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The New York Street

Un blog lleno de historias

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Vargas Llosa

WHAT’s NeXT? 25 WRITERS, 50 YEARS FROM NOW


La editorial Casanova (Darkover, USA) encargará a algunos de los 25 mejores escritores del planeta, que escriban una novela basada en un mundo ficticio, 50 años en el futuro. La editorial pretende publicar estos libros empezando en enero del 2010 y publicando 2 autores por mes hasta finales de diciembre donde publicarará los dos autores del mes y un libro especial -al parecer un escritor sorpresa y una colección de cuentos de todos los autores seleccionados– el 31 de diciembre del 2010 con la cual cerraría la primera década del siglo XXI

La editorial, pretende poner a trabajar a estas 25 mentes, en crear un mundo que reflejaría el universo del futuro y los problemas que los seres humanos tendremos que afrontar en..2060. Su objetivo es crear conciencia, a través de la literatura, de las distorsiones que se están produciendo por factores ambientales, políticos y tecnológicos. Ninguno de los autores seleccionados pertenece al género de ciencia ficción.

Darkover ha dejado entrever que entre los elegidos estarían cuatro escritores en lengua castellana: Vargas Llosa, García Márquez, Muñoz Molina e Iwasaki.

Difícil de creer que de esa lista(no oficial) de cuatro escritores, dos sean peruanos (si bien viven hace muchos años en España). Tal vez ellos podrán imaginar un mundo donde no quede ninguna duda de que el pisco es peruano.

Otros escritores que estarian incluidos en la lista son: Salman Rushdie, Haruki Murakami, J.M. Coetzee, José Saramago, Tony Morrison, V.S. Naipaul, Zadie Smith, Umberto Eco, Arundhati Roy y Gunter Grass.

Bailando huayno en Brooklyn


Zapateando, moviendo el cucú, etc. ¡Qué juerga! Casi no voy porque había pensado pasarla en la casa de Erick, hasta la había invitado a Claudia (felizmente dijo que no, estaba cansada de reorganizar su casa, tenía flojera de manejar desde Connecticut). Alejandra llama y me convence. En el camino leo Absalom Absalom! y me acuerdo de las lecciones del profe Torres. Absalom, Absalom! es el libro del cual fumaron hierba tanto Vargas Llosa como Gabo. No hay Cien años de soledad ni de nada sin Faulkner. Tan solo la primera escena en el escritorio caliente y cerrado es preciosa. Conozco a los dueños del restaurante Cocoroco donde me presenta Alejandra–para variar aparece tarde–,  ya me he comido la canchita. Albino pone dos pisco sours extra y llegamos sazonados en su Lincoln Navigator. La chilena baila como peruana, pero dice que se ha empatado con el argentino cabeza de coliflor. La peruana al final termina con el argentino y besándose a escondidas en la cocina con su polo rojo «Te Amo Perú». Alejandra se va temprano. Me voy en un taxi con la chilena, como a las cinco de la mañana, mientras ella mira triste por la ventana, no quiere consuelo, no quiere alegría. En parte me parece bien, el argentino es un conchasumadre. Pero tanto que «Viva el Perú» y después todo el mundo quiere lomo de la pampa, no hay derecho. Le he mandado un mensaje a Jessica con la fiesta en vivo y en directo. No sé por qué pero me sigue pareciendo que la sigo queriendo igual y que ella sigue confundida o rara. Lo peor es que me confunde a mí. Bueno, he zapateado y cargado con la vela y con el mechero. Negrita ven prendeme la vela y ese pollito que tú me regalaste y que ¡Viva el Perú!. Lamentablemente me olvidé en la cocina el libro de Faulkner y tuve que ir a trabajar a las 6:30 a.m. con dolor en el tobillo. ¡Viva el 28! Vivan estos recuerdos en Brooklyn, Sunnyside.

Caminando sobre la nieve, 23 de enero

El dia termina con el Libro de Manuel sobre el pecho, dormido. Me he levantado casi a las 3 am para escribir una carta larga a la Roja, contestarle a Carolina y para escribir este diario.
Creo que lo mejor es copiar el editorial que redacto esta tarde para New York Street. En esas líneas resumo estas horas de nieve, nostalgia y paz. Desde mi breve cubículo en Dean St. Jeje

«El tiempo es el mejor aliado. El tiempo está de nuestro lado.»
Los Rolling Stones.

«Es un domingo helado y en la pantalla Akira Kurosawa despierta a los siete samurais para la batalla final. Me he quedado prendido de la imagen del novato echado entre las flores de la colina, suspirando por la vida de aprendizajes y aventuras que se aproxima. Luego he tomado de mi anaquel el libro alquilado de la biblioteca de Brooklyn: Memoria de mis putas tristes. Lo leo con calma mientras saboreo una cerveza belga y un desayuno irlandés en un pub iluminado de Carrol Gardens. He venido caminando dos cuadras e intentando retener las imagenes nítidas de la ciudad cubierta por la nieve. La paciente mirada del discipulo de samurai, la asemejo con la plácida calma con que despues de haber cumplido 90 años, el sabio de García Márquez, esperaba a su putita virgen entre las sábanas de la cama de un burdel caribeño legendario. No sé en qué momento se escapó Gabo de Macondo, pero he debido de perderle el rastro demasiado tiempo. Creo que, desde que terminé desilusionado las primeras páginas de sus memorias y puse a dormir el libro entre una novela de Cortázar y unos ensayos de Vargas Llosa. A propósito de Vargas Llosa, un amigo me telefonea desde Lima para contarme que ha encontrado tres errores en su libro sobre Víctor Hugo. Murmuro que le puede escribir una carta para que corrija los errores antes de su próxima edición. Yo mismo me sorprendo mirando para abajo. Garcia Márquez se muere sin habernos dado la última obra magistral, Vargas Llosa se aleja cada vez con mayor prisa de la violencia interior que necesitaba para plasmar su Guerra del fin del mundo o su Ciudad y los perros. ¿Asistimos a la muerte del Boom? Con dos cervezas encima y un plato de hamburguesas, el boliviano Paz Soldán nos contaba hace unos meses sus penurias en Estados Unidos. ¿Económicas? ¡Qué va! Él, como Baily o como Fuguet, han encontrado en Estados Unidos la nueva patria en la cual se puede ser escritor sin sufrir. Yo no los critico porque bebo del mismo modo de la teta emancipadora de los americanos. Las historias de putas de García Márquez se asocian más con las durmientes de hace siglos dibujadas por Kawabata; mientras Vargas Llosa busca inspiración en la pluma de Los miserables. «No hay ganas», me dice mi amigo desde Lima. En la pantalla Toshiro Mifune, muere mientras penetra con su espada al último de los bandidos que azotaba la aldea; en las páginas de papel reciclado, el sabio busca desesperado la liberadora adicción de Delgadina. El samurai aprendiz mira el cielo en busca de respuestas y yo intento encontrarlas en la luz que se refleja entre los troncos grises de una calle de Brooklyn. Tal vez en esto consista hacer literatura en Nueva York. En rescatar el boom del tropezón final, en lavarnos las manos de McOndo y en resucitar las viejas ideas de Kurosawa, entremezcladas con el lenguaje del Caribe y nuestro propia fatiga cautivada por las nuevas experiencias de una América que descubrimos aún salvaje en castellano. Termino la cerveza belga mientras en la pantalla los Halcones de Atlanta le clavan un touchdown a las Águilas de Philadelphia. Y me sorpendo riendo una vez más por el injerto. ¡Qué mezla carajo, qué mezcla! Bienvenidos a esta calle. Bienvenidos a New York Street.»

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