En el poema «Dover Beach», el poeta y ensayista británico Matthew Arnold, hace una comparación bellísima entre él, en la playa Dover de la costa inglesa, contemplando las luces de la costa francesa 18 millas hacia el sur; con el último ser humano en la historia que creyó en la existencia divina de los dioses griegos, en Zeus, Hera, Atenea.

Me imaginé una escena paralela: el último hombre que contemple una cruz con respeto, que levante los ojos al Cielo e imagine al Dios en el que creemos los cristianos. ¿En qué creemos hoy? La fe de Arnold no era la misma fe de los sacerdotes medievales a los que él visitó en los Alpes franceses -«hombres muertos en vida», dice de ellos-.

A pesar de todos los adelantos de la vida moderna y del pensamiento crítico, Arnold ve con pena la pérdida de la fe, esa corriente que le daba sentido a la existencia. ¿Cuál es es el sentido de la fe ahora? ¿La intolerancia? Matar en nombre de Dios debería ser castigado como el peor de los pecados, sin embargo, del otro lado del espectro político la perspectiva no es muy alentadora, ¿Qué hay de esos individuos que se aprovechan del miedo de las masas para gobernar, para recortar libertades y estupidizar al pueblo con el pretexto de la seguridad y la amenaza terrorista?

De eso trata V for Vendetta, una de las primeras novelas gráficas de Alan Moore (Watchmen), llevada al cine por los hermanos Wachowski. Hay que tener mucho miedo cuando las opciones totalitarias son las que ganan mayores simpatías: Hamas en Palestina, los fundamentalistas en Irán, en Irak, la derecha radical en Europa, Chávez en Venezuela, Humala en el Perú. La gente está dispuesta a darle su voto y su conciencia a los que les ofrezcan orden. La libertad total es una religión que ya pasó de moda, como la religión de los griegos. Ahora la religión es la de la libertad controlada, la de las masas sumisas y homogéneas, donde todo puede ser sacrificado si se trata del bienestar común.

Otros gobiernos van más allá -porque pueden darse ese lujo: atemorizan a la población utilizando los medios de comunicación masivos, fabrican evidencia y mienten descaradamente acerca de sus motivaciones hasta que el Congreso-asustado también-los autoriza a organizar una guerra preventiva. Tres años después comprobamos que son unos idiotas no unos visionarios y que algunos de ellos se llenaron de dinero ¿Alguien los juzgará?¿La historia? ¿O es que ya no es malo predicar y al mismo tiempo ser un hijo de puta (con perdón de las putas)?