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Don Draper, dibujo de Amani Zhang

Un grupo de indecentes encorbatados. Se trata de subirse de un momento a otro al pupitre y decir: basta, de llenar el ambiente con insultos, de gritar lo que uno quiere ¿no es cierto? Se trata de hacer ruido: mucho ruido.

En vez del ruido intentar hacer el silencio (que no se pude hacer porque ya está allí). Sólo se requiere el no hacer. Como el amor. Nos creemos tan capaces de fabricarlo, mas ya está allí. De lo único que somos capaces es de no hacerlo, de quebrarlo, mutilarlo, etc.

Cada quien a su propio terruño. Y éste podría ser limitado, como el de aquella hormiga que trabaja de 9 a 5. Que se despierta, trabaja y muere. O como el de ese zángano que decide que va a viajar, que a ver el mundo, que va a esperar… Entonces, un buen día, alguien les toca la puerta a los dos y les dice: Ya tienen cuarenta.

La hormiga se pavonea porque tiene una buena casa, un buen carro, una familia que crece, un gran plan de retiro. El zángano no tiene nada, sino sus memorias ¿Y díganme quién duerme mejor aquella noche?¡Cómo se aferra el zángano a sus memorias! Será que le han costado caro. Que no le llegaron tan fácil como la hormiga cree.

Y a los cuarenta vemos la muerte. En forma de un tumor lejano o una pasión lenta.Casi deseamos que nos agarre una pulmonía fulminante antes que el cáncer.

Ahí están las grandes preguntas celestes mon amie. Las cosas que importan. Si te asomas al final del abismo es mejor que te las suelte.

¿Vas sintiéndote mejor? Ese pisco ya llegó a la tutuma young man? Te sientes un hombre. Y mejor aún: un hombre realizado. Y te acurrucas, como todos, en tu cama al final del día, y te duermes con las pestañas pesadas y te levantas sin haber descubierto la pólvora, sin saber si el hoy será mejor o peor que el mañana. Respiras. Y de eso se trata.