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The New York Street

Un blog lleno de historias

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Nueva York

La gran belleza

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Una fiesta no lo es si no dura hasta el amanecer. Necesito ver el rostro de mis invitados cuando desaparece la luna. Ver esta ciudad rodeado de amigos, dejándome llevar por la dulce alegría de saberme vivo. Sabernos vivos. Hay una magia adicional cuando un grupo termina entregándose al baile, recorriendo los espacios entre las mesas entregados a la necedad, la sinrazón. Que los pies nos conduzcan al abandono. Después, por la mañana, mientras la ciudad duerme, quiero caminar por la calles que me han otorgado la vida.

Conforme los años pasan, empiezan las voces del desaliento. El «sí, me gusta este estilo de vida, y sin embargo…», como si fuera un pecado descartar el futuro, no asumirse como miembro responsable de una sociedad. Los amigos que nos acompañan, cada cual buscando caminos distintos, tratando de abandonarse al delirio de la fiesta, y escarbando en los tiempos muertos para dejarnos ver que a pesar de la alegría, algo les molesta. Todos tienen una verdad acerca de su historia, todos quieren creer que han hecho lo necesario para no mirar atrás, antes de la muerte, y sentir el peso inmenso de la culpa.

En ciudades de momentos cincelados por los siglos es posible encontrar llaves de laberintos y palacios a los que sólo entran unos pocos. Ser de aquellos pocos fue siempre mi convicción. Decir lo que pensamos y aún tener esa libertad de caminar por cada habitación de nuestra ciudad sin que nadie sea capaz de cerrarnos el acceso. ¿Quien podría disfrutar mejor de esas vistas congeladas en el tiempo sino yo mismo? Escogiendo a mi acompañante, que sonreirá asombrada, porque nunca pensó que la ciudad tenía dueños.

Y entonces, una mañana de mucho solo, descubro (estoy seguro que ya lo sabía, pero esos resquicios de duda…) que todas son poses. Que los que se levantan a las 6 para tomar el tren de las 7 tampoco lo harían si es que no les atormentase la culpa. Que el sentido del deber los mantiene en un estado de insatisfacción, que quisieran hacer otra vez lo que nosotros hacemos, no pensar tanto en el ¿qué pasaría? y mucho más en la necesidad –que ahogan en promesas cívicas y religiosas cada vez que aparece – de abandonarse, de dejarse llevar, de ser felices sin pensar en nada más.

A veces encontramos en el camino a quienes el sacrificio les ha sido útil. Ellos llevaron una vida inspirada que consideran repleta de significado. A veces es un desconocido que nos sorprende con un comentario favorabla acerca de una novela. Nos halaga, si bien sabemos que no volveremos a escribir, que en ese momento se hizo porque estábamos enfermos con el amor ¿Ahora? Llenos de dudas, que se borran si es que creemos en lo que decimos creer: nuestra vida significa esto: ser el centro, vivir para los amigos, que nos adoren y nos adoremos juntos esperando las canas, las arrugas, el silencio final.

¿Y el gran invitado es feliz? No sé. Se tiende al lado de mujeres que no terminan de llenarlo, sigue pensando en una imagen dolorosa de adolescencia: esas rocas por donde caminaba descalzo, sin pensar en otra cosa que meterse al mar. En el sol que cae sobre las piedras mientras el océano se balancea como en una olla a punto de rebalsar. El horizonte. ¿Si se hubiera quedado con ella?¿Qué se hubiera sentido despertar por las mañanas al lado de una mujer que amas?

No quisiera mirar tantas veces atrás. Dedicado al placer, entregado a una vida donde él es el centro, donde tiene la capacidad de organizar las fiestas y también de arruinarlas. De no pensar en otra cosa que en sí mismo: somos todos ridículos, con nuestras ambiciones minúsculas, con nuestros vicios y secretos. Y claro, siempre tiene que volver a pensar en ella. En el día de sol cuando saltaba entre las rocas, salía del mar, la miraba y estaba cubierto de amor. Se lo ocurre que podría seguir escribiendo, que es posible para él una vida sin fiestas, con un poco más de significado. Es posible esa gran belleza.

V for Vendetta

En el poema «Dover Beach», el poeta y ensayista británico Matthew Arnold, hace una comparación bellísima entre él, en la playa Dover de la costa inglesa, contemplando las luces de la costa francesa 18 millas hacia el sur; con el último ser humano en la historia que creyó en la existencia divina de los dioses griegos, en Zeus, Hera, Atenea.

Me imaginé una escena paralela: el último hombre que contemple una cruz con respeto, que levante los ojos al Cielo e imagine al Dios en el que creemos los cristianos. ¿En qué creemos hoy? La fe de Arnold no era la misma fe de los sacerdotes medievales a los que él visitó en los Alpes franceses -«hombres muertos en vida», dice de ellos-.

A pesar de todos los adelantos de la vida moderna y del pensamiento crítico, Arnold ve con pena la pérdida de la fe, esa corriente que le daba sentido a la existencia. ¿Cuál es es el sentido de la fe ahora? ¿La intolerancia? Matar en nombre de Dios debería ser castigado como el peor de los pecados, sin embargo, del otro lado del espectro político la perspectiva no es muy alentadora, ¿Qué hay de esos individuos que se aprovechan del miedo de las masas para gobernar, para recortar libertades y estupidizar al pueblo con el pretexto de la seguridad y la amenaza terrorista?

De eso trata V for Vendetta, una de las primeras novelas gráficas de Alan Moore (Watchmen), llevada al cine por los hermanos Wachowski. Hay que tener mucho miedo cuando las opciones totalitarias son las que ganan mayores simpatías: Hamas en Palestina, los fundamentalistas en Irán, en Irak, la derecha radical en Europa, Chávez en Venezuela, Humala en el Perú. La gente está dispuesta a darle su voto y su conciencia a los que les ofrezcan orden. La libertad total es una religión que ya pasó de moda, como la religión de los griegos. Ahora la religión es la de la libertad controlada, la de las masas sumisas y homogéneas, donde todo puede ser sacrificado si se trata del bienestar común.

Otros gobiernos van más allá -porque pueden darse ese lujo: atemorizan a la población utilizando los medios de comunicación masivos, fabrican evidencia y mienten descaradamente acerca de sus motivaciones hasta que el Congreso-asustado también-los autoriza a organizar una guerra preventiva. Tres años después comprobamos que son unos idiotas no unos visionarios y que algunos de ellos se llenaron de dinero ¿Alguien los juzgará?¿La historia? ¿O es que ya no es malo predicar y al mismo tiempo ser un hijo de puta (con perdón de las putas)?

Concierto en Union Square/ Dias de Santiago


Cuando veo grupos de músicos como estos en el subway me arrepiento de no haber aprendido nunca a tocar un instrumento. Sonaba bellísimo a pesar del ruido de la gente y los trenes que pasaban. La funda donde recogían el dinero estaba llena de plata. Con qué gusto la gente les daba dinero.

Anoche regresando en el tren había un homeless, un moreno de como de setenta años, con trencitas rasta sentado en el piso del tren tocando un órgano y cantando rap con la voz carrasposa. El rap era ingenioso, muy gracioso, (sobre su condición de homeless y que las tripas le sonaban y que quería comerse una hamburguesa con queso del Mac Donalds, bueno no suena tan gracioso escrito acá). La gente volteaba para mirarlo y sacaba monedas cagándose de risa. Llenó su vasito de monedas bien rápido.

Hace unas semanas otro homeless entró al tren, con pinta de estar fumadazo pero feliz, y una cartulina que se doblaba en dos. Había escrito sobre la cartulina : I am homeless, I need money for food. Pero si desplegaba el doblez, se leia «or for weed«. Y doblaba y desdoblaba enseñando (rápidamente) el «money for food…or weed» , movia las cejas y sonreía igualito que Stan Laurel de El Gordo y el Flaco. Le llovía dinero (ahí tengo otra opción para pasar mi vejez en Nueva York).

Hace unas semanas dos tipos estaban repartiéndose un fajazo de billetes de a un dólar como a las once y media de la noche, regresando en el tren D. Los miré y pensaba: estos deben ser parqueadores de carros. Y me sentía identificado (una de las partes más jodidas luego de trabajar más de doce horas parqueando autos es la repartición de los cientos de billetitos en partes iguales). Hasta que llegaron a su estación y uno de los tipos agarró su bastón de ciego y salió del vagon jalado por el otro: Eran un mendigo cieguito y su ayudante. Y les aseguro que se repartían, mínimo, cien dólares de «ganancia».

Esta tarde vi Días de Santiago en DVD. Me habían hablado mucho de la película-quise verla en el BAM de Brooklyn en diciembre pero justo ese día se les ocurrió comenzar su huelga a los trabajadores del metro- pero no imaginé que fuera TAN buena.

Como le decía a Vero en un mail: esta película me ha devuelto la fe en el cine peruano. Esta es la mejor demostración que se pueden hacer grandes películas sin demasiado presupuesto y que no siempre las actuaciones de los protagonistas tienen que ser tan misias que se nota que son actores improvisados. Lo importante señores cineastas es la historia, la trama, el argumento y las buenas ideas.

Estoy terminando de leer Walden de Thoreau (un buen escritor del renacimiento de EEUU, amigo de Emerson, que decidió irse a vivir durante dos años (1846-1847) en una cabaña construída por él mismo en los bosques de Nueva Inglaterra). Al parecer su libro-que escribió basado en su diario de esos dos años de alejamiento de la civilización- influenció a Tolstoi y a Ghandi, entre otros. Ahora, esta noche tal vez, tengo que comenzar a leer Paradise Lost de Milton. Stephen Sheppard dice que es buena, he hojeado unos capítulos y sí pues, no parece aburrida. Ahora el problema va a ser que me siente a escribir un ensayo sobre Walden antes del lunes. ¡Necesito más tiempo!
Anoche me llamó Lornald para decirme que acababa de terminar el Bewolf. Le dije que yo lo había comprado hace un mes con la intención de leerlo pero la dueña de la librería de libros usados en Amsterdam Avenue, una viejita bien simpática y bonachona, me dijo, mientras me cobraba el libro, que ella tenía una versión en CD del Bewolf, leído por Seamous Heaney. La vieja me cagó el cerebro. No voy a leer el Bewolf hasta que consiga el CD y para eso, puede pasar un poco de tiempo. Lo bueno es que esta semana se terminó la nueva edición del Bronx Journal así que supongo que estaré más desocupado durante la semana, como para leer y escribir.

Martes 29 de marzo.

Para empezar a leer La divina comedia primero tengo que leer una serie casi interminable de libros, lo cual aplaza mucho la lectura. El restaurante de comida tailandesa ha estado a pedir de boca. Por la tarde he tratado de terminar mi statement para entregar los papeles para los estudios de postgrado, pero no he podido. Felizmente lo encuentro a O’Hanlon que me hace muchas correcciones al texto. Camilo me hace una definitiva.

Los de Netflix dicen que para el jueves llega la peli de Pontecorvo, La batalla de Algers. En Strand nos cierran la puerta pero igual pido tomar un smoothie en Cosi, cerca de Union Square ¿Qué es de la vida de La Roja? Camilo lee mi carta desde California y me pide que por favor me olvide de Jessica. La carta ha sido preciosa. Cosas de la vida: cuando termina de contarme la Carmeniada─es decir toda la tragedia de la gordita Carmen, con llamada a Constanza incluida y con Lerner de testigo─aparece Paloma, que era casi como me la imaginaba. No es fea, pero tampoco nada extraordinario.

Bueno, Camilo te diría que lee griego antiguo, que no hay que negar que en muchos casos─en el caso de Camilo mucho más─es un tremendo plus. Pero descarada: se encuentra con su enamorado en el Graduate Center. Esa es la gota que ha de rebalsar el vaso. Camilo no quiere seguir leyendo el Perramus (una gran obra literaria surgida de la dictadura argentina) y opta por la graciosa retirada.

Como dije, el restaurante tailandés esta bueno (en la calle 3). Strand nos cierra la puerta en la cara. Camilo me habla de los mitos griegos. Me han impresionado sobre todo los que hablan de Agamenón, buscando a Aquiles y a Odiseo para embarcarlos hacia Troya. Al parecer ninguno quiere ir, pero Odiseo tiene que hacerlo de mala gana cuando Agamenón descubre que su estratagema de sembrar sal para hacerse pasar por loco no le impide ver el amor por su hijo Telémaco (que acaba de nacer). Aquiles es escondido por su padre y un rey lo disfraza para que se confunda con sus hijas. Odiseo trama el truco perfecto y Aquiles se lanza entre las mujeres a recoger la espada. Es el gran descubrimiento.

Mencionamos a Don Lucanor, del Infante Juan Manuel. Seguimos merodeando por la idea preclara del Lunarejo. Siento como si yo hubiese sido el que ha perdido sus escritos. No puedo concebir que le quemaran los poemas eróticos. Y que no se haya editado el Apologetico en castellano. Qué desvergüenza.

La lluvia atiende los lunes. 28 de marzo

La lluvia empieza a caer persistentemente desde la noche y no se ha detenido todo el domingo. Szidonia ha llegado a encontrarnos, degustando un spaghetti a la carbonara delicioso en la esquina de McDougal. Szidonia nos ha esperado en el Starbucks y hemos marchado con los paraguas rotosos hasta el Angelika para ver a Clint Eastwood y a Hillary Swank.

Agradezco que nadie me contara el argumento, pues de este modo el giro de la historia es sorprendente, triste. Szidonia ha salido llorando y Camilo haciendo miles de preguntas. Claro, no ha entendido nada. Recuerdo cuando fui a ver Sexy Beast en el Lowes de Times Square. Casi lo mismo. El lenguaje es complicado y el acento del sur. Pido un té al regresar al Starbucks, nadie ha querido seguir caminando, la lluvia ha persistido en su encanto y nos ha mojado a todos de regreso.

A la vuelta a Brooklyn, en el D, comienza a llover con fuerza. Interminable. Sigo leyendo La Odisea y ya estoy pensando en lo que voy a seguir. Camilo sugiere que las tragedias griegas, que no me meta con La Divina Comedia. El cuento final del Hacedor es genial. Borges se desdobla en dos personas, el yo y Borges, y ninguno sabe quién trabaja para el otro. Al momento de soltar la pluma el cuento lo puede haber escrito cualquiera de los dos Borges.

Coincido en que estamos regresando al tiempo en que leer al ciego de Buenos Aires era un secreto, una clave compartida.

Regresamos al hoyo 19. 27 de marzo

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El tren sale a las 8 y aparece pasadas las 10 en el terminal de White Plains. Oscuro el domingo de Easter.

Arranca el auto y llegamos pasadas las 10:20. No hay nadie. El almuerzo es delicioso, no tanto la idea de regresar a la rutina de los fines de semana. Sean LaTella se ha propuesto campeonar esta temporada, Mr. Mahonec ha vuelto con su ex enamorada, la hija de los Hanrahan ha crecido mucho en tan pocos meses. Dyanna ha engordado un poco y sigue viniendo con el lompa negro al cuete. Marcelino dice que quiere invertir en comprarse un negocio u otra casa. Eduardo sigue gritando en lugar de conversar y diciendo volver pa’tras en lugar de regresar.

No me ha gustado volver a ver Knollwood, tal vez porque el césped ha quedado amarillo, o blanco, muerto, porque no hace suficiente calor para salir sin abrigarse, porque queda lejos, porque los mismos temas de siempre. No hay tema.

Regresa el tren muy tarde pero llego a alcanzar a Mina y a Elisa en el restaurante indio. No alcanza para comer pero Elisa me prepara un plato delicioso de quinua, que repito. Mina me invita a Valencia cuando yo quiera, asegura que las paellas «HAY QUE comerlas en Valencia«, que el agua y la forma de prepararlas no se comparan con nada. Ha prometido mandarme un disco de flamenco y una de la Kroll que a ella le encanta.

Elisa dice que prepara su cena el jueves y que espera que lleguemos con una botella para el pisco sour. Camino hasta el G y tomo el tren a casa. No hace tanto frio. Szidonia me ha preguntado si vamos a ir de todas maneras al Met y luego a pasear por el puente de Brooklyn. Yo comienzo a sospechar que los lunes el Met sigue cerrado y dicen que llueve todo el lunes.

 

Si la Irazo no llama, vayamos al Apocalipsis, 5 de marzo

El banco de Williamsburg es la mejor referencia para quien viva en Brooklyn. Puedo decidir cuan lejos, cuan al norte, cuan al sur estoy. Si almuerzo en Smith St. , a donde caminar para coger el 65 de vuelta a casa (sobre Atlantic), si regreso de Williamsburg, la vereda para tomar el 48 que me deja en Dean. Viniendo de las carreteras principales, para indicarle al taxista donde tiene que comenzar a preocuparse o, si se pasa demasiado, para decirle que se ha perdido.
Siendo Brooklyn una ciudad plana, desde Manhattan el Williamsburg Bank destaca. Saliendo de la boca del metro, me ha servido cantidad de veces. Cerca del banco asoma el BAM, principal centro cultural de Brooklyn. Natalia trabaja a medio tiempo en el BAM, donde los festivales de cine alternativo del Village Voice o los internacionales de danza se llevan a cabo.
La tarde en Fulton mirando la ropa dar vueltas, la lavadora, la secadora, la botella de suavizante, el chorro preciso para que huela pero no apeste. La lavadora grande, la normal, caliente, no tan caliente, casi sin calor para que a las prendas no se les vaya el color. Una bolsita de semillas de girasol, con pasas, con trocitos de pretzels, con nueces, algunas veces. Empiezo un resumen ajustado de mi vida, para Bob Carling, que ha prometido escribir una carta recomendando mi ingreso al Master de Literatura. Vuelvo a mencionar los detalles de los amaneceres en Anqui, los viajes en yegua desde Jaqui, los olivos de Yauca. Martha dice que en Florencia los pedazos de pan te los sirven con aceite de oliva casi verde, en Suba hay que esperar hasta la 1 para poder entrar, por ahora solo sirven cena. Caminamos toda la Avenida C. Patrizzia, ¿Onde os has metido? Y su amiga que se va temprano, Martha, me ha mostrado su foto orgullosa junto a Woody Allen, lo cogieron saliendo del Carlyle con su trompeta, pero si te quedas en la barra no tienes que pagar los 80 que cuesta verlo en vivo. Se le ve al envejecido Woody, como una estatua en el video, un robot que coge la trompeta, aunque lo haga bien. New York , New York. Mejor se la pasa uno en Bellavista, pero que dices, en Chile todos son fomes, y los taxistas, escandalizados si llevan cinco personas, rezagos de la dictadura, pero este pueblucho, no hay nada, vamos, abre la cerveza en el fondo del Barraza, bailamos salsa, la Modelo en la lata, todos muy apretados, pero es que tengo que encontrar ese bar decadente con los wiskis a cinco pesos. Por la A tal vez? El Sub Tonic estaba cerrado, arriba tocaban jazz, sonaba bien, pero en Alphabet City los bares no parecen decir nada especial, entramos en el Apocalypse, y aparte de todos los punks, nos sentamos en el estrado y una bandera de los Estados Unidos dentro de un balde blanco con agua. Empieza la performance: los dos tipos vestidos de blanco empiezan a lavarla. Elisa sobre el hombre del que filma, le dice: Burn It¡ y el tipo voltea, con una sonrisa..Me cago en la leche de Patrizzia!! ya estamos entrando en el metro, el J, Elisa me dice que me puedo quedar en su casa, Irazo llama desde el restaurante vietnamita en Chinatown, acaba de ver los cinco mensajes perdidos, y Martha que se parece a Ainoa, aunque seria, tal vez por aquello de trabajar en tantas ferias anualmente, pero los mismos ojos, aunque no la sonrisa de guarra. No-tiernito el tipo-Wash It, Wash it…because it is Dirty… Y solo a Elisa se le ocurre decirle que la quemen, pero es que en Chile a cada rato queman banderas de Estados Unidos, y nos acabamos la cerveza polaca, escuchando a Piazzola, y se acaba toda la cerveza, el pescado con quinua estuvo delicioso, la quinua es peruana que te quede claro, como el pisco, cachay? el pescado toma vino con nosotros, y si supieras de donde viene, rico rico, jugoso, fresco, hay que sobrevivir, cachay? y la cerveza y las botellas de vino en mexicano, antes de venirme, en el supermercado, y si ha vivido en la frontera como es que el polaco no entiende que le digan que se lo chingan. A la que se chinga es a la oriental que viene todos los viernes puntualmente. Y la roja sin tiempo, apenas para cenar con su padres y para recoger una ropa en Williamsburg, como treinta minutos para que se seque, y desde Williamsburg se puede ver el Williamsburg Bank, escribo sobre mi viaje a Brasil.., los dos viajes y esta es Rossana, que le han dado el premio de honor de la PCUP y que publican su cuento de Los Olvidados en todas las lenguas europeas para la Comunidad. Y bueno que ya era hora, tanto tiempo escribiendo. Leo a Quevedo mientras almuerzo el chifita en Smith, los mendrugos que le pasan a Pablos, las tripas transparentes de la vida de quien odiaba con certeza y apasionadamente a Gongora, miope y cojo, se las arregla para poner su nombre en la picaresca y por todo lo alto de la literatura del 17. Claro que me interesan los griegos, pero quiero leer a los que destruyen las estructuras, cachay?

Las puertas de Central Park, 13 de febrero

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Resulta complicado hacer que entren todas las puertas en la boca del lente. No es sencillo captar la sensibilidad de estos portales color puesta de sol, color fruta de Palpa. Pero lo intento.
He llegado pasadas las 12 y la luz del sol ayuda. Pero hay mucha gente, mucho ruido. Es una feria interminable, muchachas y muchachos, criaturas, adefesios, viejos de lentes que se contraen, digitales, tres pies, fueras de foco, turistas, chinitas que no se mueven, viejas asustadas, fascinadas, atletas que corren entre la gente respirando por la boca. He tomado 15 fotos. De ellas he escogido ocho. Creo que las mejores. Me parece que tengo que revisarlas, ver el paso del tiempo por los colores, las texturas, las formas. Opino que una capa de nieve le ha de dar el tono adecuado.
Annerys llega pasada la 1 y marchamos hacia la pista de patinaje, hacia el lago descongelado, hacia los senderos azafranados.
Siento como nunca que es domingo. Terminamos de marchar por el parque y nos dirigimos hacia las calles atestadas de Chinatown, al encuentro con los dragones que celebran con New York la llegada del gallo, pero los monstruos han desaparecido con la llegada de la tarde y solo encontramos restaurantes repletos. Luego del almuerzo unos postres mirando Canal St. y conversamos de banalidades: de ella, de su padre atrapado por la diabetis y el paro antes de morir, de sus gritos de «Linda» cuando llegaba del trabajo, de los libros en forma de guiones que piensa escribir al retornar de Valencia.
Nueva York forja el caracter. Ella ha descubierto la solidaridad de los parientes entre las calles de la isla y el significado del hambre. Ella ha descubierto que es mucho mas fuerte que lo que que pensaba y en eso podemos compararla con Elisa.
Aunque la paradoja indica que la dificultad es mayor de acuerdo a lo que tuviste, y ella lo tuvo todo. Tal vez no una adolescencia feliz, tal vez quitaría esas frustrantes reprimendas, ese control total de los padres, esas faldas hasta debajo de la rodilla, esa imposibilidad de subirse a una bicicleta para no mostrar los muslos…Pudo haberse convertido en prostituta, me lo dice.
El primo lindo de Santo Domingo, el de los ojos verdes, ya no se ha de casar con ella, porque ha encontrado a su príncipe en San Juan. Tal vez Annerys, regresando de Europa consiga lo que quiere, tal vez maduren sus ojos negros y la mujer-alacrán decida su futuro entre las constelaciones orientales.
Tal vez divagaremos sobre estos asuntos nuevamente. Hoy día fue entre las puertas del parque, las azafranadas. Pero en el futuro, lo haremos cruzando los portales imaginarios, las puertas interminables que se nos cierran y se nos abren en esta ciudad de alucinantes vidas paralelas.

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