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The New York Street

Un blog lleno de historias

fecha

15 octubre, 2009

Los cerros

Rodean a la capital como sus hermanos o como centinelas. Trepan hasta la sierra y escriben los bordes del desierto. No tienen el verde de otras montañas pero sí despiden más vida y más muerte.

¿Acaso nuestros gallinazos no se han alimentado de su polvo? En esas lomas de arena rancia, miles de hombres de sierra han levantado sus chozas, protegido sus pertenencias y empezado una nueva vida de deliciosas promesas.

Muchos han de haber sido consumidos por el hambre con que esta ciudad devora la esperanza. Sin embargo, otros habrán descifrado los secretos de su silencio, de la paz con que el viento adereza las tardes cuando sopla apacible sobre sus sequedades.

Desde allí se ve el mar, además. No poca cosa. Imagínate limeño a ese muchacho que revienta de pastos y de cielo azul, descubriendo el desierto y la vastedad del océano.Buscando entre aquellos cerros que rodean a la capital, la fuerza para transformar el universo.

Entre aquellos hermanos que la rodean, encontrarás magia.

La Catedral

Nunca había mirado de aquella manera la Catedral. Creo que malinterpreté su físico exhuberante y me concentré demasiado en el contenido. En la oscuridad entre sus paredes y el altar.

Jamás me fijé con detenimiento en las puntas que cortaban la neblina de agosto, ni en sus campanas que conectaban a quienes fueron testigos de todas las barbaridades que se cometieron frente a ella.

Alguna vez los tiranos piadosos que tuvimos, se persignaron mirando como se alzaba su arquitectura. Y sus malos pensamientos fueron barridos por el repique aburrido de sus siglos.

Nunca me fijé, hasta hoy, amedrentado por esta novela, en las amenazas que alzaban sus puntas contra el cielo. La batalla desigual contra la garúa que había librado esta Catedral de Lima, flor virreinal.

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