¿Si Hitler se hubiera muerto de cáncer, antes de ser derrotado, lo hubieras lamentado?
La política, tierra que se alimenta de la polémica, ha creado individuos cuya percepción suele exagerarse, en ambos sentidos: para bien o para mal. El poder, esa materia radiactiva, tarde o temprano termina por contaminar (y destruir) a quien lo ostenta por demasiado tiempo. Los ejemplos abundan.
El caso de Hugo Chávez nos toca más porque hemos vivido, demasiados años, asustados por el fantasma de su influencia. Es mentira que los peruanos no podamos (o no debamos) opinar acerca de su muerte «porque sólo le concierne a los venezolanos». No es cierto. La posibilidad de que el Perú tomara una alternativa de desarrollo similar, modelada en base al sistema aplicado en su país por el presidente Chávez siempre estuvo ahí, dándonos vueltas.
Quienes creemos en la la posibilidad de desarrollar un país basándonos en la contribución de muchos y en el diálogo, no podemos sino alegrarnos de que ese fantasma se aleje, tras su muerte, definitivamente. Nos duele que un hombre muera a los 58 años. Pero no nos duele tanto si ese hombre es Hugo Chávez. Por muchos motivos.
Chávez, quien se adjudicó la banderola de salvador del pueblo venezolano contra la dictadura de los ricos, ha pervertido la idea de un socialismo responsable. Enemistarse con los creadores de riqueza y repartir beneficios gratuitos a los pobres nunca ha sido una buena opción para crear desarrollo o generar crecimiento.
Respeto al pueblo venezolano que eligió a su presidente en varias ocasiones.
Ese pueblo no es bruto, como quisieran hacernos creer los enemigos más idiotas de Chávez. La clase política que precedió a Hugo Chávez demostró tanta incapacidad y corrupción que la elección de una opción política que los denostara, que los anulara, se hizo inevitable. No se puede enarbolar la bandera de la democracia venezolana y también sacar del cuadro a los presidentes rateros e incapaces que precedieron a Hugo Chávez.
Me imagino que para algunos, quienes lo van a llorar en Venezuela y en el mundo, Chávez estaba haciendo socialismo. Por eso lo apoyaban.
Al apoyarlo servían mal al socialismo. Porque el experimento que ha planteado Hugo Chávez en su país no ha generado ningún signo positivo de desarrollo y, por el contrario, ha generado expectativas basadas en los favores y los regalos. No ha fomentado la competencia y el esfuerzo sino la innoble –tanto para el rico como para el pobre– guerra de clases.
He leído algo sobre lo que pasa en Venezuela. Generalmente los informes y perfiles de John Lee Anderson –un yanqui al que se le puede acusar de algunas cosas pero jamás de simpatizar con el capitalismo–, y lo que sucedía en Venezuela, la obra de Chávez, linda con el desastre. Ningún país que aspire a la justicia social con desarrollo económico debería fijarse en el modelo de Chávez. El socialismo es otra cosa. Amar a los que menos tienen es otra cosa.
Hugo Chávez tenía derecho, como todo político, a hacer lo que le daba la gana con el poder que le daba el pueblo. También tenía derecho a engañarlo. ¿Una elección indecente? No soy venezolano para juzgarlo, pero sí observo la política, veo las otras opciones que tiene hoy por hoy un presidente latinoamericano en el poder y me adjudico el derecho a opinar. Quien cree que Venezuela es un ejemplo de algo bueno, está equivocado.
Me he reído, como muchos, con algunas tonteras de Chávez. Me ha sorprendido su coraje para decirle algunas cosas a los que se creían intocables (Bush, el rey español, Alan García, entre otros). Me duele que muera un hombre que sólo tenía 58 años. Sin embargo me parece más doloroso que muera dejando a un pueblo con tantas tareas incompletas, en similar estado de incertidumbre política al que nos dejara a los peruanos el fax de Fujimori; y en parecido descalabro económico al que nos dejara el Apra de García en 1990. Lo malo es que a los venezolanos, el finadito les ha dejado ambas calamidades juntas: desastre institucional y económico en un solo paquete.
Ojalá Venezuela entierre a su presidente muerto con respeto al líder por quienes los venezolanos votaron. Y que luego abra los ojos al desastre, ponga manos a la obra y empiece la reconstrucción. Porque ¡ah! venezolanos, desgraciadamente, hay hermanos, muchísimo que hacer.