La puerta de fierro se ha ensanchado
Para que entren todos.
«Educación para los anacoretas del mundo»
Reza el letrero que escribió el Padre
Lanssiers con tinta negra.
Pero nadie entra.
Las narices de los niños
Se han quedado pegadas a la luna
Que separa a todo el mundo del colegio.
Hay silencio
Un silencio pegajoso
Que retumba en las orejas en atención.
Mi oreja,
Se ha roto al oír el estrepitoso sonido del silencio
Y entre la tumba de concreto
He gritado.
La profesora de los ojos negros
Se ha espantado
Sus lentes cayeron hechos trizas
Sobre los últimos capítulos
De mi extraordinaria pesadilla.
Tras el vidrio que separa a los niños del colegio
Se comenzó a separar el mundo.
Una inmensa grieta
Se suspende sobre el aire
Una gota de lluvia se esconde
En el abismo
Por ahí se sumerge el examen
La profesora, su pupitre, el colegio,
Yo.
¡Sobre las últimas palabras
del Apocalipsis estalla mi voz!
Revienta y el estruendo de otras olas
La poseen.
Se ha acabado el colegio: ¡Misericordia!
Allí abajo en la gruta que se ha hecho,
Me espera un cuervo,
Un lapicero, un profesor,
Un gallinazo, un perro,
Una hoja del examen de admisión.
Lima, 19 de noviembre 1989
*Este poema fue escrito poco antes del último día de clases al terminar la secundaria. Lo he encontrado este verano, entre otros papeles bastante viejos.