¿Para qué sirves, verano? ¿Acaso cumplirás las promesas que dejaste pendientes? Rodeado de abejas que componen sus vidas entre mis ventanas, con las lluvias que hacen crecer las vulvas de las matas ¿A mentirnos de nuevo? Así seremos humanos (otra vez) pendientes del humo entre los árboles y las torres enmascaradas. Las piernas se extenderán para nosotros, entre el vapor, seremos cruces y clavos en la multitud, camisas abiertas de deseo colectivo.
Los veranos que mejor recuerdo trajeron la agonía de ser nosotros mismos y no los monstruos que creímos. Como si bastara un poco de calor para olvidarnos de aquella que esquivaba nuestra mirada. Como si fuera suficiente desear la playa para tenerla, pisar la arena para germinar, tocar el agua para estancarnos en el tiempo.
Seremos verano de nuevo, y cuando tú lo creas conveniente, nos arrepentiremos: hundiremos nuestros dedos en las huellas que dejará el viento huracanado, nos volveremos compasivos y buenos, ángeles del invierno.