las pocas veces que se mueven sus resortes son cuando Teresa aparece con la novedad de una pareja y se los lleva por el callejoncito del patio, entre las buganvillas. ¿Tal vez le excite el sonido de la cerradura oxidada? ¿Tal vez le despierte algún instinto dormido el aroma de las sábanas guardadas, el fuerte aroma de humedad? No lo sabemos. Todo parece perfectamente claro en la vida de Teresa, que ha ascendido con prisa en la compañía francesa de empaquetados y comestibles. Aún no tiene treinta años y ya sus amigas le pronostican un futuro brillante. La ven de presidenta de la sucursal de la empresa. Teresa es de modales antiguos, de lenguaje directo y muy bien educada. Es educada incluso cuando guia a sus parejas temporales debajo de las matas entre el patio, hacia el cuartito oscuro y cuando los fuerza a desnudarla de determinada manera, mostrándoles la guapa grupa, arrodillada sobre el colchón de la cama de visitas. Teresa exige que le hagan el amor terriblemente incómodos –los amantes–en ese cuarto donde se le debe haber perdido algo. Fuera de eso, todo es muy normal en la vida de Teresa. Incluso sus orgasmos en aquella cama no se diferencian de los que planifica en los mejores hoteles de la capital, después de las estresantes reuniones de directorio o en las visitas de los presidentes de las sucursales extranjeras. Uno de ellos la ha descubierto mirándolo entre las mociones de uno y otro ejecutivo y la ha seguido hacia los sevicios. Se ha besado con ella como un animal, ha apretado los puntas endurecidas de sus pechos y se ha regodeado en la entrepierna húmeda mientras levantaba a Teresa contra la pared del lavabo. Pero ella no lo ha dejado ir más allá, se ha contenido y le ha pedido entre suspiros muy agitados que se detenga, se ha despegado de su abrazo de saliva y de sus dedos inquietos y engreidos entre los labios, porque necesita llevarlo primero a que conozca un cuarto determinado, el cuarto de visitas de la casa de sus padres.
Es martes y aún no he asesinado a nadie.
¿No sabías que en el hueco del caballo estaban esperándote los griegos? ¿Por qué no le hicieron caso al disciplinado troyano que marchó hacia su ombligo murmurando que a los griegos no se les podía creer nada?
En tu ombligo escribiré un nombre nuevo, uno que todavía nadie ha usado. Tiene olor, forma y color de caramelo. Siempre estoy preguntándome si tu nombre habrá de definir tu destino, como el mío. Creo que no debo de preocuparme tanto. Posiblemente el destino haya ya decidido este nombre.
No quiero pronunciar nada sobre una mesa de madera vieja. Hay una chica francesa vendiendo palabras mal pronunciadas. Algunas de ellas son muy interesantes.
Las conchitas sobre la arena producen unas alucinaciones deliciosas. Estuve besándolas un buen rato, quería deshacerme del aroma de jabón. Creo que me llevaré unos pedacitos al laboratorio. Otros trocitos irán a parar al pabellón quirúrgico, se merecen una buena pintada.
No se puede ver la caída del sol entre los árboles. Hay un pez metido de cabeza en la grama de una de las casas de Shelter Island y la mesera dice que se le han terminado los mojitos. Nos cambian mojito por caipirinha y el sol viene a pasear entre nosotros y nos murmura cochinadas en el oído. Me gusta escuchar las cochinadas contigo, lástima que ambos estemos tan cansados.
Me gustó mirar el mar en Shelter Island. Me gustó respirar esta noche contigo.
En el galeón español regresan de los Estados Unidos los inmigrantes asustados. Se fueron agarrándose a su última esperanza, pero ahora regresan absolutamente desesperanzados a terminar su vejez.
Sin embargo el destino, que va en círculos, les tenía preparada una última sorpresa. Cuando el capitán del galeón, un marsellés de mal carácter, intentaba ganar una atajo para desembarcar la carga en el Perú rapidito y seguir viaje hacia las minas del sur, se le atracaron los mástiles en una maraña de lianas y vegetación salvaje.
Al bajar del barco para comprobar la magnitud de los daños, los marineros se encontraron con una turba de inmigrantes hambrientos y haraposos que habían partido 2 años antes, huyendo de los fantasmas y los gallos de pelea, en busca del camino del mar.
Pero el mar no estaba por ningún lado. Lo único que quedaba de todo el desastre era el velamen del destrozado galeón y un montón de jaulas vacías con las que los maquinistas coreanos, en complicidad con el capitán, querían hacerse un sencillito extra a su regreso a los Estados Unidos, capturando loros en peligro de extinción y monos tití.
Todo lo demás era espacio y silencio, que sería llenado de mineral una vez que el barco anclara en las costas doradas del sur.
Como el marsellés ni los coreanos parecían saber en lo que se habían metido, los dos peruanos, con ayuda de los más forzudos de los haraposos aventureros, se hicieron del dominio del galeón y procedieron al reparto equitativo de los víveres y de las gaseosas.
Cuando no quedó más que repartir, los peruanos y los aventureros– todos hombres honrados de la costa de Barranquilla–(¡ve tu a saber como terminaron los coreanos y el marsellés metiéndo al galeón por el Caribe!) decidieron seguir por una trocha misteriosa entre la ciénaga, donde creyeron que se pudo haber escondido el mar.
A los pocos días llegaron a un terreno que les pareció propicio y uno de los peruanos, que tenía sueño fácil, despertó sudando y gritando que había visto la imagen de un cóndor gigante cargando entre sus garras dos carneros dorados bañados en sangre.
El líder de los barranquilleros, que parecía tener talento para descifrar los sueños y que además parecía haberle cogido afecto a los peruanos, les dijo a los otros «Hasta aquí nomás llegamos. Acá se funda la ciudad».
Sin embargo no aceptó el nombre que, según el peruano, le había gritado el cóndor mientras él dormía: Resinacocha.
El líder de los colombianos ya tenía el nombre pensado desde hace bastante tiempo y hasta parece que había escrito un par de cuentos acerca de una ciudad con ese nombre.
Hincó un huesito de pollo en la ciénaga y allí volvió a fundar Macondo.
(Escrito en Austin, Texas. January 31st, 2007)
En Estados Unidos es muy importante el mood en el que uno se encuentra. Relaciones amorosas e importantes decisiones financieras, se pueden realizar dependiendo de que la persona esté o no esté con el mood adecuado.
Y no hay manera más inteligente de evitar algo, posponerlo o simplemente negarse a hacerlo que diciendo: HOY NO ESTOY EN EL MOOD DE HACERLO.
No sé cuantos habrán leído la novela: ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Posiblemente han visto la película Blade Runner de Ridley Scott, inspirada en ese libro. Hay muchas cosas que difieren entre el libro y la peli. Una de ellas es la existencia en el libro de la máquina del mood que la conectas como si fuera un radiador, te agarras de las asas de la máquna y la programas: el programa 425 es «mood de ver televisión todo el día», el programa 875 es «mood de supeditación total a lo que diga tu novia», el mood 325 es «soy feliz no importa cuan mal esté todo en el mundo». Y así sucesivamente.
Me imagino que la idea resulta intolerable para los puristas. ¿Qué derecho tiene una máquina a decirnos con qué humor tenemos que estar a determinada hora?
Pero por otro lado fíjense en las ventajas.
Hoy por ejemplo no tengo ningún tipo de mood para sentarme a leer trescientas páginas de un libro de poesía afro americana de comienzos de siglo para mi clase de las 5 de la tarde. No lo tengo. Tengo el mood de tomarme un cafecito y sentarme a huevear en la computadora. Tengo unas ganas de lo que los gringos llaman procrastination (desidia).
Que bacán sería que exista la máquina que inventó en su libro Philip K. Dick. Apretar tres numeritos y programarme: «mood de leer poesía mal escrita hace cuchocientos años y no pensar en nada más» y concentrarme lo suficiente para pararme de esta silla ir derechito a la biblioteca de la universidad y ponerme a leer los malditos poemas.
La vida, señores, creo que sería mucho más sencilla. No sé si me entiendan, tel vez no estén con el mood de leer las huevadas que escribo. Tal vez he debido nacer en el futuro.
En Canadá abundan los caraduras. No hay suficiente gasolina para apuntalar todas las cosas que habría que reventar de una vez por todas. Líos legales, papeles, fresas desparramadas sobre la consola del automóvil. De pronto todo está estático. Un mal movimiento y las cuatro ruedas se escapan de control.
El espacio galáctico ha sido formado por seres de la misma calaña de Vaughan. No hay que ser un genio para percatarse que los espacios se han acortado, que el tiempo corre cada vez más rápido, que ya no tenemos ni siquiera una hora y media de nuestra vida para dedicarla a escuchar un concierto de música clásica. El espacio galáctico está cubierto con las cicatrices de seres como Vaughan y tal vez sea lo mejor.
Recuerdo las carreras de motos en la playa, una chica rubia con el pezón escapándose ligeramente de la ropa de baño. ¿Sentía lo mismo que yo? ¿Es indispensable el vértigo para evolucionar? ¿Seremos en algún momento máquinas? ¿Y la poesía?
En algún momento nacerá en este país la niña robot poeta. Sus lágrimas se deslizarán por sus mejillas y su voz temblará con la misma calidad con que tiemblan las niñas reales. Y alguien exclamará entre sollozos en el público reunido para apreciar su arte: ¡Te amo!
Escondido entre las cortinas del teatro, su creador sonreirá orgulloso, pero sin olvidar los tres o cuatro detalles que deberá modificar y reparar para su siguiente modelo.
Los e-mails cada vez serán más personales y podremos verter lágrimas en ellos con la misma facilidad con que caían las gotas en las cartas antiguas. Y los errores gramaticales serán menos comunes. Serán nuestras cartas y nuestra escritura y las amaremos porque nosotros seremos tan mecánicos como ellas. Nuestros circuitos tendrán marca de fábrica, como ya la tienen algunos corazones, pulmones, córneas, estómagos.
En ese tiempo, no tan lejano, nuestros pensamientos estarán todavía rondando y alguien los captará entre la telaraña de señales y mensajes del pasado. En ese instante mis dedos correrán, listos para agarrarlo: El futuro.