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The New York Street

Un blog lleno de historias

mes

agosto 2006

Niagara Falls


El barco Maid of the Mist parte de la base de la torre de observación y navega cerca de dos grandes cataratas del Niagara. Pasa a cierta distancia de una de ellas y muuy cerca de la más grande. Por eso resulta indispensable llevar el poncho plástico azul, si uno no quiere mojarse.

La noche anterior llegamos justo antes de los fuegos artificiales, cinco minutos después de las 10 de la noche, se ven bien las cataratas de noche pero no se aprecia igual que de día, cuando se puede ver en toda su dimensión la caída del agua.Las cataratas de Iguazú son más espectaculares. Sí. Pero estas también son impresionantes.
Hay otras cosas que visitar, una caminata hasta la base de una de las cataratas, pero como no tenemos mucho tiempo y queremos llegar pronto, nos contentamos con el viaje en el barco. La ciudad Niagra Falls, parece ser una ciudad en decadencia. Se ven edificios y hoteles que parecen haber tenido su época de esplendor en los 50s o 60s. Lo que más me impresionó a mí fue ver la gran cantidad de visitantes de la India. Por todos lados ves turistas de rasgos hindús. Miki dice al bajar con ellos al elevador hacia el barco, que el olor de ellos no es muy agradable. Acá mi compadre necesita una buena lavada de ala , reclama Miki.
Ya ha pasado el susto del puente con el Canadá, el auto sale disparado en contra y sobre la puerta automática. Incluso nos tomamos una foto en la entrada al cruce peatonal. La hindú que administra el hostal tiene pinta de estafadora. El desayuno en el Little Italy estuvo rico, la mesera se parece a una de las tías de Knollwood. Hay conexión pobre en Internet pero Lissette me manda unas fotos artísticas muy bien tomadas. Desde Lima Carolina llama y le confirmo que ya compré en Internet la Tanita que necesitaba para sus pacientes de nutrición. Desde Lima también, Enrica me confirma que compró las entradas para la ópera. Somos temporada de ópera en Nueva York. Ahora falta que Steve confirme las entradas para Shakespeare in the Park, pero no ha llamado y YA ES TARDE.. Tal vez mañana lunes. Cristi también llama para invitarnos a su restaurante en la 38. Y en la tele, después del pollito Castañeda habla sobre sus planes para un segundo período. Hablan del tren eléctrico. Qué malos recuerdos de aquel tren fantasma…

Haciendo ni Michigan ( Holidays in The Wolverine State )

 

Estas eran las vacacioncitas indispensables antes de empezar otra vez la universidad. Kinde representa una de las caras de los Estados Unidos que no se ve en Nueva York. Es un pueblo pequeño, dependiente de la agricultura y de algunos pequeños negocios (sobre todo ahora que a la industria automovilística de Detroit, la capital del estado, no le va tan bien)

Esta región en particular es muy activa en materia turística. Alrededor del Lago Huron, que limita a un lado con los Estados Unidos y al otro con el Canadá, hay un par de decenas de pueblitos que dan al lago, con playas y hoteles que viven mayormente de los ingresos generados durante el verano. Una de las playas más grandes está en Port Austin que fue donde pasamos un par de mañanas disfrutando del agua dulce y apacible del lago, de la arena y el sol, que no quema tanto en estos días de fines de verano.

A fines de septiembre del 2002 ya había visitado Michigan con Lucho, el hermano de Miki, pero habíamos estado más con la familia de Jo, que fue la madre adoptiva de Coqui, mi cuñado, cuando Coqui estuvo como estudiante de intercambio en 1985. Jo vive en Caseville (área de Sands Point) otro balneario importante del Condado del Lago Huron. Esta vez también la visitamos a Jo y a su segundo esposo, Tom.

Mike condujo hasta Sands Point y Jo nos hizo pasar una tarde agradable con ellos, mostrándonos las fotos de sus nietos, nietas, hijos, hijas y también la nueva adquisición: a los 70 años se acaba de comprar una moto Kawasaki 400, y recién ha terminado el curso de dos semanas para conducir motocicleta. Tom está feliz porque Jo siempre se quejaba que no le gustaba ir en el asiento de atrás de su moto. Jo habla de viajar a Perú pero a Tom no le gusta la idea. Si bien es motociclista y navegante (tiene un pequeño yate anclado en el muelle de su casa en Sands Point) acaba hace unos días de sacar por primera vez su pasaporte. Tiene más de 70 años y aún no le gusta la idea de viajar fuera de los Estados Unidos.

El último día de nuestra estadía hemos regresado al hospitalario Bar-Hotel de Port Hope, un silencioso pueblo de pescadores, donde se arma una agradable tertulia en la barra, entre nosotros, la bar tender, un jugador de golf, un veterano de la guerra de Corea, un camionero, un pescador y otros visitantes a los que todos conocen. Tal vez lo más evidente en estos pueblos pequeños de Michigan es que la edad de los habitantes ronda entre la base 6 y la 9. El bar/bowling de Kinde al que fuimos la noche anterior, apenas tenía un par de otros parroquianos y ellos también rondaban la base 7. Es extraño porque aún es época de vacaciones. Lo que más se ve en las calles es viejos o niños. Al parecer los jovenes o no frecuentan los bares, no salen a la calle, o abandonan pronto el pueblo para irse a las ciudades.

Se respira tranquilidad y silencio. Se puede estar muchas horas en el porche de la casa de Mike sin ver pasar a nadie. Ni peatones ni vehículos. Las iglesias más importantes parecen ser la presbiteriana (a la que pertenece Mike) y la luterana. Mike, comisionado del condado, dice que ambas iglesias suelen trabajar juntas, en muchos casos.

Cuando Andrew, jefe mío y de Miguel en el club de golf nos despidió en nueva York nos deseó «good luck and get some pussy». La buena suerte se puede conseguir en estos pueblos pero la segunda parte de sus buenos deseos, en el mejor de los casos, podría limitarse a algo entre los 50 y los 70. Gill, la hija de Mike, casada y con una hija de menos de un año, nos ofrece conseguirnos una lancha para ir a pescar, pero cae la lluvia esa noche y la mañana siguiente y el tiempo no es propicio para la pesca. También ofrece presentarnos gente, pero no es fácil con la niña que le quita todo el tiempo. Le dice a Mike que si le hubiéramos avisado, ella iba con nosotros al bowling…

El veterano de la guerra de Corea mira nuestras botellas y nos pregunta por qué le echamos un limón a la Corona. Se ríe. Me pregunta cuando nací y le digo 1972. ¿Qué estaba haciendo usted en 1972? le pregunto. Probably screwing my wife responde, y todos en el bar se cagan de risa. What part of Mexico are you from? pregunta Don el camionero. Miki le repite (por tercera vez) que somos peruanos. Don se caga de risa y nos pide disculpas. Sabe algunas palabras en español: Cabrón, cerveza..

El golfista nos ha pagado una ronda y la mujer de la barra nos ofrece dos Coronas de cortesía. Luego el amigo del veterano (que bebe Pepsi Light porque tiene que manejar) nos regala otro par de Coronas. Es más de las 7 cuando regresamos a Kinde. Se supone que ibamos a estar en la casa de Mike Gage para la cena de despedida pero yo llamo para decir que vamos a estar tarde: Nos han retenido en el Hotel de Port Hope. Mike pregunta si podemos manejar de regreso.

Hay sudaderas de varios colores y tallas y la chica de la barra nos vende una por 25 dólares. Nos tomamos una foto con esta polera con un diseño de una cerveza y la cabeza de un marcianito al lado del logo: Port Hope Hotel. ¿Por qué un marciano? le pregunto a la chica y no sabe responder.

La gente alrededor de la barra también quiere saber, pero ella no tiene una respuesta. Pero sí tiene la sudadera en otros colores por si alguien quiere una. En un rincón hay un padre y su niña jugando hockey de mesa, en la tele están pasando un partido del mundial de las ligas menores y en otra tele pequeña siempre se juegan los números de las loterías estatales de Michigan. Está metiéndose el sol entre los sembríos de maíz y de frijol de soya. Se ven flores amarillas por todos lados, eso significa que el frijol está listo para la cosecha. El maíz está vendido en su mayor parte a la compañía Pioneer que produce etanol para el combustible

Mike tiene en mismo sentido del humor de su hija Gill. Al despedirnos nos dice: Port Hope will never be the same. El sol se mete entre los sembríos de maíz. El Honda Accord verde avanza entre los cruces interminables del dedo gordo de Michigan, por las rutas llenas de casas abandonadas, tractores John Deere y semáforos de luz roja intermitente. En la playa he avanzado unas cincuenta páginas de La Guerra y la Paz. Los rusos acaban de perder en Austerlitz y Nicolás ha descubierto que no necesita amar a Sonia para ser feliz. Entre los aristocráticos galpones de Moscú, rodeado por la joven nobleza, condecorado y admirado, cabalga su brioso caballo, pensando en su amor y lealtad por el Zar.

La ruta 53 nos lleva desde Kinde hasta Imlay City a tomar desayuno. The waitress there are cuter and cuter..» dice Mike de las meseras en ese restaurante. Demás está decir que las meseras tienen más de 50 años.

Natasha está enamorada de un bailarín. «No me voy a casar con alguien que no sea un bailarín» dice mientras abraza a su hermano Nicolenka. El oficial Denisov se ha perfumado y acicalado especiaalmente para esa noche. En un pueblito abandonado, entre la retaguardia de las fuerzas conujuntas ruso-austríacas el Zar Alejandro llora desconsolado mientras Nicolás no sabe qué hacer. El príncipe Andrés trata de descifrar lo que siente por Napoléon, su héroe, al que ve entre sombras bajo un intenso e inmenso cielo. Como está muy herido, los franceses deciden dejarlo al cuidado de los habitantes de aquella provincia. Antes de despedirnos Mike nota que la bandera de los Estados Unidos frente a su casa está un poco doblada. La arregla y ella vuelve a flamear, muy poco por culpa de la llovizna. Mike Nos desea God allows you a safe trip home Las callecitas de Kinde siguen solitas. El cartelito de Kinde Village Limit nos hace adiós. Por estas rutas sólo se puede ir a 60 millas por hora.

Arriving to Kinde, Michigan

My brother Miguel was an exchange student in 1986. After 20 years we are visiting the little town in Michigan where he spent 2 months, and the family with whom he lived with over there. They haven’t seen in 20 years. We left New York on Monday morning and we arrived to Kinde almost 15 hours later

There is a green sign at the side of Kinde road that reads: Kinde Village Limit. We have been driving all the way from New York, almost 16 hours. The town is dark, you can see the shapes of the corn plants moving gently with the wind but not much else. The lights are off in most of these small one-story houses. Miguel stops thecar in front of the green sign. He takes out the camera and handle it to me: Take a picture, he says.

The brights are on and you can see the inviting sign of Kinde but nothing else. It is quiet, as most of the towns in Huron County, Michigan should be at this time of the night. I check the time on my watch: 10:30.

I take a picture. A car slowly coming from Kinde seems to stop in front of us. I can see just its lights, but somehow the way it comes and the sound of the engine running, makes me feel that someone is watching me behind that windshield. I take another picture, the flash came out and the car turns right on one of the small streets that seem to go all the way into the corn fields. I try to imagine the person behind the wheel asking himself: Is there really somebody taking a photo of that sign at this time of the night?

The wind is a little bit stronger, but it is still warm. Miguel jumps off the car and tells me to take a picture of him in front of the sign. I do it. Then he drives into the town, that seems to be empty. I can hear the breeze of the Lake Huron coming through the window. Passing in front of a body shop there is a guy working, bended in front of the hood of a car, with a lantern. He has a clear but funny accent. He gives us some directions to get to the street where Mike Gage lives. He does not know his house but seems pretty confident giving us the directions to get there.

We kept going all the way through Kinde road, looking for a flag and the Fire Department building. The town finishes and we keep going where there are just corn fields and abandoned houses.The directions are wrong, and there is nobody in the streets to ask for. We turn around over Kinde road and, at least, we find the Fire Department building.

Like in a puzzle, suddenly all the details of Mike Gage’s address fit together. Miguel drives towards a white, one-story house, the only one in the middle of a desertic street. There is an old man with white hair, a round and big belly and wearing glasses, standing in front of its main door, waving to us, We wave back: twenty years and a heart attack have passed since 1986, but Mike embraces Miguel, his Peruvian son, as if it was yesterday when he left Kinde. Mike is wearing a white T-shirt where I read: Michael Gage, Huron County Commisioner.

Me llaman el desaparecido (Manu Chau en Brooklyn)

Después de los problemas para entrar al concierto de Cerati el sábado, Natalia no quería arriesgar. A las 5 p.m. estaba agarrada de la reja, en la primera fila para entrar al parque. Tony, su amigo mexicano, había perdido el ticket y Natalia estaba traumada porque las entradas estaban agotadas y no sabía si iba a poder conseguir otra. Mi ticket lo cambié por un pase de prensa, pero igual terminamos al frente del escenario junto con toda la gente. Se llenó. Y Manu tocó una y otra vez. No le gustaba la idea de irse. Volvió para tocar Mala Vida que Alejandra le pedía a voz en cuello. Stephanie nunca lo había visto en vivo y estaba alucinada.

Sharon se quedó sin entrada, lo escuchó detrás de la reja. Alejandra se moría de ganas de ir a la fiesta , pero entre la quinta y la quinta decidimos que no valía la pena ir hasta el muelle 17 de Manhattan sin saber si Manu tocaba o no. Entre las masas apareció otra vez el luchador de la máscara plateada. Y el Cromañón parado delante mío, el Trucu-Tru, saltaba salvajemente con su bandera de Colo Colo y la agitaba sin darse cuenta de que tapaba todo y nos jodía a los que estábamos parados detrás. Hasta que Manu lo vió y lo hizo feliz gritándole: «Colo Colo, presente.» Con la boina roja y la camisa verde, Manu criticó el «White House terrorism» ( y le mandó su saludito al Sub Comandante Marcos…)

Esperando en la puerta, mientras calentaban el escenario los malísimos Plastelina Mosh veo a la poeta portorriqueña que me presentó Elisa hace meses en la casa del periodista colombiano. A la fotógrafa peruana que me presentó Camilo, a mi amiga Katy, profesora de Lehman. Stephanie vino manejando desde Port Washington. Lisa baila con el bebe en la panza. Todos somos clandestinos en el cemento de Prospect Park. Manu canta Volver y las luces del parque estallan otra vez. A algunas calles de distancia, Ale y yo somos invitados a la casa de los amigos de Stephanie y Sharon. Hay un tabladillo sobre el techo, desde donde se ve Manhattan. La vista, el ambiente, la cerveza de Clavo y Canela de la que Sharon se ha enviciado gracias a un largo invierno en Brooklyn, están espectaculares. Como a las tres de la mañana llego al Bronx, a enterrarme, trapo, en la colchoneta al lado de la cama donde duermen placidamente mis viejos. «Me llaman el desparecido», me dice Stephanie en un mensaje de texto…El cuerpo no da para más.

Perú Negro en Lincoln Center

Si Alejandra no hubiera llegado tarde para decirnos que tocaban en el Lincoln Center, no lo hubiéramos sabido. El promedio de edad era base 6. Los cinco cajoneros del grupo salieron al frente para gritar: El cajón es peruano. Al final ,después de empujarlos un poco, el público terminó parado coreando y bailando. La negra se menea..al ritmo de la batea…

http://youtube.com/v/PVE-ZWmS4Os

Los tambores de Manhattan

Habría que declarar que los tambores tienen luz propia. Cómo negarlo. Sería egoísta calificar a lo que estos instrumentos emiten, de simples «sonidos». Los tambores emiten luz y sensaciones, algunas de estas de carácter permanente.

 

Después del concierto de Cerati, las huestes desadaptadas- se movieron hacia el centro del parque, donde las tribus se habían juntado para el espectáculo del sonido. Se convocaron magos y magas, druidas, bailarines desacreditados. Gabriela aún no ha gritado: ¡Qué viva Sullorqui! detrás de los espectadores sentados de Perú Negro. Todavía está en camino, seguimos andando hacia el Lincoln Center.

>Florida en una Isuzu roja (con el aire al maximo)

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Desde su limosina Kike me grita en el teléfono: «Oye loco ¿Tú que haces en Florida? ¡Ven a Nueva York a cagarte de calor como todos!» En el noticiero de las 7 , comiendo en Key Largo, anuncian que se ha ido la luz en algunos barrios de NY. Ponen la imagen espectral de Manhattan a oscuras. En el NY Times la foto de portada es un hospital en Brooklyn con los enfermos pegados al ventilador. Desde Park 79 me dicen que no me preocupe: mis viejos llegaron bien a la ciudad, el taxista que los llevó era puertorriqueño y la conserje que los recibió, guatemalteca. La margarita frozen de Key West estuvo buenísima. Caminando sobre Duval St., el chiquillo se pasea con su caja de música montada sobre su BMX y va rapeando a lo largo de la calle con su banda de amigos. Los bares están llenos, el Sloppy Joe´s revienta (me entero que no es el bar original donde chupaba Hemingway mientras escribía sus novelas, sino que el original es un bar más caleta y más bacán. La música nos lleva hasta un local con música en vivo, el Sex with the Leprechaun estuvo más o menos, la Heineken sabe mejor, pero quiero una margarita más y el lugar donde las venden ya está cerrado. Todos los restaurantes cierran antes de las 10, el Mesón de Pepe (cuabano) nos cierra a las 9. La playa tiene una marea de algas que no huele nada bien. Pero pasando la marea, a unos metros, el agua tiene otra vez el color esmeralda. Desde la punta del faro Liliana trata de divisar Cuba pero no se ve nada, hay una fila de nubes negras. En la piscina del hotel en Fort Lauderdale encuentro a Rossella en el Skype y me dice que está trabajando en su oficina en Belgica, que va a esperar a tener el pasaporte biométrico para venir a los Estados Unidos. Un gringo se acerca a decirnos que se ha venido con sus amigos del Sloppy Joe’s y que el gordo canta mucho mejor que toda la banda que anima allí la noche. Hace cantar a la derecha del bar, canta la izquierda del bar, una búlgara se sube al estrado a bailar «American Pie». La margarita tenía el borde salado, así se debe servir, no como la margarita del Mango’s de South Beach. ¿Te traigo un babero? dice Liliana. Reggaetón, las bailarinas apenas con un par de trapos y sobre la mesa giran las luces multicolores y los colores «horteras» asevera Liliana. No muy bien para ser miércoles. Ocean’s Drive sólo se anima en esa cuadra, más allá está muerto. Paramos para un último trago en el Clevelander. Después al hotel con el lagarto gigante de llavero, porque mañana es día de playa, el último día. Parece que hubieran sido más de cuatro días. Se pasaron rápido pero bien. La parada en la playa de Bahía Honda fue espectacular, aunque fue la tarde con más calor. En Miami Beach el día está nublado, sin embargo el agua está buena, mejor que la piscina del hotel. Paloma trae a los bebes para que los vea, espero que llegue antes que salga el avión. La despedida tiene gusto a bienvenida, paso el brazo por su cintura ¿Algún día volveremos a vernos en Nueva York?¿Qué tiene Miami además de malls? Cierto que podría pasar muchas noches en el Mangos ¿pero cuántas antes de aburrirme? No traje nada para leer en el aeropuerto. Pronto van a llamar a los pasajeros.

Las torres del hotel FountainBlue destacan sobre el cielo gris de Miami, el aire está pesado a pesar del viento que corre. No hay muchas horas adelante. Tal vez dos o tres. Para la Isuzu roja en Indian Creek, los dedos giran como un torbellino, los ojos buscan reposo en una laguna celeste, en el cielo esmeralda, en las cascadas artificales del Fountain Blue, en ese sandwich a medio camino, en los cuadros de Hemingway con sus esposas y los gatos de seis dedos que todavía se pasean por su casa, en su estudio pulcro y espacioso donde escribió El Viejo y el Mar, Adiós a las Armas y ¿Por quién doblan las campanas?
La casa nunca se hundió ni la inundaron los huracanes tropicales. Hemingway dejó todo atrás cuando abandonó a Pauline. Sólo se llevó lo más importante: a su amante cubana, a su colección de libros antiguos y a su bodega de vinos. Los gatos son muy feos, el viejo que cobra es detestable, maldita Pauline por sacar los ventiladores y poner los candelabros venecianos. ¿Sólo quieren eso los hombres no? Solo queremos eso.

>Domingo

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No se puede saber si se desea poco o mucho si no se ha intentado con ambos antes. Poco puede ser frustrante, mucho puede dejarte un sabor amargo al final. Se puede mirar a alguien a los ojos y adivinar lo que piensa y lo que siente, pero si se le mira mucho, uno termina enredado en dudas e incertidumbre.

Las callecitas pequeñas de la ciudad tienen vida propia. Caminan al lado de uno sin que podamos evitarlo. Nos agarran de la mano y nos ponen en sentido contrario. Iluminan nuestros días, algunos, otras veces terminamos perdidos de tanto haberlas andado.

La papada pontifical ya sabemos que no significa nada, con patilla o sin patilla las palabras siempre serán palabras y se las puede cargar el viento. Dos años, tres años, qué mas da. Quisiera tener más fe, pero del abuso se ha terminado casi toda. Me queda escepticismo y en él hay resquicios para cierta esperanza. Algunas llamadas telefónicas brindan esperanza, otras te hunden en la miseria.A veces crees que te han salvado pero cuelgas extenuado y perdido otra vez en el laberinto.

No hay que verle las orejas al burro, sino subirse en él y seguir andando hacia la mina. Al final a todos nos espera una veta lista para ser descajada de la roca, una limosina blanca con las luces apagadas y poquísima gasolina.

Los besos iluminan sin sal o con sal, las piedras saben a besos, las mareas traen regalos inesperados, la luna sale para todos. Algunas veces vale la pena correr las cortinas del cuarto, encender el ventilador a toda velocidad. Las luces no se apagan solas si una mano no les brinda apoyo. Hay suspiros que no significan ni mierda. Hay verdades que parecen mentiras. Hay mentiras que no valen ni siquiera pensarlas demasiado.
Foto: haikiba. (Flickr.com)

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