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The New York Street

Un blog lleno de historias

mes

enero 2009

Hacia el centro

La comida está servida. Hay cuarenta banquetas en posición horizontal esperando las nalgas felices de la jubilación. Hay cada cachetada en esta nueva vida vertical, en esta cadencia superior de ciudad elevada. Desde el balcón, me agacho sobre la barandilla y contemplo sus tetas estampadas en la vereda.

–Ya te abro ¡Sube!

Sus truculentos catálogos de libros viejos y un vasito de ron para empezar el concierto.No me interesa, no me interesa, no me interesa. Ella sigue mostrándome los plásticos de los DVDS a cuatro lucas mientras sigue creyendo que yo tengo algún interés en ellos.

Tal vez se hace la tonta. Porque le conviene, porque sabe que si tuviéramos que conversar en serio, cerraríamos en este instante todos los catálogos del universo y nos meteríamos a la cama. Horizontal-vertical, el mundo es redondo. Muevo mis espejuelos de sol, la miro levantar la barbilla y me vuelvo a enamorar. ¿De dónde has sacado esos ojitos que me vuelven loco?

Ahora dice que se va. Como si no tuviéramos nada que conversar aparte de los DVDs piratas. Hace mucho calor y me ha aceptado el ron. Noto que se despeina un poquito. Eso es intereante, desde todo punto de vista.

Mis amigos están ayudándome a mudar, aún tengo varias cajas de libros esperando ser etiquetadas, archivadas y subidas al camión. Pero podría postergar toda vida feliz si sólo fuera por ti. Si sólo me prometieras que nosotros vamos a tener un hijo.

No se pueden hacer promesas antes del almuerzo y ella no ha querido quedarse ni siquiera para la ensalada. Le digo que tengo buenas manos para la ensalada y creo que ella lo ha tomado como un intento de avanzar hacia su blusa. No hay resentimientos, sé que me adora y que algún día ha de venir con otras intenciones que venderme discos y libros. Sé que algún día nos sentaremos al borde de la chimenea y me dirá que le falta un botón a tu camisa. Ese que perdí en la piscina esperándote.

Sol, cómo te odio. Quisiera estar en la playa y no metido en este agujero. Quisiera que me enseñases el camino y no los poros, cómo se abren y transpiran. Glop, glop. Sube a su auto, hace una venia antes de doblar por la Alameda, yo me meto a la ducha. Después de tanta excitación siempre necesito agua.

Hagan sus apuestas

Todos vuelven a la tierra en que nacieron. Dice el vals.

Y yo vuelvo porque tengo que decirte que te amo. Y no fue así. Vuelvo porque me llaman las musas desde el desesperado parque de los recuerdos. Vuelvo porque el destino me había tendido una trampa. Qué se yo. Esas cosas por las que pasan los peruanos. Pura tragedia empaquetada. ¿No? Hay que tener huevos para vivir y enfrentarse a lo que venga sin estar sumergiéndose todos los días en la tontería del nacionalismo. Somos lo que somos. ¿Oíste? Carne y huesos y un alma perdida si hemos de creerle a Wilde.

Mira la nieve. Los copos te distraen de la figura importante. Tu nueva sombra. O esa negrura que proyectas sobre el suelo blanco, esas ganas de quebrar en cuatro pedazos el cascajón que te bloquea el camino. ¡Avancen, avancen! ¡Animales! ¿Quién está vendiendo los brevetes en este lado del Bronx?

Y de vez en cuando, enmedio del frío..un rostro como el de ella. Las mejillas claras, libres de pena, las sonrisas. Cómo me gustan las sonrisas del Karamanduka. Ah, la muchachada en el estadio. ¿Todos vuelven no? Hemos regresado duros y parejos, sin plata en los bolsillos pero una bancarrota más que importa. Si en la vida siempre fui feliz.

Y a cortar que nos necesitan para tareas más nobles. La ficción no puede esperar que se sienten a trabajar estos dedos de tiza.

El Regreso


Salí del Perú el 10 de julio de 2000. Regresé el 18 de diciembre de 2008. Me fui a los 27 años, regresé de 36. Tenía una tarea pendiente entonces: vivir en una ciudad diferente de Lima, aprender lo que significa vivir lejos de mi familia y mis amigos, de mi país.

Los que me conocen de antes dicen que soy un aventurero. Yo, que me conozco mejor, sé que todo partió del deseo de aprender. Y que fue una aventura calculada, sin grandes riesgos. Hubo factores inesperados y decisiones que no fue tan difícil de tomar. Fueron muchos los factores y las personas que ayudaron a que yo me quede fuera del Perú.

Escogí Nueva York. Ahora que regreso sé que escogí bien. No hubiese conocido a mi esposa, no hubiese podido trabajar y estudiar con tanta facilidad una carrera que hoy me apasiona: la literatura inglesa.

El Perú ha cambiado. Es una maravillosa experiencia ver que se está haciendo realidad, con cierta pereza, el sueño del desarrollo. El orden y la limpieza de Lima son reales, el crecimiento económico y la integración social son evidentes. Somos más marrones y más lindos los peruanos. Somos más Perú que antes. Es decir, más orgullosos de nuestras mezclas. Estamos integrados mucho más que antes y nuestro destino parece que por fin es común. De todos los peruanos, independiente de la raza y la clase social. No hay lugar en este nuevo país para el racismo y mucha gente está comprendiendo la importancia de convertirnos en una nación integrada antes de pretender ser potencia.

Otros no. Mi esperanza es que alguien ilumine a esa minoría de peruanos que aún no se han dado cuenta que el secreto del desarrollo es la disminución de las brechas de riqueza y la desaparición de las barreras sociales.

Regresé al Perú a mirar, a ver, a comparar. He comparado todo el tiempo.

He regresado a Nueva York y me he vuelto a enamorar de su color, de su cielo, de su frío y de la intensidad de su fuerza. Quiero al Perú y a su gente, pero me siento en casa entre esta gente que no habla mi idioma, entre esos edificios que no miran hacia el sur sino hacia el cielo, entre esas calles que no susurran el nombre de mi patria sino que mencionan tareas multiculturales y multinacionales.

Del Perú sólo puedo decir cosas buenas y prevenir que hay demasiadas tareas pendientes. Avisar a los que se entusiasman con los edificios grandes que aún hay rincones en el Perú donde no podrå pasar el crecimiento económico sino pasa primero la educación. Que en la misma Lima hay enormes bolsones de pobreza que amenazan con desterrar cualquier eventual progreso económico, que todos esos restaurantes de lujo, centros comerciales fabulosos y barrios enrejados están todavía rodeados de calles de miedo, de zonas pobres, de limitaciones que es necesario alcanzar y transformar.

En el Cuzco se nota mejor que en ningún otro lado el efecto distribuidor del turismo. Hay una revolución comercial de la que se benefician desde el taxista y el guía de turismo hasta el panadero de la esquina, el mesero y el vendedor de chucherías. Pero incluso a pocas horas del Cuzco hay comunidades donde la gente vive con 3 soles al día. No seamos ciegos. Eso no puede seguir así.

Esa pobreza que a veces no vemos, porque cierta belleza superficial nos venda los ojos, es la principal amenaza para el Perú posible.

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