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The New York Street

Un blog lleno de historias

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Stephen Dedalus

Bloomsday, 23 de febrero

James Joyce, autor de Ulysses

A fines de diciembre, Frances me comentó que en el Graduate Center estaban dictando esta clase dedicada al estudio del Ulysses de James Joyce. Y como quien no quiere la cosa averigüé el nombre del profesor y le mandé un e-mail explicándole que me gustaría asistir a su clase como observador. Aceptó (después de tomarse casi tres semanas) y desde Tanaka le contesté, confirmando que ahí nos veríamos en febrero.

Así que ya empezó. Entre alusiones a la luz y el tiempo y el espacio, el profesor Epstein y Stephen Dedalus me acompañan los lunes y los miércoles de 2 a 4 de la tarde. Las últimas dos clases se han prolongado hasta casi las 5; y el próximo lunes entra en ellas el inolvidable Mr. Bloom.

Epstein lee los capítulos con paciencia, intercalando comentarios que van desde el significado de las palabras en griego o los juegos con el latín, hasta las alusiones a cánticos, adivinanzas o figuras patrióticas irlandesas. Hoy hemos recorrido la playa con el joven Dedalus, y lo acompañamos en sus interminables monólogos creativos que marchan desde la casa de su tía y su tío alcohólico hasta las calles de París, combinándose con sus severas impresiones de los irlandeses en el exilio.

¿Novedades? Bueno, leí este conjunto de cuentos de Cesare Pavese: La Playa, donde Pavese intercala diálogos con su apreciación de las decisiones, los movimientos y los cambios de ánimo de los personajes–pintados con sencillez, con precisión. Y después de pasar enero entre Freedom de Jonathan Franzen y La promesa del alba de Romain Gary, empecé a leer Auto de fe de Canetti, cuya lectura he seguido intermitentemente mientras se cruzaba Pavese; también algunos cuentos de Ribeyro en una pésima edición encontrada en una libreria de segunda en Bogotá (no hay nada mejor que aquella Antología personal del Fondo de Cultura para empezar a leerlo) ; Summertime, la autobiografía ficcionada de los inicios como escritor de J.M. Coetzee; y algunos artículos muy bien escritos en The New Yorker (el que escribió Francisco Goldman–sobre la muerte de su esposa en un accidente en el mar de México–es chocante por el detalle con que expone su relación con ella y la clarísima simplicidad con que una tragedia inesperada arruina su vida); y otras lecturas vinculadas al libro de Joyce (mis notas para el examen de la maestría y el librito de Gilbert sobre todo; si bien me queda por leer lo de Edmund Wilson en Axel’s Castle).

Manhattan sigue fría y hermosa. A los que se quejan de la ciudad no tengo nada que decirles. Puedo caminar por ella muchas veces sin aburrirme. Nunca me canso.

Hacking in Fury at a Block of Wood

Portada de la primera edición de la novela de James Joyce: "El retrato del artista adolescente"

Líneas acerca del Retrato de un artista adolescente. De libros de Joyce y también de textos vinculados a su obra. Viene al caso porque Frances me regaló la biografía de Joyce por Richard Ellmann y porque el fin de semana me leí más de la mitad de Dublineses:

His anger was also a form of homage. (277)
(Es lo que siempre he pensado del episodio del cactus. Ese debe ser el principio de mi homenaje personal a la Patas Doradas.)

We are your kinsmen

Que otros se jacten de las páginas que han escrito/ a mi me enorgullecen las que he leído (Borges)

Del brusco aprendizaje de Estéfano
me queda la niebla de Dublín
y su corazón de dudas (yo)

Un mar que traga adolescentes rebeldes (Diré como nacisteis, Cernuda)

Y este pedacito es genial. Lo encontré en el diario de José María Arguedas incluido en la introducción a El zorro de arriba, el zorro de abajo:
«Así somos los escritores de provincias, estos que de haber sido comidos por los piojos llegamos a entender a Shakespeare, a Rimbaud, a Poe, a Quevedo pero no el Ulises«

Para Joyce

Escrito luego de terminar de leer
A Portrait of the Artist as a Young Man

A los amigos todos en licencioso beso
Los despido cariño cuatro cosas
Somos los mismos hombres los liceo
los cuatrocabras pintos Anatoles

Adelantemos esta despedida
Con exilio y denodada suspicacia
Que al silencio no le guarden respeto
Tengo que decir quiero
Debo arreglarme la vida

Y en el coraje hermoso de mi sexo
En la constancia de mi pensamiento
En la tercera persistencia e intelecto
He creido encontrar la dicha ciega

Sopesaré París (lo que aquí junto)
Entregaré Dublín a cuatro tacos
Martillaré al llanero y al casino
Y con mis dedos de furia
Masturbaré a la letra y
Auscultaré el infierno
He de morir y ella dirá: «No puedo traicionarlo yo tan pronto»

Ha de sembrar semillas
Con mi miembro
Con tu cabello atado a la cintura

Sopesaré las armas que me dejas
Alumbraré el cuartito asomadito al catre
La manivela de porcelana vieja
El caño descascarado
La biografía mitológica
Tus mejores líneas

Asumiré tu genio
Tus letras, tus reservas

Octubre 4. 2007

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